Grupo de turistas asiáticos en el Monte de los Olivos. No parece que hagan mucho caso al guía.
Small World es el título de un libro del fotógrafo británico Martin Parr que se podría definir, según su autor, como: la diferencia entre la realidad y la mitología de un lugar turístico.
Descubrí a este señor gracias a un comentario de Pablo Strubell en el post sobre los turistas en Petra, hace menos de una semana y ya me tiene encandilado. Lo definen como el fotógrafo del turismo, a mi me pareció un documentador del domingueo. Tiene una capacidad especial para elogiar la mediocridad mientras hace de cronista de nuestro tiempo. Muestra la realidad del mundo turístico, las secuelas de la globalización, la desvergüenza del anonimato.
Nos empeñamos en querer ver una visión de los lugares que los idealiza, postales que no terminan de ser reales y Martin Parr lo único que hace es mostrar la realidad, la otra realidad.
Todo esto fue algo que yo sentí en Jerusalén. Me pareció una ciudad mercado, un parque temático de las religiones plagado de peregrinos, turistas, viajer@s, militares, debot@s, curiosos, historiadores y buscadores de historias que caminan sin rumbo fijo guiados por algún tipo de impulso que los lleva a las situaciones más extrañas.
Jerusalén es ese pequeño mundo de Martin Parr donde realidad y mitología se mezclan hasta casi hacerse una.
Interior de la Basílica del Santo Sepulcro en el monte del calvario. Cada uno a lo suyo.
Interior de la Basílica del Santo Sepulcro en el monte del calvario. La piedra donde se lavó el cadáver de Jesús, supongo debe tener propiedades mágicas que permiten bendecir los suvenirs.
Interior de la Basílica del Santo Sepulcro en el monte del calvario. La piedra donde se lavó el cadáver de Jesús. Cada uno a lo suyo.
Interior de la Basílica del Santo Sepulcro en el monte del calvario. La piedra donde se lavó el cadáver de Jesús, pases a la hora que pases siempre encontrarás a alguien bendiciendo sus suvenires y estampitas.
Interior de la Basílica del Santo Sepulcro. Esta es la cola para entrar al Santo Sepulcro. Por alguna extraña razón mi fe no fue suficientemente intensa como para permitirme esperar el tiempo necesario y me fui a comer un kebab.
Este post no intenta más que hacer de pequeño homenaje a un fotógrafo que acabo de descubrir y me ha encantado, además, estaba escribiendo un post algo más serio sobre Jerusalén pero es que con el circo de las fumatas se me han quitado las ganas. Mejor reírse.
Habemus más de lo mismo.
¡Gracias Pablo por descubrirme a Martin!