Dragón, mi compañero de bungalow (Koh Tao – Tailandia) / Foto de la semana

Dragón: mi compañero de bungalow

Os presento a Dragón, uno de mis compañeros de bungalow. Suele venir a visitarme sobre todo por las noches, junto con Geko y Murcielago, mis otros 2 asiduos acompañantes, mientras yo hago un poco de «hamaquing» antes de dormir. Me hacen compañía y se comen los mosquitos y demás insectos que sobrevuelan la terraza, con lo que os podéis imaginar que su presencia no me disgusta para nada.

Dragón es un reptil de la familia de los Gekkonidae, comúnmente conocidos como Gekos, que viven en climas templados y tropicales y, lo más sorprendente, son capaces de vocalizar, si, de vocalizar. El nombre proviene de la onomatopeya del sonido que hacen pero en malayo, porque estos bonitos bichichos son capaces de reproducir la palabra «gekko«, junto con algunos otros sonidos, para interactuar entre ellos.

La otra capacidad que tienen es la de poder «escalar» por cualquier superficie y sin esfuerzo, ya sea cristal, madera o cemento no tienen problemas para ejecutar vías que dejan en nada un 9A de bloke.

Es un animal totalmente inofensivo a pesar de los colores chillones que pueda mostrar y en Tailandia forma parte de la superstición local, se dice que si escuchas su sonido 7 o más veces seguidas es un símbolo de buena suerte, si esto sucede durante un parto implica que la vida del recién nacido será afortunada.

A mi me encanta tenerlo rondando por casa y hay noches que parece que estoy viendo un documental de National Geographic desde mi hamaca, cuando muestra sus dotes como cazador atacando algún «bicho hoja» despistado. Normalmente lo consigue y se lo come. Un espectáculo de los más interesante.

Surf en Tailandia: cogiendo olas en Memories (Khao Lak)

Surfing Khao Lak

Si alguien me hubiese dicho que iba a estar surfeando en Tailandia en el mes de Abril estoy seguro que no lo hubiese creído. Tal vez si me dicen en Junio, cuando el monzón ya está en pleno apogeo… o que puede haber olas hasta septiembre (antes de que amaine)… igual habría llegado a dudar.

De todo el sudeste asiático Tailandia es el país con costa menos relacionado con el surf, los mejores, sin duda son Indonesia y Filipinas seguidos de Malasia y Vietnam. Cada uno tiene su momento y temporada pero a lo largo de todo el año es fácil practicar este deporte en esta región de Asia.

Lo único que había escuchado de Tailandia eran algunas referencias en Phuket, que llegan olas medio buenas durante los meses de Junio a Septiembre en las playas de Hat Kata y Nai Han, pero nadie me había terminado de confirmar.

Y de pronto me encontré cogiendo olas de hasta 2 metros en la costa oeste tailandesa unos 100 km al norte de Phuket, en pleno mes de Abril. Khao Lak, la puerta al mejor buceo de Tailandia, también tiene surf.

Surfing Khao Lak

Surfing Khao Lak

Surfing Khao Lak

Vale que no es un «top ten«, que solo hubo algún día suelto que pudieron pasar los 2 metros y que no rompian con demasiada fuerza, pero con el tiempo que llevaba yo sin surfear fueron las condiciones perfectas para disfrutar y volver a sentirme cómodo en la tabla.

En la playa frente a Memories se puede surfear durante todo el día (en función de la marea), rompen a izquierdas y a derechas (mejores a derechas), más fuerte a primera hora de la mañana y última de la tarde… incluso con un poco de luna puedes pillar algunas olas de noche. Los únicos locales que había surfeando eran Ching (el dueño de Memories), los empleados y algunos amigos… con lo que no se crean demasiados problemas territoriales con las olas (menos mal, odio el “only locals” surfero).

Las condiciones de esos días me parecieron perfectas, había playas cercanas donde estaba entrando con un poco más de fuerza y Nico fue alguna que otra vez con Ching a probar las olas, para mi estaba de sobra con lo que llegaba a “nuestra” playa y decidí no moverme mucho más. Tabla y hamaca eran todo lo que necesitaba.

Surfing Khao Lak

En Memories dan clases de surf y alquilan tablas durante todo el año. Es una playa de arena, sin reef, con olas de ambos lados que no pillan demasiada fuerza. Un buen lugar para divertirse pero mejor aún, el lugar perfecto para aprender.

Surfing Khao Lak

Surfing Khao Lak

Ahora me ha vuelto a entrar el mono y si regreso a Filipinas el mes que viene algunos de los destinos que visitaré seguro serán Siargao y Charlies point, pero si la opción es India tal vez acabe bajando al sur, que tengo entendido que también se pueden coger olas, preguntaré a Miki (le conocí en Malapascua) donde estuvo él surfeando con Hare Krishnas. Puede ser bastante curioso… y distinto.

Recuerdos de atardeceres, Memories in Khao Lak (Tailandia)

Memories Khao Lak

Cerca de 20 minutos en moto separan Memories del mundo. Llegar no es sencillo pero salir de allí es aún más complicado. En este lugar el tiempo se detiene o avanza tan despacio que por momentos cuesta tomar consciencia de la hora, del día que es, e incluso de donde estás.

Yo llegué desde Bangkok (BKK). Estaba con Vanesa y Nico, ella regresaba temporalmente a España y él tenía que hacer cierta burocracia antes de que se fuesen para Islas Salomón a llevar un centro de buceo. La cercanía del monzón estaba abrasando la ciudad y los casi 40 grados de temperatura estaban chamuscando mi cerebro, entonces decidí marchar y esperar a Nico en Khao Lak.

Para bajar desde BKK compré el billete en alguna de las agencias de Khao San Road, aunque no me gusta viajar únicamente rodeado de otros “farang” acaba siendo la forma más barata de moverse en Tailandia (para bajar al sur). Fueron 500B (13€) por cerca de 17 horas de viaje. Yo lo llamo el método “flautista de Hamelín”. Consiste en que el/la flautista pasa por las distintas agencias u hostales con su flauta invisible (o con un megáfono) invitando a las “ratas” (los farangs) a seguir su rumbo. Luego te meten en un autobús y mandan a todos juntitos al destino deseado.
Nico lo intentó por su cuenta (transporte local) y no le salió más barato.

Una vez en Khao Lak, una ciudad/calle sin demasiado encanto, me alojé en Fasai Guesthouse, muy interesante en relación calidad/precio. Allí estaban Ángel, Jo y Marquitos (la GoPro Family), buscando opciones tras su marcha de Filipinas (al final han acabado en México). Pasé un par de días con ellos hasta que llegó Nico de su aventura burocrática y salimos para el que sería nuestro nuevo y momentáneo hogar.

Memories

Memories

Khao Lak no tiene demasiado, una playa que no es bonita y un pueblo que aún lo es menos, pero es la puerta a las Similan Islands, uno de los paraísos del buceo en Tailandia. Desde aquí (o Phuket) salen los barcos de vida a bordo con los que poder explorar el archipiélago.

Estas islas, parque nacional protegido, cierran durante los meses del monzón y nosotros llegamos poquito antes, cuando salían los últimos barcos. Nuestra idea era pasar un par de días de vida a bordo si las condiciones del mar lo permitían, Nico había trabajado unos cuantos años en la zona y tenía bastantes contactos para intentar que nos colasen en algún barco. Al final tuvimos un pequeño contratiempo que no nos permitió ir: Memories.

Como ya he comentado, Nico estuvo algún tiempo trabajando allí y entre sus muchos amigos en la ciudad está Ching, el dueño de Memories:

Nico y Ching

Memories es bar y restaurante, alojamiento, con tablas para alquilar y donde poder tomar clases de surf (lo desarrollaré en el siguiente post).

Nos dejaron un bungalow con una cama pequeña, pusimos la hamaca en la terraza, pillamos un par de tablas y nos pasamos una semana haciendo poco más que surfear y mirar como pasaba el tiempo.

Atardecer

Atardecer

Atardecer

Atardecer

El lugar es especial, el ambiente que crean Ching y el resto de su equipo es como para no querer irse de allí, si a eso le unimos el surf y algunos de los atardeceres más bonitos que he visto en Tailandia se transforma en uno de esos lugares que pasan a mitificarse, a ser recordados por siempre como reductos de felicidad y paz donde puede sentirse uno como en casa.

Hamaca

A mi me pasó, tenía pensado salir para Perhentian, en Malasia, donde estaba a punto de empezar la temporada alta, a ver si encontraba trabajo como Divemaster, pero se estaba tan bien en aquella playa que estuve postergando la salida tanto como pude.

Los días pasaban como si durasen la mitad y las horas de hamaca mirando al mar se mezclaban entre ensoñaciones y siestas despistadas con los paseos al pueblo a por provisiones y los ratos cogiendo olas. Cuando llegaba la tarde podíamos pasar horas sin hablar, contemplando las luces crepusculares absortos en divagaciones de recorrido tan corto como poco profundo.

Atardecer

Atardecer

Atardecer

Eso es Memories, un oasis cerca de Khao Lak donde dejar que pase el tiempo y la vida, por un rato, sin más preocupaciones que la altura de las olas que están por venir..

Memories

No puedo dar datos de los precios porque al ser amigos de Nico no quisieron cobrarnos, pero son precios asequibles. Para llegar hay que ir en taxi (está lejos y no creo que sea barato) o alquilar una moto (sobre 150B al día). Es la carretera que sale de Khao Lak hacia el norte, pero lo mejor es preguntar por allí.

Cuando conseguí despegarme de la hamaca y la tabla compré un billete para Sungai Kolok, en la frontera con Malasia, para ir a Palau Perhentian, unas islas en la costa este malaya relativamente cercanas a la frontera con Tailandia.

Vistas

Memories

Y así salí de Memories, con la idea segura de que volvería (al menos a por mi chubasquero, que decidió quedarse) y pensando en cuando sería la siguiente vez que me encontraría con Vanesa y Nico, con quienes, entre unas y otras, había pasado bastante tiempo en los últimos 4 meses.

Vale, en realidad lo que más me planteé no fue el “cuando”, fue el “donde”.

Todo sea que acabe visitando Islas Salomón en este viaje 😉 .

Si hay qué ser, se sé (Koh Tao – Tailandia) / Foto de la semana

Si hay que ser se sé

Esta semana el protagonista de la foto es Sebas, el instructor del curso de Freediving que acabo de terminar con Álvaro Diving en Koh Tao. La foto se me ocurrió la primera vez que vi su tattoo, decidí que era algo que tenía que retratar y guardar. Poca gente conozco capaz de tatuarse el pecho con una frase tan… «tan«, y Sebas es una de esas personas.
Él es él y lo tiene claro: Si hay que ser, se sé.

Y por eso empecé el curso de Freediving, porque si hay que ser, se sé, y yo ya soy. Hoy he terminado el curso Nivel 1, para entendernos, soy como un open water del Freediving. He bajado 18 metros con una sola respiración haciendo un tiempo de 1 minuto 34 segundos y llegué a 2 minutos en «estático» fuera del agua.
El curso tiene otros 2 niveles antes del «divemaster«, igual me animo a seguir con ello, es un reto grande competir contra tu cuerpo y ver que se puede vencer al cerebro, cuando dice que no puedes más aún te falta muuuucho para llegar al límite.

Quiero seguir practicando esta disciplina del buceo y en breve contaré como ha sido el curso con más detalle, pero antes tengo que celebrar que no todos los días uno se supera a si mismo de una forma tan intensa. Me voy a tomar algo a la salud de Sebas, que no ha conseguido ahogarme 🙂 .

Wat Phra That Doi Suthep, un templo 306 escalones por encima de lo mundano (Chiang Mai – Tailandia)

Reclinado

La primera vez que visité el Doi Suthep quedó grabado en mi memoria para siempre, como casi todo aquel viaje. Fue en 2006. Mi primera visita al sudeste asiático me sobrecogió, por culpa de ese viaje decidí aventurarme a dar la vuelta al mundo 2 años más tarde y 6 años después son 8 los meses que llevo ya viajando por Asia.

Tal vez mi memoria ha ido dando más importancia de la que debería a este templo y fue Chiang Mai en su conjunto lo que me enamoró. La religiosidad y el espíritu de la ciudad provocan que la subida a la colina sobre la que reposa este Wat sea una experiencia un tanto mística.

Doi Suthep

Pero mi mejor recuerdo de hace 6 años fue bajando, cuando paramos en un templo/escuela (Wat Sry Soda) en mitad de ninguna parte y decidieron invitarnos a una clase de ingles y a conocer como es, a grandes rasgos, la vida en aquel lugar. Supongo que se juntó todo, mi primer contacto con monjes y novicios, mi curiosidad respecto al budismo, su curiosidad con respecto a los occidentales, yo estaba empezando con Asia y aún no tenía “templitis”, eramos los únicos extranjeros en aquel lugar… las  conversaciones fueron tan intensas y didácticas como divertidas y resolví una gran parte de las incógnitas que para mi rodeaban su forma de vida (el budismo).

Seis años más tarde volvía a Chiang Mai y este era uno de los lugares obligatorios para visitar. Había llegado con Roberto desde Koh Chang, el Songkram estaba a punto de comenzar y teníamos un día para visitar el Doi Suthep… o eso pensábamos nosotros.

Como yo quería volver al templo/escuela decidimos que la forma más cómoda e independiente de ir era alquilando una moto. Fueron 200 B con seguro (150 sin él).

El Phra That Doi Suthep se encuentra a 13 km de la ciudad en la colina con el mismo nombre (Doi Suthep) y a 1676 metros de altura. El emplazamiento es este porque según cuenta la leyenda (una de ellas) hace casi 800 años uno de los reyes de Siam colocó una reliquia budista sobre un elefante blanco y el templo se construiría donde se parase el animal. Este fue el lugar elegido por el paquidermo; lo alto de la colina.

Una vez allí aún hay que subir los 306 escalones bordeados por las colas de 2 dragones Lanna y dan paso a una terraza abierta al rededor de la estupa principal. Las vistas desde aquí son preciosas y en un día despejado puedes llegar a ver todo Chiang Mai.

Doi Suthep

Dentro la cantidad de reliquias y la calidad de las mismas es abrumadora. Es uno de los templos de peregrinación para muchos budistas y se nota. A pesar de la afluencia de turistas occidentales, el número de asiaticos siempre es mayor.

Doi Suthep

Doi Suthep

Esta segunda visita me encantó también pero si tengo que compararla con mi vuelta a la Shwedagon Paya de Yangon, por ejemplo, quedaría como una segunda parte “sin pena ni gloria”. Son muchos los factores que debieron influir, en 6 años todo cambia, era casi “Año nuevo” y el ambiente era más festivo que religioso, incluso para mi, yo no estaba tan receptivo a la mística del lugar como la vez anterior.

Eso no quita que pasásemos cerca de 2 horas caminando por su interior e intentando mimetizarnos con él para lograr sentir la paz que emana el lugar.

Doi Suthep

Doi Suthep

Doi Suthep

Doi Suthep

Doi Suthep

Doi Suthep

Antes de volver a la ciudad decidimos continuar la carretera para ver que sorpresas podía depararnos aquella colina. Como no llevábamos la Lonelyplanet de Tailandia no sabíamos que pasado el templo hay un palacio, algo más allá una aldea Hmong adaptada a los turistas con su mercado de artesanías y souvenirs, y poco más. Eso si, todo ello enclavado en un bosque húmedo y nublado en el que parece que has salido de los trópicos.

El camino en si mereció la pena y a la bajada decidimos volver a buscar el Wat Sry Soda. Lo encontré, pero la cercanía al Songkram hizo que muchos de los monjes y novicios estuvieran en periodo vacacional, pasando estas fechas con la familia o en templos de la zona.
A veces parece absurdo intentar revivir los recuerdos, aunque el sabor agridulce de no poder volver a repetir aquellos momentos desapareció como “borrado por el agua” en el mismo momento que entramos a la ciudad. El Songkram se había adelantado y Chiang Mai estaba lista para reemplazar mis viejos recuerdos por otros distintos y de tan alto nivel. Me regaló uno de los mejores “años nuevos” que nunca he vivido.

Hay un libro de Ray Loriga que se titula “Tokyo ya no nos quiere”, lo leí en China al principio de la vuelta al mundo y lo recordé hace un par de días no se porqué. Ahora me viene a la mente parafrasear el título para acabar este post. Tras la semana que pasé allí 6 años más tarde y a pesar de todo, estoy bastante convencido de que… “Chiang Mai todavía me quiere”… y yo a ella.

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