Al Quds (Jerusalén) capital de Palestina

Al Quds

La afirmación con la que titulo este post no pretende continuar el debate estéril sobre la posesión de esta ciudad santa por parte de uno un otro estado, simplemente muestro la opinión que marca la línea editorial del blog. Y es que para clasificar a Jerusalén como capital de alguno de los estados que se la disputan lo único necesario es tener una opinión.

La realidad es la resolución 194 aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948 que dota a Jerusalén de internacionalidad y la coloca bajo el control de las Naciones Unidas. Dos años más tarde, en 1950, Israel decidió nombrar Jerusalén como su capital de forma totalmente unilateral. Desde entonces muchos países siguen si reconocerla como tal y han mantenido sus embajadas en Tel Aviv. El problema es que Jerusalén es la histórica capital del Estado Palestino, al menos Jerusalén Este, una parte de Palestina que fue conquistada y anexionada al Estado de Israel durante de la Guerra de los seis días, una anexión ilegal sin la que Jerusalén no sería un todo unificado y un mismo municipio o «eterna e indivisible» como pretende denominarla Israel en la declaración de Jerusalén de 1980.

En resumidas cuentas, si El País no denomina a Jerusalén capital de Israel siguiendo su línea editorial y en cambio la Cia o Wikipedia si lo hacen, creo que puedo permitirme decidir que para la línea editorial del blog Al Quds, el nombre árabe de la ciudad, no sea ni lo uno ni lo otro y sea considerada la capital del último estado observador reconocido por la ONU el 29 de Noviembre de 2012, y miembro 195 de pleno derecho de la UNESCO el 31 de Octubre de 2011: el Estado de Palestina.

En mi caso no pisé otra parte de la ciudad más que Jerusalén Este, incluso la noche que sufrí el cólico nefrítico acabé en un hospital árabe de Jerusalén Este ya que por motivo del Yon Kipur estaban cerrados todos los accesos (check points) a la otra parte de la ciudad, el mismo Estado de Israel se encargó de dejarme claro aquella noche que estaba en Palestina.

Puerta de Damasco

Durante los días que estuve allí me alojé en 2 hostales distintos, ninguno digno de recomendar, uno junto a la Puerta de Damasco y otro en el interior de la Ciudad Vieja. La desventaja del segundo, que en el interior de la Ciudad Vieja todos los comercios cierran pronto y la vida desaparece, la ventaja que es más tranquilo.
Un detalle que descubrí, el alojamiento es mejor pagarlo en Euros que en shekels, me llegaba a compensar sacar en el cajero ir a cambiar los shekels por euros y pagar así, con lo que si la visita es desde Europa para pagar el hostal no hay ni que molestarse en cambiar.

Calles

La parte vieja está dividida el 4 cuartos, el Armenio, el Cristiano, el Judío y el Árabe. Yo me moví principalmente en el Árabe, los precios son más baratos y es más auténtico (dentro de el circo que es Jerusalén). El Judío es el más limpio y caro, el Armenio el más muerto y aburrido y el Cristiano está plagado de peregrinos rezando por doquier.

Calles

Al Quds

Al Hakkari

Jerusalén es una ciudad en 3 idiomas.

Soldados

Una visión continua en Jerusalén es la de los militares israelíes por todos lados y armados hasta los dientes. Pude distinguir hasta 5 o 6 grupos distintos entre ejército, policía y «guardias de seguridad» que eran chavales normales con una pistola y un walkie, lo de «guardia de seguridad» me lo decían ellos pero ante la pregunta de ¿guardias de que? me soltaban un «de aquí» y se marchaban (en hasta 6 ocasiones distintas la misma respuesta). Habrá gente a quien esto le proporcione cierta sensación de seguridad, a mi ver armas siempre me produce lo contrario.

Soldados

La ciudad más antigua del mundo tiene casi 800.000 habitantes con unas proporciones demográficas que dependen mucho de la parte de la ciudad que se mida. En total la población judía supera a la árabe aunque esta última crece a pasos agigantados. En Jerusalén Este las cifras cambian y la población árabe supera a la judía, y dentro de la Ciudad Vieja las cifran son de más de 31.000 árabes y menos de 4.000 judíos.

Calles

Familia

Los únicos judíos que están ayudando a mantener un índice de natalidad que pueda competir con el de la población árabe es el de los ortodoxos, estos forman familias muy numerosas, el problema es que no hay demasiada diversidad en estos grupos y las uniones entre miembros con relaciones de consanguinidad puede llegar a provocar un serio problema. Este problema está apareciendo también en Gaza debido al aislamiento provocado por el Estado de Israel, en la cárcel más grande del mundo empiezan a no ser suficientes para seguir adelante, la mezcla es riqueza y la perpetuación solo lleva a la homogeneización, es la misma reducción al absurdo sea obligada o de motu propio.

Familia

Cabina

Jerusalén es una ciudad incomprensible en la que ninguno acaba de entender donde está y como convivir con «los otros«, lo hacen por inercia, lo mantienen por desidia y lo asumen con resignación, sobre todo la población árabe, una población mayoritaria escondida por la minoría, menospreciada, infravalorada y vilipendiada en cada gesto, y no son pocos, de las fuerzas de seguridad israelíes en sus innumerables controles diarios.
Jerusalén es un mundo aparte dentro del mundo al que le gusta jugar con el pasado y reescribir su historia una y otra vez, su futuro es tan incierto como la mitología que allí nació y con la que se intenta explicar lo inexplicable para apropiarse de la historia.

Sukkot

Unas fotos sin historias en el Muro de las Lamentaciones (Jerusalén)

Atardecer

Llevo un par de semanas intentando escribir este post y se me estaba tornando imposible hasta que me he dado cuenta de la razón. El Muro de las Lamentaciones es un lugar que significa demasiado pero que a mi no me hizo sentir nada. Ese vacío me dejaba sin palabras cada vez que me sentaba a escribir, no conseguía terminar las frases, no me centraba en lo que tenía que contar. Para mi es una acumulación de datos sin ningún sentimiento, un montón de imágenes sin ninguna historia.

El cólico nefrítico que me dejó atrapado en Jerusalén propició que visitara el Muro unas cuantas veces en los más de 10 días que estuve en la ciudad. Pasé durante la noche, de día, cuando el sol más apretaba, al atardecer y de buena mañana, todas y cada una de esas veces me parecieron iguales, un montón de piedras y mucha gente rara haciendo cosas raras que se basan en normas y leyes incomprensibles que, como los principios de Groucho, pueden cambiar por otras si no acaban de gustar (ver el punto 4 en el cartel de la foto de abajo).

Muro

Mi visión de lo que allí sucedía era continuamente distorsionada por mi imaginación, ya lo mostré con los Sucesos para-anormales en el Muro de las Lamentaciones, y ahora creo que os voy a ahorrar mis estrambóticas teorías e interpretaciones de un lugar que no me provocó mucho más que indiferencia, sentimentalmente hablando. Además creo que para poner datos históricos ya lo hace mucho mejor wikipedia.

Rezando

Por otro lado me da pena por la gente que llegue hasta aquí esperando sentir algo, esperando alguna descripción de lo que supone estar delante de un lugar tan simbólico y abrumador, por eso os invito a leer un post de Carmen escrito desde el corazón, sin condicionamientos como los que a mi me impidieron observar objetivamente, sin reticencias ni formalismos, una historia sin muchas imágenes y no un montón de imágenes sin una historia vivida en primera persona. Yo solo vi, ella sintió:

Una noche en el Muro de las Lamentaciones

Para entender estas fotos del todo hay que leer su post.

Rezando

En el muro

Algunos tipos de ortodoxos de los que circulan por la zona. Estos provienen de antepasados europeos de Centro Europa (Alemania, Austria), mantienen las vestimentas y las tradiciones de sus ancestros.

Plegarias

Detalle de los papeles con deseos que la gente deja el muro.

Rezando

En el muro

En el muro

Descansando

Rabino

Rabino enseñando la Tora a un entretenido público.

El muro del muro

En la foto de arriba se puede ver en la valla que separa la parte reservada a los hombres (izquierda) y a las mujeres (derecha), desde la que Carmen observaba la escena del rabino.

En el muro

En el muro

En el muro

La conga

Uno de los días, durante el Sukot, los ortodoxos comenzaron a bailar la conga mientras cantaban, yo no entendía nada y decidí inmortalizar el instante, me subí a una silla y me puse a grabar, no era el único y pregunté a la persona que estaba justo al lado si sabía lo que estaba sucediendo, casualidades de la vida me respondió en maño y resultó ser Fernán de Que te quiten lo viajao, la única historia que me surgió en El Muro y la mejor de las que podían haber sucedido. Fernán andaba de «maño sabático» junto a Miriam, casi acabando (al igual que yo) y también shockeados con el salto de Asia a Oriente Próximo.
Quiero decir aquí que yo andaba tristón, ya regresaba, y además jodido con el cólico nefrítico… el par de veces que nos vimos y las coversaciones viajeras que tuve con ellos son uno de mis mejores recuerdos de Jerusalén, un flotador que me permitió no ahogarme en la indiferencia y la soledad de una ciudad distante e introvertida. ¿O era yo el que estaba así allí?. Sea lo que sea desde aquí les doy las gracias y en breve lo haré en Zaragoza en persona que ya está tardando la escapada 😉 .

Alucinando con la conga

Mujeres miran estupefactas como los hombres bailan la conga al otro lado de la valla.

En el muro

Balut, es más divertido en Filipinas

Balot

El balut (balot en tagalo) es un huevo de pato fecundado al que se ha dejado que se desarrolle el embrión antes de cocinarlo. Se come cocido o hervido al vapor y es bastante común en Filipinas y algunas partes del sudeste asiático. Yo lo había visto pero no lo había probado hasta que llegué a Cebu.

Me alojé en el Kukuk´s Nest, no es que fuese barato, 400 pesos (7,5 €) en dormitorio de 5 camas, pero me convenció la decoración y el ambiente, tenía una terraza completamente forrada de fotos de Lomografía y la chica de la recepción me explicó que los hijos de los dueños eran artistas (fotógrafo y pintora). Creo que acerté con el lugar porque cuando me levanté de la siesta la zona común y el restaurante estaban a rebosar. En una mesa había un grupo de chavales filipinos charlando animadamente, me senté a su lado y al ratito me ofrecieron un trago de cerveza, es más, me obligaron a tomarlo. Resultó ser una reunión del Cebu Shooters Guild, un grupo de fotógrafos y aficionados a la fotografía de Cebu que hacen quedadas para hablar de fotografía, realizan photowalks y cosas por el estilo… La conversación fue interesantísima, no solo en lo que a foto se refiere, fue una pasada conocer de primera mano y recién llegado las costumbres, rituales y clichés de los cebuanos.
En un momento dado por la zona del patio apareció un tipo con una bici y una cesta sobre ella en la que tenía algo que ofrecía a la gente, los Cebu Shooters empezaron a gesticular y hablar en tagalo como tramando algo, Hendrix me preguntó si había probado el balut, le dije que no e instantáneamente estallaron en risas, ahí entendí que había llegado mi hora de hacerlo. Fuimos hacia el tipo, pidió 2 huevos y me explicó como se come. Primero se hace un agujero en la cáscara y se bebe el «caldito» que hay en el interior entre la cáscara y el «polluelo«. Sabe como a consomé, me gustó bastante. Lo siguiente es abrir la cáscara del todo y meter el interior en la boca de un tirón. La sensación es rara pero sabe como a huevo cocido con pollo así todo mezclado. No me gustó demasiado pero tampoco me disgustó y la parte menos sabrosa, un cartílago blanco, justo cuando me empezaba a pelear con ella me dijo que eso no se comía y lo escupí. Un buen trago de birra y prueba superada.
De una de las mesas de detrás nuestro salió una voz que decía: «Fuck dude, you’ve eaten the egg like a boss«, un británico, claro, y todo el mundo empezó a reírse a carcajadas. Y si, como un jefe me lo comí, por suerte no soy asqueroso para estas cosas y si alguien se lo come a la vez que yo menos aún. Pienso que la mayoría de las veces son tabús culturales y tradicionales lo que nos impide ver estas comidas en perspectiva. En Filipinas estos huevos empiezan a ser una delicatessen que se sirve en los mejores restaurantes.

Más tarde me explicaron que los hay de distinta «añada«, o «semanada» mejor dicho. El que nos comimos era de 2 semanas, y teniendo en cuenta que el tiempo de gestación de un pato son 4 semanas podemos decir que me comí «medio patito«. Yo solo noté cartílago, en los de 3 semanas ya están practicamente formados el pico y las patas, supongo que la sensación en la boca será algo distinta. El precio fue de algo menos de un euro por los 2 huevos y dio para unas buenas risas, yo siempre digo «donde fueres haz lo que vieres» y en Filipinas no podía dejar de probar el balut… y menos estando obligado.

La foto es de Hendrix (Blue Pax), me la mandó editada con el texto porque es el claim de Turismo de Filipinas para promocionar el país, todo «es más divertido en Filipinas«, y comer balut también.

Volví a Cebu un par de veces más pero no tuve la suerte de volver a encontrarme con todo el grupo de los Cebu Shooters, una de las veces pude quedar a tomar unas cervezas con Mark, pero el resto no podía pasar ese día. Malapascua me robó mucho tiempo y me quede con las ganas de aceptar el ofrecimiento que me hicieron para recorrer Cebu durante un día haciendo fotos con ellos.  Quizá lo hagamos algún día.

Por último, os dejo el enlace aun vídeo del señor Blai que también probó el balut en su paso por Filipinas, lo mejor del vídeo… sus caras, sin lugar a dudas: Probando el huevo «balut» en Filipinas.

***

Quiero decir que últimamente el blog parece un poco caótico, vamos, que salto bastante más en el tiempo de lo que estaba acostumbrado a hacer, pero es que del el viaje de Asia ya casi lo he contado todo, me faltan un par de post sobre Palestina y las cosas, como esto del balut, que se me hayan quedado en el tintero, y hay que pasar página. A partir de ahora iré intercalando cosas sueltas de este viaje con el final de la vuelta al mundo (que no terminé nunca de contar) y los viajecitos que vaya haciendo hasta que me vuelva a picar el gusanillo de otro gran viaje.

El mercado flotante de Damnoen Saduak en Bangkok (Tailandia)

Damnoen Saduak

Un mercado flotante era de las pocas cosas que me quedaban por ver en Bangkok y tarde o temprano tenía que llegar.
Antes de empezar el viaje de 11 meses a Asia estuve mirando vuelos a Tailandia a ver si conseguía pasar el mínimo posible de días sueltos en la ciudad antes de salir para Myanamar. Las cábalas no salieron de la mejor forma posible y estuve por allí una semana, tiempo de sobra para intentar ver algunos de esos «imprescindibles generalistas» que se me habían pasado en anteriores visitas.
Llamo «imprescindibles generalistas» a esos lugares que por considerarlos muy turísticos o poco interesantes no despiertan mi interés primordial, se sitúan como lugares posibles si hay tiempo de sobra o las circunstancias no propician una opción mejor.

En el caso de Damnoen Saduak se dieron ambas condiciones. Tenía una semana y llegaba en Noviembre de 2011, con media Tailandia inundada en general y Bangkok en particular. Entonces, si la ciudad estaba inundada, ¿que mejor que una atracción flotante para que no se viese afectada?.El problema fue llegar hasta allí, se encuentra a 80 kilómetros de Bangkok y nadie confirmaba que las carreteras no estuvieran cortadas por el agua, ni en la misma estación de autobuses. El aburrimiento y la falta de perspectivas ganaron a las dudas y tras un taxi a la estación Este de Bangkok y una minivan de unas 2 horas estaba en algún punto cercano al mercado intentando no ser timado por los barqueros. Lo de siempre.

Damnoen Saduak

Ya sabía donde estaba viniendo por lo que estaba totalmente mentalizado, es un lugar turístico. Lo primero es NO a todo, luego ya veremos. Intenté que me explicasen donde empezaba el mercado y si la estación de autobuses donde me dejaron estaba muy lejos… tarea imposible, como era lógico había que ir en barca por un precio «muy barato amigo«. Les dije que ya me buscaba la vida y empecé a caminar hacia la carretera, antes de llegar a la puerta me llamaron para decirme que era hacia la izquierda, menos de 10 minutos, les di las gracias –kopun kap- y me puse en marcha.

Damnoen Saduak

Imagino que debido a las inundaciones de esos días las dudas ganaron a muchos de los turistas que suelen visitar este mercado y se quedaron por Bangkok. Estaba bastante vacío, algo que por supuesto no me disgustó, el problema es que tampoco tenía la vida que había visto en fotos y vídeos del lugar, no tenía la multitud y el abarrotamiento de barcas y productos, lo que por otro lado permitió una mayor cercanía para charlar con las vendedoras. Me llamó la atención que casi no se ven productos de verdadero mercado, la mayoría de las barcas venden comida o souvenirs y lo que más me llamó la atención es que los rasgos de las vendedoras no me parecían demasiado thais. Os aseguro que tras unas cuantas visitas al sudeste asiático se puede distinguir las caras de los habitantes de los distintos países… no al 100%, por supuesto, pero acabas viendo esas diferencias, ni todos los chinos son iguales ni todos los blancos somos narizotas. Además las ropas y algunos adornos hacen inconfundibles algunas nacionalidades, si lleva thanaka en la cara está claro: es birmana.

Damnoen Saduak

El caso es que me puse a preguntar, «where are you from?«, al principio se quedaban como un poco sorprendidas y al momento sonreían entendiendo que se lo preguntaba a sabiendas de que no eran tailandesas. Birmana y laosiana fueron las nacionalidades mayoritarias entre barqueras y vendedoras de la orilla, en las tiendas eran más tailandesas, si era su negocio, pero las dependientas eran birmanas también, en su mayoría.
El desarrollo trae inmigración y esta copa de primeras el sector servicios, esos trabajos mal remunerados que ningún nacional quiere hacer. El problema llega cuando ese desarrollo se da únicamente en algunas zonas del país (turísticas, industrializadas, urbanas…) y esos lugares deben asimilar la inmigración exterior y la que proviene del campo y las partes más agrícolas, cuando en la realidad los inmigrantes extranjeros compiten con una gran parte de nacionales que se encuentran, por desgracia, en igualdad de condiciones. Entonces estos nacionales se quedan esos trabajos malos y para los extranjeros (más pobres) quedan los que son de lo malo, lo peor. Son conclusiones sin datos, pero a mis preguntas de cuanto ganaban trabajando de lunes a domingo sin festivos ni vacaciones todas respondían con silencio, sonrisas o un escueto «para vivir«.

Damnoen Saduak

Damnoen Saduak

Damnoen Saduak

Damnoen Saduak

Damnoen Saduak

Lo que más me gustó fue pasear por los alrededores del mercado, por los puentes, entre los canales, salir de la marabunta de tiendas-barca para intentar ver como vive la gente de la zona, como hacen cuando no te están mirando fijamente a los ojos para ver si compras.

Damnoen Saduak

Damnoen Saduak

Damnoen Saduak

Es una de mis maneras de buscar el encanto de un sitio, apartarme hasta que no hay nada que me diga lo que tiene de especial y que aún así me llamen la atención las imágenes que veo. En Damnoen Saduak no encontré mucho más que el encanto que ya había visto en postales de otros. Es un lugar para ver, pero uno más en una región repleta de mercados flotantes.
Es lo que tiene el monzón… mucha agua.

Damnoen Saduak

Algunos datos prácticos:

– Para llegar a Tailandia desde España puedes reservar vuelos con Iberia.
– Para llegar a Damnoen Saduak desde Bangkok puedes hacerlo de forma sencilla desde la estación de Ekamai, las minivan parten cada 30 minutos y el coste es de 80 Baths.
– El precio de una barca para la visita del mercado es de entre 350 y 500 Baths sin forzar el regateo (solo pregunté).
Una comida para una persona en uno de los restaurantes locales de la orilla fueron menos de 100 Baths incluyendo la bebida. Hay que tener en cuenta que al ser turístico los precios van a ser más altos que otros lugares del país.
– No muy lejos de este lugar se encuentra el mercado flotante de Amphawa, al parecer es menos turístico, o al menos tiene más turismo local.

(*) Este es el primero de una serie de post sobre Bangkok que tengo pensado escribir, creo que no le he dedicado a esta ciudad la atención que se merece.

Entrando a una cárcel de melancolía en Hebrón (Palestina)

Entrando a una cárcel de melancolía

«Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros» enunciaban los cerdos del libro de Orwell como séptimo y último de sus mandamientos. En Rebelión en la granja esta es una frase fundamental, para Palestina es una constante, para la historia del mundo metaforiza una máxima de la opresión.
Hebrón lo muestra y te muestra que incluso tú, tal vez, no seas tan igual como otros. Por ejemplo, los palestinos que viven allí no deben ser tan iguales como el resto de palestinos de Cisjordania y los palestinos que viven en la ciudad vieja deben menos iguales aún, por eso será que pierden sus casas y su pasado. A su vez, los judíos que viven en Hebrón deben ser más iguales que los que viven en Jerusalén y por eso hay más de 2000 soldados israelíes para «proteger» a cerca de 600 colonos y les entregan las casas robadas a los palestinos y un dinero en efectivo para comenzar su futuro en este «paraíso«. Pero también unas religiones deben ser más iguales que otras y los ateos debemos ser los menos iguales, por eso tenemos que decir en los puestos de control israelíes que somos cristianos y ver si de esta forma nos dejan entrar a visitar El santuario de Abraham.

Hebrón parece un despropósito de la razón, hasta que te adentras por las callejuelas de la ciudad vieja y descubres que lo que es en realidad es una cárcel de melancolía para unos presos que no quieren escapar de ese lugar.

Entrando a una cárcel de melancolía

La primera impresión es la de una ciudad de 160.000 habitantes con una vida aparentemente normal. La gente camina por la calle, va al mercado, el tráfico no para un instante, los colores impregnan las superficies y puedes intuir muecas de sonrisas en las conversaciones cotidianas.

Un occidental solitario con cámara al cuello es «algo» interesante en cualquier lugar fuera de «occidente» y Hebrón no es una excepción. Las primeras conversaciones son siempre sobre fútbol, las siguientes lo serían también. No conseguí pasar esa barrera en las primeras tomas de contacto, intentar entrar en una conversación más profunda apagaba las sonrisas y tornaba en desinterés la atención que me prestaban. En esos momentos empecé a notar donde estaba.

Entrando a una cárcel de melancolía

Hebrón, a diferencia de la mayoría de las ciudades palestinas, tiene a los colonos en su interior. Mientras que en el resto de los territorios ocupados los palestinos suelen convivir rodeados, en esta ciudad los tienen dentro y es por ello que a medida que te acercas a la zona judía las sonrisas desaparecen y los colores se pierden, no por el filtro de la razón, es la criba del corazón la que dota de luz a los recuerdos.

Entrando a una cárcel de melancolía

Entrando a una cárcel de melancolía

Cuando te quieres dar cuenta estás en otro lugar. El silencio y la apatía copan cada centímetro de pureza tornando las imágenes en visiones de intransigencia. Caminaba meditabundo pensando en la razón que habría llevado a esas 600 personas a querer vivir rodeadas de odio, vigiladas continuamente y con una libertad de movimiento tan limitada. No me entraba en la cabeza. ¿Tan valioso es esa tumba de los patriarcas como para sacrificar la belleza de la vida por ello?. Al fin y al cabo ellos eligieron entrar allí, al pueblo palestino no le queda más que la resignación de no haber elegido que les echasen de sus casas.

Entrando a una cárcel de melancolía

Entrando a una cárcel de melancolía

Entrando a una cárcel de melancolía

Y cuanto más cerca del santuario (y de los colonos) mayor silencio, mayor resignación, más cantidad de casas vacías o abandonadas y más comercios cerrados. Los bajos siguen siendo palestinos, los judíos van tomando los pisos altos y desde ellos empiezan a tirar basura, orín, desperdicios de todo tipo. De esta forma intentan complicar la vida a sus vecinos, una vida ya difícil de por si. A nadie le apetece vivir al lado de estos fanáticos armados, vivir al lado de la bandera israelí o la estrella de David que plantan en cada nueva conquista, de las UZIS de los militares que casi pueden verte a través de la ventana de tu casa…

Entrando a una cárcel de melancolía

Es una conquista lenta y silenciosa. Ibrahim y Hamed me explicaron que cuando consiguen echar a los vecinos más próximos ocupan esa casa y vuelven a estar a solo un muro de los siguientes. Van ganando terreno poco a poco, casi sin que se note, – no será hoy, ni mañana, pero si esto sigue así los nietos de sus hijos serán los dueños de todo Hebrón-. ¿Que os queda?, les pregunto, – Esperar. Nosotros somos mayores, nuestra hora está cerca -.

Entrando a una cárcel de melancolía

Entrando a una cárcel de melancolía

Seguí caminando por esa especie de laberinto que es la Ciudad Vieja, muchas calles han perdido su salida, los muros crecen de un día para otro como construidos por hormiguitas del ejercito israelí. Lo que un día era el callejón que daba a la casa de tu madre desaparece en un instante convirtiendo ese camino en una vuelta a la manzana de 20 minutos. El pasado se modifica a cada paso, es el mundo al revés.

Entrando a una cárcel de melancolía

Said es arquitecto (al menos lo era), fuma su narguile con su amigo Abdel en el cafetín que hay al lado de la Mezquita de Al-Jawali. Son los primeros en avisarme de que no voy a poder pasar al Templo de Abraham, es Yon Kipur y como también es un templo judio han decidido cerrarlo en su totalidad para sus celebraciones. Me indigno, «ya te des-indignaras«, o algo así me dicen. Antes de marchar Said me informa de que como no me van a dejar pasar me estará esperando con un té para charlar un rato a la vuelta.

Entrando a una cárcel de melancolía

Sigo dando vueltas y encontrándome con muros, parece que es cierto y todos los accesos están cortados. Al parecer tampoco voy a poder ver la parte judía, están de fiesta y no quieren intrusos.

Entrando a una cárcel de melancolía

Entrando a una cárcel de melancolía

Voy hasta las casetas de los soldados que hay en uno de los accesos para intentar preguntar, como no se acercan lo hago a gritos, ellos me miran fijamente sin decir palabra haciendo gestos de negación con la cabeza. ¿Estarán escuchando algo de lo que digo?. Seguro que no. Entonces decido ir a la puerta y gritar desde allí, alguien me escuchará. Al cabo de 10 o 12 gritos se acerca un ortodoxo que no habla demasiado inglés, lleva una UZI al hombro. Le digo que quiero entrar al templo, me pregunta si soy judío y le niego con la cabeza, como me sigue mirando a los ojos esperando una respuesta le digo que soy cristiano, no le miento, en realidad fui bautizado. Se da la vuelta para irse sin tan siquiera responderme, le digo que Abraham fue un profeta del cristianismo y tengo derecho a entrar y casi sin terminar de decir la frase un soldado salido de la nada me interrumpe diciendo que es Yon Kipur y esta reservado para su festividad, solo pueden entrar judíos. No hay más conversación posible, se dan la vuelta y se van definitivamente.

Entrando a una cárcel de melancolía

Allí me quedé con cara de tonto, atónito ante tanta prepotencia hasta que aparecieron Aaminah y Rajeeyah con una sonrisa en la boca sorprendidas ante el tipo raro que acababan de encontrarse. Iban camino de casa, les tocaba dar una buena vuelta porque a ellas también les habían cortado el acceso con motivo del Yon Kipur. No les importaba, al menos ese día ya era diferente, una nueva ruta de vuelta a casa, unas risas con un chico que les había hecho unas fotos y todo parecía cambiar de color, o incluso empezaba a cobrarlo. Ese día Aaminah y Rajeeyah eran más iguales que otros días, el bloqueo que cortó mi sonrisa provocó que yo estuviese allí para hacer florecer las suyas. Ellas fueron una nota de color en el gris que se estaba apoderando de mi corazón, me enseñaron a creer que aún hay esperanza.
Cuando decidieron que había llegado el momento de partir lo hicieron con un ligero gesto y una mueca de adiós como si nos fuésemos a ver al día siguiente y yo volví al cafetín de al lado de la Mezquita de Al-Jawali para tomar el té con Said. Quería que me ayudase a buscar a Ibrahim y Hamed, tenía que decirles que no no podían quedarse esperando, su hora podía estar cerca pero a Aaminah y Rajeeyah les faltaban muchas sonrisas que regalar y demasiados colores de los que disfrutar. Tenía que decirles que ellos son la memoria, los que pueden impedir que el pasado se modifique a cada paso a base de muros, porque esa es la misión de los ancianos. Ellos no deben preocuparse del futuro, la energía y la ilusión son el color con el que Aaminah y Rajeeyah pintarán un día las paredes de Hebrón. Insha’Allah.

Entrando a una cárcel de melancolía

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