De Amán a Jerusalén por el puente del Rey Hussein (Jordania – Palestina)

Frontera Jordania Palestina

El paso fronterizo del puente del Rey Hussein (King Hussein Bridge), puente de Allenby para los israelíes o Al-Karameh para los palestinos, es uno de los más liosos que nunca he cruzado. Al menos a priori.
La información en general es mala y confusa, nadie puede confirmar si es posible volver a por ese mismo punto o hay que usar alguno de los otros 2 cruces que tienen. Cuando digo nadie es nadie; ni embajadas, ni ministerios, ni consulados, ni la gente de allí… Lo seguro es que no emiten visados de entrada a Jordania por lo que la entrada directa desde Israel o no es posible a través de este puente.
Según algunas informaciones se puede cruzar si vas a visitar o Israel durante el periodo que te dura el visado de Jordania y no hay que hacer ningún papeleo. Parece ser que es de un mes (el tiempo que yo estuve) pero tampoco puedo confirmar nada. Yo allí no me enteraba de la misa la media (o del rezo la media o de lo que sea).

Al final como mi vuelo de vuelta a era desde Amán y mi intención era la de visitar únicamente los Territorios Palestinos me encabezoné con entrar y salir por este paso fronterizo. Es el único que une Jordania y Palestina sin cruzar por territorio israelí. Eso si, menos mal que tenía a Israa para ayudarme con el papeleo. Una mañana de ministerios, unos cuantos formularios, unas fotocopias y mucho morro después conseguí un «salvoconducto» que me permitía la vuelta a Jordania por ese lugar.

salvoconducto

No os puedo confirmar que sirvió de algo, ni tan siquiera tengo muy claro lo que pone, solo se que entré y salí de Palestina por el Puente del Rey Hussein sin trabas de ningún tipo. Bueno, las mismas que el resto que quiera intentarlo. Y no son pocas.

Empieza temprano con el bus desde Amán hasta la parte jordana de la frontera (7,5 JD). Ahí se hacen los trámites de salida y son 10 JD.  En este punto pedí que no me pusiesen sello de salida del país.
El sello del Israel en el pasaporte limita a la hora de viajar a otros países árabes de la zona (Líbano, Siria, Libia, Argelia…), el de Jordania no hay problema pero como tenía pensado pedir en la de Israel que tampoco me pusiesen su sello en el pasaporte, lo que no podía tener es un sello de salida de Jordania a ninguna parte y vuelta a entrar. Solo pensando un poco queda claro que es por la visita a Israel y es motivo suficiente para que en las fronteras de sus países «enemigos» no te dejen pasar. Pero si no sellan la salida de Jordania y luego tampoco te sellan la entrada desde Palestina, no consta de ninguna forma esta visita. El sello de salida de Jordania lo obtuve en el aeropuerto y en realidad lo que parece es que he estado 1 mes sólo en ese país.

El periplo fronterizo continua con un autobús que te lleva de la parte jordana de la frontera a la israelí. Son 4 JD más 1,3 por maleta. Llegas a la parte israelí, allí te cogen la maleta y no la ves hasta que sales, si quieres que se den prisa basta con una propina a los maleteros. Entonces empiezan las preguntas y el aburrimiento. Yo tuve suerte, era el último día antes del Yon-Kipur y no debían tener ganas de complicarse la . Me preguntaron si llevaba armas, los nombres de mis padres, alguna tontería más y listo, aunque no les hizo gracia que no quisiese su sello en mi pasaporte. Me lo pusieron en otro papel, me cobraron 176 shekels y me devolvieron la maleta.
De ahí la forma más barata de ir hasta Jerusalén es en Sherut, un taxi colectivo que cuesta 38 shekels más 4 por maleta y te deja en Jerusalén Este cerca de la Puerta de Damasco.

Total: 70 eurazos de cruce fronterizo. El más caro que he realizado nunca teniendo en cuenta que para ninguno de estos países nos hace falta visado como ciudadanos europeos. La vuelta es el mismo precio menos la tasa israelí de entrada al país.

A pesar de mi intención de visitar solo Palestina la burocracia hay que realizarla como si se estuviese entrando al Estado de Israel. He leído en internet que están poniendo un nuevo sello en los pasaportes de aquellos que va a estar solo en territorio palestino, esta estampación supone lo mismo que el de Israel para los países que no permiten la entrada con su sello en el pasaporte, con lo que mejor no decir que se va a visitar únicamente Palestina.
Por otro lado, también había leído y oído cienes y cienes de historias sobre los largos interrogatorios y los problemas para entrar o salir de Israel, yo tuve suerte y no sufrí esperas o preguntas, las mismas que siempre que cruzas una frontera, pero ningún trato diferente. Es más lenta, tediosa y cara que la mayoría que había cruzado antes pero no es un problema que no pueda ser superado.

Hasta ahí todo bien, pensaba que ya había pasado lo peor y 12 horas más tarde estaba probando los servicios sanitarios palestinos ingresado en un hospital de Jerusalén Este con un cólico nefrítico.
Y pensar que lo que me preocupaba de ir allí era cruzar la frontera…

De Khao Lak a Perhentian cruzando por Sungai Kolok (Frontera Tailandia – Malasia)

Los cruces fronterizos en Asia suelen ser, por lo general, bastante concurridos y relativamente sencillos, no tienen la sordidez o el punto peligroso que tienen algunos en américa latina, y no he contado en el blog muchos de ellos por considerarlos como “mero trámite”.

En el caso de este paso fronterizo concreto no distó demasiado de mi idea de un cruce de fronteras en Asia; sonrisas, facilidades, amabilidad… pero cuando te pones a leer las guías de o por internet no parece lo mismo.

El cruce de Sungai Kolok a está considerado como peligroso y poco recomendable debido a los problemas entre el gobierno tailandés y las provincias musulmanas del sur del país. La gente suele viajar más por la costa este a Penang, el problema es que se da más vuelta si la intención es ir a … y yo iba a Perhentian.
No me había informado demasiado pero si recordaba que algo menos de un mes antes de que tuviese que hacer ese recorrido algún grupo insurgente tailandés cometió unos atentados en estas provincias.
Estos atentados son acciones puntuales que la represión tailandesa a esos grupos disidentes y la sobreprotección al turista no permite convertir en rutina. Por eso me decidí a cruzar así.

El primer tramo del viaje fue sencillo, en compré el billete por 850 B (22€), lo venden como si fuese hasta Kota Bharu pero siempre es el mismo timo y los buses no pasan de la .
Fueron unas 14 horas de minivan vía Hat Yai hasta Sungai Kolok, solo cabe destacar la innumerable cantidad de check-points del ejercito tailandés cada pocos kilómetros, eso si, la minivan turística no la detuvieron en ninguno de estos controles.
Nos dejaron en la frontera poco antes de las 9 de la y esto fue todo el primer tramo.
Hicimos los tramites de inmigración tailandeses, cruzamos andando hasta la parte malaya y en menos de 10 minutos estábamos fuera de la frontera.

Solo cruzamos 2 extranjeros y en la parte malaya había otras 2 chicas intentando negociar el precio de un taxi hasta Kota Bharu, nos unimos a ellas y terminamos cerrando el taxi hasta Kuala Besu (KB) directamente, para así poder coger el primer ferry a Perhentian al día siguiente.
Fueron 100 Ringits (25€) entre los 4 por las cerca de 2 horas de viaje hasta KB. El taxi nos llevo al Hostal NAN y allí pillamos una habitación para los 4 por 50 Rg (12,5 €). A la mañana siguiente salimos para Perhentian, el “ferry” fueron 60 RG más 5 de tasa medioambiental y 2 más del bote que lleva de la lancha “ferry” hasta la , total 67 RG.

De Perhentian volví a de la misma manera pero decidí hacer el tramo malayo en local, la diferencia fue de 25 RG que costó por persona el taxi a 6 RG el bus de Kuala Besu a Kota Bharu más otros 5 RG de Kota Bharu a la frontera, vamos, menos de la mitad.
Ya en la frontera tailandesa me tocó pagar un mototaxi hasta la estación, fueron 20 B y luego una minivan desde Sungai Kolok hasta Hat Yai 180 B. Ahí es fácil enganchar un transporte hasta cualquier parte del sur… esta vez iba camino de Phi Phi, a trabajar de Divemaster.

Así crucé entre Tailandia y por la que, dicen, es una de las fronteras más complicadas. Mi impresión es que es igual que cualquier otra en Asia, solo que esta vez pasas a un país musulmán, esta vez empiezas a ver velos y gorros típicos del Islam, aparecen más mezquitas y desaparece el cerdo. Por lo demás, lo de siempre, el sàwàtdii khráp se transforma en selamat pagi, aunque a veces también se escucha “salam aleikum”, cuando se saludan entre ellos.

Aleikum Salam.

Haciendo arepas en el eje cafetero en Marsella (Colombia) y bajando a Ecuador

Arepeando en La Finca

De Medellín salimos en dirección a la zona cafetera, no es que dejásemos la búsqueda de Macondo para ver si encontrábamos a Juan Valdez, es que buscábamos algo pequeño, tranquilo, «sin rumba«, ver algo de la rural menos turística. Y el lugar elegido fue Marsella, tal vez porque no hablan de allí las guias de .

Un pequeño pueblo de menos de 20.000 habitantes no muy lejos de Pereira, rodeado de cafetales y montañas en el que no queríamos más que relajarnos y caminar. Nuestro error fue que la primera , después de cenar, decidimos tomarnos «una» cerveza. Antes de que pudiésemos terminarla e irnos a casa aparecieron Omar y Manuel, –¿de donde son?-, nos preguntaron,-Españoles-, contestamos nosotros, lo siguiente fue: –¿y que diablos hacen acá en Marsella?-… y ahí el relax que esperábamos en Marsella se transformo en rumba sin fin y una resaca de esas antológicas, eso si, en la espectacular finca que gestiona Heiller, uno de los amigos/hermanos que encontramos aquella noche, junto a Jonathan (el gafas), Manuel, Omar y el resto de la pandilla.
Hailler gestiona una finca en la que está intentando recopilar un poco de la fauna y flora colombiana, tiene casi de todo, vacas, cabras, loros, papagayos, pavos reales, gallinas sin plumas ¿?, cerdos, plantas de café, guadua, de todo tipo, frutales, hortalizas… y a menos de 5 minutos andando un pequeño reducto de bosque tropical en mitad del eje cafetero. Se nota en ello la pasión por la naturaleza de alguien que estudió Ambientales.

Arepeando en La Finca

Ejemplo del pavo real, y abajo Jonathan cogiendo yuca para el sancocho que estábamos a punto de meternos entre pecho y espalda.

Arepeando en La Finca

Allí pasamos unos días entre la naturaleza, ordeñando las vacas en la mañana y cogiendo los huevos de las gallinas… en las «tertulias de artistas frustrados» (que le gustaba llamarlas a Heiller) que se montaban por la noche en La Finca, con sus guitarras, sus lecturas, sus poemas, sus chistes… y aprendimos muchísimo sobre Colombia, sobre la historia, la fauna y la flora, sobre sus gentes, y por supuesto, sobre su gastronomía, de la que aprendimos de primera mano gracias a la Microempresa de Arepas que tienen en La Finca.

Arepeando en La Finca

Aquí podéis verme con las manos en la masa, nunca mejor dicho. En la masa que se hace a base de maíz cocido. Otra opción para hacer arepas es comprar directamente la harina de maíz. A eso solo le hace falta agua y un buen amasado para hacer la masa que estoy aplastando en la foto, estoy en el paso final, con el molde acabando de terminar la arepa. A mi derecha la masa y a mi izquierda las arepas terminadas listas para brasear.

Arepeando en La Finca

Y con sal, con mantequilla y unos choricitos ya teníamos la comida lista.

Arepeando en La Finca

Fue una pasada como nos trataron, nos acogieron en su casa y nos ofrecieron todo lo que tenían, salimos  de allí agradecidos y con un poco de pena por partir, eso si, seguros de que algún día volveríamos a cruzar nuestros caminos en cualquier lugar. En Marsella, un pueblo al que fuimos buscando «nada» y encontramos «todo«.

La siguiente parada en el camino fue San Cipriano, la razón, para ver con nuestros propios ojos un pueblo en mitad de la selva al que no llegan caminos ni carreteras, solo una vía de que está en deshuso.
San Cipriano fue uno de esos pueblos que creció en torno a la estación de tren, un medio de que dejo de usarse en Colombia hace años, seguramente por ser el medio de transporte más fácil de sabotear y durante el largo conflicto la seguridad primó sobre la comunicación.

Total, que para llegar al pueblo desde la carretera los lugareños han inventado uno de los métodos de transporte más curiosos, e inseguros, que existen. A unas pequeñas cajas de madera con ruedas que encajan en las vías le acoplan una moto para hacer la tracción… y listo, ya tenemos vehículo. Para subir del pueblo a la carretera perfecto pero para la bajada… mejor no tener miedo o ser aficionado a las montañas rusas.

En la foto intentando acoplar mi mochila para que no saliese volando.

Estas 4 últimas son fotos de Quirós. Con las 2 de San Cipriano no olvidaré la situación al descargarlas a un disco meses después en Cuzco (Perú). La abuelita del cibercafé abrió un par para ver si se habían grabado bien y cuando Quirós le dijo –Esas son de Colombia-, la abuelita respondió: –¿Así es Colombia?, ¿allá son negros?-. Creo que estuve riendo cerca de 20 minutos.

De San Cipriano nos fuimos a buscar la Colombia más sórdida en Cali. Y la encontramos. La primera noche la ciudad nos dejó claro que no nos quería allí, tal vez fue el barrio, el casco antiguo, junto a la catedral… el sitio justo al que no debíamos haber ido. Allí pasamos la noche, en el peor hostal de Cali, o por lo menos, el más barato. Esperando que el sol nos permitiese salir del lugar (durante la noche eramos carne de cañon), entre ángeles blancos y todo tipo de insectos y olores. De Cali conocimos lo peor, pero porque pareció que lo buscásemos. De todo se aprende.

Y así decidimos salir del país, por Pasto, un pueblo curioso, con una calle principal que forma una frecuencia pefecta de «wiskería», locutorio, pollo frito, estanco… y así sucesivamente hasta el final de la calle. Es lo que que tienen los pueblos fronterizos, a eso va la gente, a cruzar fronteras, incluso las que no cruzan en sus propios países, o en sus vidas cotidianas, incluso fronteras interiores.
Curioso invento del hombre, parece que al cruzar una de estas seas más libre que dentro de la tuya… aunque también las hay que te hacen más preso.

Cruzando la frontera por Darién – De Ciudad Panamá (Panamá) a Cartagena (Colombia)

Panamá desde las alturas

La entre y fue una de las más intensas que he cruzado en mi . Cuando empecé a buscar posibilidades la Selva del Darién se dedicó a limitar las opciones. No hay carreteras que la crucen por lo que la opción terrestre quedó rapidamente descartada, solo hay pequeñas sendas y si te atreves a intentarlo están los militares, los narcos y la guerrilla colombiana para quitarte la idea de la cabeza.
Las opciones sencillas son volar de Panamá City a Cartagena de Indias, ya en Colombia. Es el vuelo internacional más barato, pero aún así es caro. La otra opción es el barco, unos 6 ó 7 días atravesando el archipié de San Blas, es más barato, pero tampoco demasiado y luego los días, yo no llevaba demasiada prisa pero Karine había venido a visitarme y le apetecía disfrutar un poco de Colombia, además de que nos encontraríamos con Quirós unos días más tarde en Cartagena.
Al final nos decidimos (convencí a Karine) por la opción más emocionante. Supongo que hace años debía ser una verdadera aventura cruzar así, pero en 2009 a mi me pareció seguro. Intenso, pero seguro.

La aventura comenzó en Panamá City, salimos desde el antiguo aeropuerto militar (Albrook) hasta Puerto Obaldía, aún en Panamá pero justo en la frontera. Es una hora de vuelo en un avión diminuto por algo menos de 60$, los vuelos son operados por Air Panamá y no hay salidas todos los días.
El despegue fue bueno pero poco antes de aterrizar comenzó una pequeña tormenta y el piloto decidió dar una vueltas a ver si escampaba un poco, 20 minutos más tarde, con el suelo aún mojado y en una pista «inexistente» se decidió a aterrizar. La pista de aterrizaje es esto de la foto.

Foto por Karine Lamarre

Tras entrar derrapando en la pista, el piloto se giró hacia nosotros mientras se quitaba el sudor de la frente y dijo en voz alta: «Uff, que susto, ¿no?«. En ese momento me levanté del avión y decidí salir del aparato para poder tener agusto un ataque al corazón en el exterior.
Foto del avión, mientras sacábamos el equipaje de la lluvia bajo el ala, mucho mejor que las dichosas cintas transportadoras.

Foto por Karine Lamarre


Una vez en Puerto Obaldía tuvimos que pasar por «la migra«, primero para sellar la salida de Panamá y luego, en una especie de consulado que tiene allá Colombia, había que hacer un visado de entrada. No me preguntéis el porqué, mejor no rechistar.
Este pequeño pueblo es la entrada al Darién, repleto de indios kuna (los aborígenes panameños) pero no hay mucho que hacer, es un lugar de paso.

Con los pasaportes ya sellados buscamos algún bote que saliese hacia Capurganá (Colombia), en la costa caribeña, un lugar curioso, donde puedes llegar a ver más de 7 tonos de azul en el Caribe… si tienes un día de sol… algo que nosotros casi no vimos. Lo que no pude dejar de ver presidiendo el pueblo es un edificio de hormigón repleto de sacos en plan bunker, y lleno de ametralladoras y militares.
Pero volvamos a la historia, el bote era más o menos un cayuco, nos habían avisado de buscar algo con un motor fuerte, al menos 40 o 50 caballos… pero como para ponerse a preguntar. El primero que salió fueron unos 20.000 pesos por hora y media de sufrimiento, saltando entre olas enormes causadas por una pequeña tormenta tropical que entraba por aquel entonces. Solo recuerdo como sufrí por mi cámara, había momentos en los que pensé que volcábamos.
Al final conseguimos llegar sanos y salvos y nos quedamos a pasar una allí, no había más opciones, el primer bote a Turbo no salía hasta la mañana siguiente.

En Capurganá sellamos el pasaporte para Colombia. La cosa empezó un poco tensa con el oficial exigiendome presentar X dolares por cada día que fuese a pasar, o saber el tiempo exacto que estaría en el país, me pedía el billete de vuelta… la excusa fue fácil. Cuando llegamos a Capurganá la oficina estaba cerrada, nos dijeron que buscásemos un hostal y pasásemos después de comer, con lo cual, no llevaba nada de eso encima.
Pero la excusa no sirvió, del todo… me toco ir de nuevo al hostal y lo único con lo que volví fue una tarjeta de crédito, para demostrar que tenía dinero, con eso vale la mayoría de las veces, pero seguía sin billete de salida del país. Por suerte tras un rato charlando, Karine y yo acabamos ayudándole a traducir al inglés el documento con todas las preguntas que tiene que hacer a todos los que cruzan la frontera, incluso le escribimos la forma de pronunciarlo. Una vez acabado y con una gran sonrisa en la cara, el oficial estampó el sello en nuestros pasaportes y nos deseo una bonita estancia en «Locombia«.

A la mañana siguiente salimos en dirección a Turbo. Unos 50.000 pesos por persona además de pagar cada kilo extra que supere en las mochilas los 10 kilos. Vamos, que nos sablaron. Aun así no fue demasiado caro.
El fueron cerca de 3 horas, que en realidad son 2 y media, pero tuvimos un pequeño contratiempo perdidos en la niebla de la tormenta tropical… entre olas gigantes y lluvia helada.

Y llegamos a Turbo, que como su nombre indica, es un lugar en del que salir echando ostias. Según amarraron el bote había más de 10 personas intentando coger nuestras mochilas, ví un tipo con la mía, se la quité y me dijo… «se la estaba llevando a casa hermano«, y le dije yo, «si, pero a la tuya«, el negro se empezó a reír y volvió a ver si pillaba otra. Por suerte una pareja de Medellín que había en el bote nos ayudo un poco a salir de allí y regatear el precio del bus hasta Montería.
Nos cambiamos la ropa por algo «menos mojado» y comimos pollo frito enfrente de la estación, ¿estación?, haciendo tiempo hasta que saliese el bus.
Fueron unas 4 horas hasta Montería por un camino de cabras que no permitía al autobús superar los 20km/h… eso fue lo de menos, lo que casi acaba conmigo era el aire acondicionado polar con el que nos llevaba el conductor, hasta las gallinas que tenía a mi lado (en cajas, claro) se estaban quedando congeladas.

De Montería nos quedaba el último trayecto, 6 horas de autobús a Cartagena. Pero ya habíamos hecho la parte difícil. Al final optamos por la opción minivan, el último bus había salido, tardaba menos y el regateo no fue nada mal. Si, en Colombía regateas los transportes.

paso panamá colombia darien
A: Panamá City, B: Puerto Obaldía, C: Capurganá, D: Turbo, E: Montería, F: Cartagena

Casi a las 22:00 entrábamos en Cartagena, directos a Getsemaní, un buen barrio sórdido de la ciudad, repleto de putas y borrachos por doquier, pero bien situado, barato y con una amplia oferta de ocio nocturno.
Nos quedamos en la calle de La Media numero 10-33, el segundo piso, el lugar se llamaba hotel Janeth… sin carteles, un antro en toda regla con sus sábanas de seda rojas en la cama y luz tenue. Unos 3 dólares por persona y noche. Creo que no hacen falta muchas más explicaciones.

Dejamos las cosas y nos fuimos a comer unas arepas regadas con unas Águilas al fondo de la calle, justo al lado de un buen bar de salsa donde empezamos a notar que estábamos en Colombia, y no muy lejos de Macondo.

De Bahia Drake (Costa Rica) a Almirante (Panamá) por Paso Canoas y David, fronteras y olvidos.

Así fue el trayecto desde Bahía Drake (1), en el Parque Nacional del Corcovado (), hasta Almirante (7), ya en , el puerto desde donde alcanzar el Archipié de .

Todo comenzó a eso de las 4 am, aún de , «nos dimos a la fuga» en un bus que por una carretera practicamente «imaginaria» nos llevó hasta La Palma (2) en cosa de 2 horas por unos 3 $. Allí aprovechamos para desayunar mientras esperábamos que pasase otro bus dirección (3). Este otro bus fueron otras 2 horas por 2$ y nos dejó en el puerto, solo había que caminar un poco y buscar un bote/ferry para Golfito (4). El ferry sale muy temprano con lo que la opción fue el bote colectivo. Fueron unos 3$ y algo menos de 2 horas. Y de Golfito (4) a Neily y de ahí a Paso Canoas (5), unas 2 o 2 horas y media, por algo menos de 2 dolares. Este último es un pequeño, casi minúsculo, pueblecito fronterizo entre Costa Rica y Panamá.

Si hacéis cuentas debían de ser cerca de las 13.00 h cuando alcanzamos la (5). La verdad es que el cruce no conllevó «casi ningún problema«. Yo esperaba que me pidiesen la cartilla de vacunación con el sello de la fiebre amarilla (la llevaba), o me preguntasen si pensaba entrar en la parte selvática… que me pidiesen un aval económico por los días que pensase estar en el país, o al menos un billete de salida (que no tenia en ese momento). Vamos, alguna de las exigencias que, según me habían contado, pedían a los viajeros para entrar al país.
Pensando en mis cosas me planté en la parte panameña de la frontera sin haber sellado la salida de Costa Rica… vuelta atrás, a buscar donde habían escondido la oficina de migra tica (por no plantearme como había podido no verla).
Sellé salida, y cuando volví a la ventanilla panameña un funcionario gordito y con gesto serio agarró mi pasaporte, me miró la cara, estampó el sello como si quisiese romper la mesa y con una sonrisa, que no tenia sentido en ese momento, me devolvió el pasaporte. – ¿Es todo?-, llegué a preguntar. Sus facciones habían vuelto al gesto serio del principio y mirando hacia sus papeles y alzando la voz dijo: –¡Siguiente!-.

Y allí estaba yo, de nuevo con Roberto y Krystell, con quienes había salido desde Bahía Drake (1) pero con quienes NO crucé la frontera. Ellos, al ir a Costa Rica desde Panamá, debían ir más absortos que yo en sus pensamientos y se olvidaron de sellar entrada a Costa Rica… con lo que no hacía falta que sellasen salida y Krystell, al ser panameña, no tenia que sellar entrada a su país. Total, que me desentendí de Roberto e hice mis trámites por mi lado. Cuando me encontré con ellos de nuevo en la parte panameña supuse que no había tenido problemas tampoco y continuamos el camino.

El siguiente paso era llegar a David (6) para hacernos con el coche de Krystell y de allí a Almirante (7) en coche. Les había dejado el coche a unos tíos suyos que viven en David (6) y tras la hora y media de bus desde Paso Canoas (5), por unos 2 $, conseguimos llegar a la estación de David (6). Allí nos estaba esperando una prima de Krystell con el coche.
Fuimos a dejarla a su casa, comimos algo con la familia de Krystell y salimos para Almirante (7), sin tener muy claro si llegaríamos a tiempo de agarrar el ferry hasta Bocas del Toro, el destino final al que pretendíamos llegar. No llegamos.
El camino era digno de disfrutar y era mi primer contacto con Panamá. Paramos a tomar algo, dimos raid a «autostopistas«, nos perdimos un poquito… y todo ello mientras Krystell me ponía al día de la jerga, la música y las costumbres panameñas. Una buena entrada al país.

Llegamos a Almirante (7) casi en la noche. Almirante es una pequeña ciudad pesquera/portuaria, fea, descuidada y que parece demasiado de paso. Pillamos las habitaciones más baratas, cenamos algo en un restaurante cutre del puerto con luces horteras y nos fuimos a descansar. A la mañana siguiente saldríamos rumbo al paraíso, el Archipiélago de Bocas del Toro, algo merecido tras las casi 17 horas de entre los 5 autobuses, el bote y el coche… menudo día.

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