Ascendiendo en zig-zag con el tren de la Nariz del Diablo (Ecuador)

Hace muchos años...

Todo empezó hace muchos años en una estación de tren. Eran tiempos donde la comunicación no verbal estaba limitada en el espacio y el transporte autopropulsado avanzaba sobre raíles. El ser humano se proponía retos imposibles convencido de que sería capaz de vencer a la naturaleza, ilusos irredentos, aún lo seguimos pensando.

Fue en 1897 cuando el gobierno ecuatoriano comenzó la construcción del «ferrocarril más difícil del mundo«, una línea que ascendía en zig-zag sobre una pared casi vertical llamada «la Nariz del Diablo«. Hicieron falta años de trabajo y la vida de muchos obreros jamaicanos hasta conseguir que se inaugurase en 1901. Para superar el desnivel la locomotora avanza hacia delante y marcha atrás desde Alausí a Sibambe a través de un complicado entramado de vías y rocas.

Y es en su historia donde se termina el romanticismo de este trayecto en tren. El resto… bastante aburrido.

Llegando a la estación

Llegábamos desde Baños y decidimos hacer una parada en Riobamba (baluba balambambu) para probar esta obra de ingeniería antes de continuar en dirección a Cuenca y bueno… pues eso, que allí paramos.

El diablo

De Riobamba no recuerdo casi nada en especial, un hostal cutre, la zona de la estación… vías de tren y un nombre que daba juego para bromear. Del tren puedo decir que me pareció una línea turística que no sale demasiado barata (35$ i/v) en la que echas una mañana entre jubilados europeos y algún otro despistado. Los paisajes son bonitos y ver la que montaron para subir hasta allí es cuanto menos curioso… pero vamos, que si hubiese visto un par de fotos y alguien me hubiese contado la historia casi me hubiese bastado.

Paisajes

Vías

En la foto se puede comprobar la verticalidad de la pared, es un tren que avanza sobre un precipicio pero que no termina de provocar la «descarga de adrenalina» con que lo anuncian… vamos, ni nada que se le parezca, me recuerdo bostezando.

Ya no dejan subir al techo del vagón y desde dentro las sensaciones se amortiguan, supongo que es una de las razones que lo hacen menos apasionantes de lo que nos pudo parecer en un principio, además pregunté al comprar el billete si podría subir y me dijeron que sin problemas. Por eso creo que picamos.

¡Pasajeros al tren!

Con este post no pretendo más que ahorrar 35 pavetes a aquellos que duden a la hora de hacerlo, estas son las fotos que yo hubiese necesitado para haber saltado directo de Baños a Cuenca. Además acabé despidiéndome de Ecuador por Vilcabamba (baluba balambambu) y hasta el nombre que daba juego para bromear dejó de ser especial.

¡Pasajeros al tren!

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(*) Recupero las historias de la vuelta al mundo donde las dejé, en Ecuador. Esto era Abril de 2008… tal vez ahora dejen subir al techo de la locomotora y es una pasada… o no :p .

Cotopaxi 1 – Pak 0 / Vencido por el mal de altura en Ecuador

En esta foto estábamos entrando al Parque Nacional Cotopaxi, nerviosos y sin mucha idea de lo que íbamos a encontrar pero con unas ganas enormes de realizar la mayor aventura montañera que nunca habíamos intentado, la ascensión al volcán Cotopaxi. Un imponente pico de 5.897 metros sobre el nivel del mar, el segundo volcán más alto de Ecuador por detrás de Chimborazo, que con 6.310 metros es, por la forma de la circunferencia de la tierra, el punto más alejado del núcleo terrestre y el más cercano al espacio, y eso que Everest es 2500 y pico metros más alto.
Si, Chimborazo molaba más pero es más técnico y complicado, por lo tanto más caro y… también menos bonito. Lo digo porque Cotopaxi es uno de esos volcanes perfectos y puntiagudos, magníficos para fotografiar, es la idealización de una montaña materializado en los Andes.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

En Latacunga, además de descubrir la gran afición que profesan en Ecuador por el voleibol O_O, buscamos una agencia local con la que contratar el guía para la ascensión. Dimos unas vueltas y acabamos contratando a la empresa Volcan Route, creo recordar que no superó los 100$ por persona incluyendo el transporte, una cena, alojamiento en el refugio, el guía y el alquiler del material necesario. Esto fue lo que nos acabó de decidir, el material era el «menos viejo» de los que vimos en el resto de agencias.
Para una ascensión de este tipo el material de montaña es bastante importante, es fundamental una buena chupa con membrana, si puede ser GoreTex, pantalones de agua/gore, guantes, manoplas o ambos, botas de plástico para cramponar, los crampones, piolet, arnés, casco y saco de dormir. El resto de cosas que no vienen nada mal son calcetines gordos, gafas de sol, gorro, ropa de abrigo y mucho agua.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Al día siguiente desayunamos fuerte y empezamos la aventura, primero en jeep de Latacunga a la base de la montaña, ya estábamos a 4.500 m, luego la ascensión comienza con el camino del parking al refugio. Esta pendiente se sube con los macutos llenos con la comida, sacos y toda la ropa de abrigo, y va de los 4.500 metros hasta los 4.800 a los que se encuentra el refugio José Ribas. Un dato curioso, la altura del punto más alto de Europa (Mont Blanc) es de 4.810.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

En el refugio se preparan las cosas para intentar dormir, y digo intentar porque a partir de esas alturas empieza a notarse la falta de oxígeno y hay gente que no es capaz de descansar del todo, y se empieza a cocinar, la cena es pronto ya que la ascensión comienza entre las 12 de la noche y la 1 de la madrugada. Durante la noche la nieve está más dura y la probabilidad de avalanchas es mucho menor, al ser unas 7 horas de camino se llega para ver el amanecer y no da tiempo a que el sol ablande la nieve durante la bajada.

A eso de las 8 estábamos durmiendo después de unas cuantas bromas con los guías y los guardas del refugio y a las 12 estábamos listos para salir. Debo confesar que yo dormí como un bebe.

Nos colocamos las luces frontales y cuando salimos para ponernos los crampones y empezar a subir me di cuenta del frío que hacía, estaba comenzando a nevar y el viento soplaba con fuerza. Vale que era de noche pero ni con las luces de los frontales se veía más de un metro. Como no había una segunda oportunidad comenzamos la ascensión… y en ese momento empezó el principio de mi infierno personal.
Poco después de pasar los 5.000 metros empecé a sentirme raro, mucha sed, debilidad, me costaba respirar… la ventisca ya estaba imparable y el guía nos había confesado que sería difícil llegar con la cima despejada. Yo estaba bastante desanimado y con pocas fuerzas. Entonces paramos un momento y me di cuenta de que lo que me estaba sucediendo eran claros síntomas de mal de altura, por mucha bebida energética, o barritas que tomaba no me recuperaba lo más mínimo y la cabeza empezaba a apretarme hacia adentro… ¿o tal vez fuese el casco?.
Seguí avanzando como pude y cayendo rendido en cada parada que hacíamos, no era cabezonería para lograr la cima, tenia claro que no iba a llegar, el problema es que la acensión se hace en una cordada de 3 personas, el guía y nosotros 2, y si bajaba uno… bajaban todos. Yo sabía que un poco más adelante había otra cordada con un alemán y un guía y pensé que si les alcanzábamos tal vez pudiese dejar a Quirós con ellos. Saqué fuerzas de donde pude y a 5.400 conseguimos alcanzarles, pregunté si Quirós podía unirse a su cordada y cuando me dijeron que no había problema me desplomé extasiado. Si no fuese por mi capacidad sobrehumana para soportar el dolor no se que habría sido de mi :p .

Ahí le dije a nuestro guia que yo no podía más, ellos se plantearon si continuar porque la ventisca cada vez era más fuerte y la capa de nieve recién caída empezaba a complicar el uso de los crampones y decidieron que la cordada del alemán, Quirós y el guía intentarían la cima y yo bajaría con el otro guía. A todo esto yo tumbado sobre la nieve concentrado casi unicamente en ver si era capaz de llenar los pulmones de aire. Que infierno estaba pasando tumbado en la nieve, irónico, ¿verdad?.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Pensé que una vez comenzase la bajada me sentiría mejor pero el cansancio aumentaba y quedaba un buen tramo hasta el refugio, entonces llegamos a una placa de nieve un poco más dura y le dije al guía que yo bajaba tumbado, le expliqué que sabía como hacerlo con los crampones y como controlar el piolet para la autodetención y me dijo que adelante. Me tiré y bajé medio Cotopaxi resbalando por el hielo, en un momento dado me planteé como estaba bajando el guía, íbamos unidos por una cuerda, me paré en seco y vi que bajaba… CORRIENDO. Ahí descubrí que esa gente son superheroes.

Cuando la nieve empezó a escasear me levanté como pude para seguir caminando y llegar al refugio. En el momento en el que vi la puerta fue como si hubiese llegado al paraíso, dejé todo lo que llevaba y me metí directo al saco, tiritando, mojado, con frío, me dolía la cabeza… estaba reventado, y no llevaba ni 30 minutos acostado entre ensoñaciones cuando me despertó Quirós. Poco después de pasar los 5.500 metros el guía decidió que la cosa se estaba complicando y era mejor bajar, y en esas condiciones la montaña puede ser bastante peligrosa, empezaron a bajar y con ellos la ventisca, acababan de llegar al refugio y había que salir rápido no fuese a ser que el jeep se quedase atrapado por la nieve.
Y yo medio muerto pensando que no podía moverme, le dije que solo hacer la mochila y vestirme era un mundo para mi y me dijo tajantemente: –yo te hago la mochila-.
Me vestí, me colocaron el macuto en la espalda e iniciamos el descenso. Al principio estaba hecho un trapo y a mitad de camino del refugio al jeep estaba casi normal, mi problema se había mantenido porque no había bajado lo suficiente. Cuando llegamos al coche estaba perfecto y a la altura de la Laguna de Limpiopungo ya ni me acordaba de como había estado. Es increíble pasar en tan poco tiempo de un sentimiento tan chungo a estar como si nada, pero así es el soroche, mal agudo de montaña o mal de altura, solo hay que bajar para que desaparezca.

Durante el camino de regreso a Latacunga disfrutamos de las vistas y fotografiamos los volcanes y nevados que rodean el parque (Tungurahua, Cayambe, Ilinizas, Chimborazo) pensando como sería estar en sus cimas. El día empezaba a abrir y Cotopaxi nos permitió, al menos, hacer unas fotos de su cumbre despejada, las que habéis visto en el post. Pero no nos dejó acercarnos a su cima, en la montaña unas veces se gana y otras casi, porque esto no fue una derrota, lo que sentí aquella noche fue algo que no se me olvidará jamás y solo por haber vivido esa aventura ya me siento casi ganador.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Tendré que volver para acabar de conquistarlo, aunque la espinita me la quité en Bolivia hoyando la cima de Huayna Potosí (6.088 msnm), pero esta historia ya llegará.

Si queréis saber como es la experiencia de ascender Cotopaxi os invito a leer un post de Paco Nadal en su blog: Ascensión al Cotopaxi, gracias al que yo pude saber como es en realidad lo que la ventisca, la noche y el mareo no me dejaron ver.

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Quilotoa, el pueblo, la laguna en el cráter y el volcán (Ecuador)

Quilotoa

De Quito nos dirigimos a la provincia de Cotopaxi con la intención de subir el segundo volcán más alto de Ecuador por detrás de Chimborazo, el que lleva el nombre de la provincia, el volcán Cotopaxi (5.897 msnm), pero para ello no nos valía con haber estado unos días en Quito, por eso de que es la capital oficial más elevada sobre el nivel del mar (2850 msnm), hacía falta algo más para aclimatarnos a la altura antes de emprender una ascensión de tal calibre.

Por ello nos dirigimos a Quilotoa, un pequeño pueblo con 3 o 4 hostales/pensiones, un bar y una tienda. No hay demasiada vida, llegamos en Marzo y en nuestro alojamiento solo estábamos nosotros. La mayoría de los hospedajes del pueblo te ofrecen alojamiento con cena y desayuno, como no hay casi bares o restaurantes merece la pena la oferta que suele rondar los 8-10 dolares para las opciones más económicas. Porque la tienda tampoco es que tenga mucha variedad.

La razón por la que fuimos al este lugar era disfrutar de los espectaculares paisajes de la zona y comenzar el aclimatamiento para la ascensión. El pueblo de Quilotoa está a 3.900 msnm y se encuentra emplazado junto al cráter del volcán con el que comparte el nombre.
Tras la formación del volcán y su posterior inactividad (hace miles de años) el cráter se inundó de agua formando una de las lagunas volcánicas más bonitas que he tenido la suerte de contemplar, la Laguna de Quilotoa.

Laguna Quilotoa

Nada más llegar hicimos el trek que recorre toda la cresta del cráter, el punto más alto, Huyan tic , alcanza los 4.010 metros de altura. Es una ruta preciosa que hicimos en unas 4 o 5 horas, pero charlando, haciendo fotos sin parar y disfrutando del paisaje.

 

Laguna Quilotoa

Laguna Quilotoa

A medida que avanzas y cambia la orientación desde la que ves la laguna el color azul de la misma va variando en tonalidad, llegando incluso, a veces, a rozar el verde. Si a eso le unes los cambios de luz constantes provocados por la velocidad de desplazamiento de las nubes llegas a olvidar que estás dando una vuelta en círculo a la laguna para pensar que estás recorriendo un camino con multitud de ellas.

Laguna Quilotoa

Laguna Quilotoa

En algunos puntos del camino se empieza a notar la sensación de altura, a los cerca de 4000 metros que ronda la mayor parte del camino el oxígeno abunda menos y la respiración comienza a ser más costosa.

Laguna Quilotoa

Una vez terminada la ruta caminamos por el pueblo y nos dirigimos al hostal para cenar. Al ser los únicos huéspedes intentamos convencerles para que cenásemos juntos y lo máximo que conseguimos fue que cenase el padre, la hija y la madre cenaron en la cocina…
Ya hable en un post anterior de lo difícil que me resulto el contacto y la conversación con las poblaciones indígenas, en este caso no fue muy diferente. Eso si, la posibilidad de haber compartido con ellos un poco de conversación al fuego de la hoguera antes de ir a dormir fue una experiencia de la que guardo un buen recuerdo.

A la mañana siguiente nos levantamos para recorrer el camino que lleva de Quilotoa a Chugchilan, unos 20 km. Habíamos leído que estaba bien señalizado y decidimos hacerlo por nuestra cuenta para continuar con nuestro proceso de entrenamiento y aclimatación para la altura.

Es un trekking bastante sencillo en el que la mayor parte del camino es cuesta abajo, exceptuando la parte final en la que hay que atravesar un valle imponente con su consiguiente subida para alcanzar Chugchilan. Calculo que se puede hacer tranquilamente en unas 5 horas, aunque a nosotros nos llevó unas 6 o 7 y un buen cabreo, sobre todo yo.

En el campo

Los lugareños se han empeñado en que el camino se haga con guia, o a caballo y han destrozado toda la señalética que indica por donde continuar, supongo que con la intención de que el turista se pierda y como nosotros salimos sin mapa pensando que estaba todo bien señalizado, consiguieron su propósito.

El cabreo vino porque una vez perdidos todo aquél que vimos quiso cobrarnos por indicarnos el camino, algo a lo que me negué en rotundo muy a pesar de Quirós. Tras unos cabreos y discusiones avanzando sin rumbo, justo en el momento en el que más estaba despotricando contra todo aquél que se encontrase a menos de 1 km de mi el silbido de un ángel volvió a dejarme en mi lugar. De lo alto de una loma un pastor llamo nuestra atención para señalarnos el camino con una mano a la vez que gritaba la palabra que indicaba nuestra meta: ¡¡¡CHUGCHILAN!!!
Un camino que acabábamos de desechar pensando que iba en dirección contraria a nuestro destino. Le dimos las gracias a voz en grito con una gran reverencia y continuamos la marcha, esta vez si, en la dirección correcta.

Paisajes

Tendiendo

El resto del camino fue más relajado, el enfado dio paso a un cierto sentimiento de culpa y empecé a pensar que haría yo en su caso o que me supone a mi un dolar en comparación con lo que puede suponerles a ellos. No me planteé cambiar mi forma de viajar, cada dolar es valioso y no hay que regalarlos, pero si conseguí ponerme un poco en su lugar y entender que cuando tu meta es comer, casi todo vale.
Mi meta en esos momentos solo consistía en llegar a Chugchilan.

Festejando

Allí nos alojamos en el Hostal Cloud Forest, el más barato del pueblo, creo que también éramos los únicos huéspedes. En la noche pudimos disfrutar de interesantes conversaciones con encargado del lugar, sobre Ecuador, sobre la política, el indigenismo, sobre Correa, el hecho de que el país está dolarizado, y sobre los proyectos ecológicos en los que participaban.

La vuelta a Latacunga desde Chugchilan es otra aventura en si misma si la haces en bus, las carreteras por las que oscila, entre las que serpentea, son tan espectaculares como peligrosas, sobre todo cuando en las curvas ves como alguna de las ruedas queda totalmente en el aire sobre el precipicio. Y si realizas el trayecto en domingo, después de misa, a la hora del «vermú«, entonces las discusiones, los cánticos y los bailes serán atracción suficiente para que el pestazo a vino barato y las curvas no te produzcan demasiado mal cuerpo.

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En mitad del mundo el agua no gira, se cae. Quito – Ecuador

Ecuador es uno de los países que cruza la línea ecuatorial, fue elegido por científicos internacionales como base para realizar investigaciones geodésicas allá por el siglo XVII, allí definieron la esta linea con el nombre de Ecuador y fue una de las principales razones por las que el país se llama así.
A unos 13 km de Quito se encuentra el lugar donde se celebraron esas reuniones, y se llama, como no, Mitad del Mundo.

Fuimos para poder pasar del norte al sur del planeta en un solo paso, me pude pasar 10 minutos en modo: «ahora estoy en el norte, ahora estoy en el sur… ahora estoy en el norte, ahora estoy en el sur…» y así sucesivamente sin parar de dar pasos adelante y atrás, adelante y atrás, ade…. vale, vale que me engancho como me pasó allí.
El lugar es un gran museo sobre geografía y las particularidades del país. La condición de encontrarse en ese punto geográfico exacto en el globo terráqueo, que está, como todos sabemos, achatado por los polos (me encanta esa frase), hace que algunos puntos de Ecuador sean los más cercanos al sol del planeta, y los más alejados al núcleo de la tierra. Esto provoca unas condiciones que producen una fauna y flora endémicas bastante interesantes. En los diversos pabellones de esta ciudad museo puedes encontrar información sobre muchas de estas particularidades.

Como ya he comentado las mediciones para definir la línea ecuatorial se realizaron en el siglo XVII, a día de hoy, con los avances de la técnica, las mediciones GPS han demostrado que hubo una ligera variación entre la linea ecuatorial definida por aquellos científicos y la que definen los satélites. La diferencia no es de más de 100m, prácticamente nada teniendo en cuenta los instrumentos con los que hicieron los cálculos en aquel entonces, pero suficiente para aprovechar ese error y plantar, justo al lado de Mitad del Mundo, el Museo Inti Ñan, que reivindica la verdadera situación en «la mitad del mundo«.

Este museo es un «centro didáctico interactivo«, y la verdad es que es mucho más divertido que el otro. Este se basa en curiosidades y se juega con ellas.

Te explican investigaciones Arqueo-astronómicas y Etno-gráficas de la zona equinoccial, tienen un pequeño bosque de figuras, te enseñan a equilibrar un huevo sobre un clavo y te dan un diploma acreditativo de que lo has conseguido… vamos, lo normal.
En la foto aparezco equilibrando mi huevo, y el diploma lo tengo en casa 🙂 .

Pero lo más divertido es la explicación de la fuerza de Coriolis, la que hace el giro del agua en el water, por ejemplo :p. Esa eterna duda/mito de si cambia el sentido del giro dependiendo del hemisferio en el que te encuentres.

Y es divertido porque en el Museo Inti Ñan te lo enseñan empíricamente, aquí está la prueba en forma de vídeo. Primero quitan el tapón en en la línea ecuatorial (cae a plomo), luego el hemisferio Norte (cae en el sentido horario) y por último en el hemisferio Sur (en sentido antihorario)… y para ello solo había que moverse un par de metros:

Las hojas que suelta en el agua es para que se vea más claro el giro que realiza. ¿Tiene truco?. Para saberlo solo hay que ir a Inti Ñan y te lo explican de una forma muy entretenida 😉 .

En Quito tuvimos muchas más historias, las peores provocadas por un error de entendimiento por el que pensamos que el casco antiguo era la parte segura de la ciudad… y NO lo es para nada, mejor alojarse en la parte nueva. También hay que tener ojo a la hora de salir en bus de la ciudad, nosotros tuvimos una salida un tanto desagradable con un grupo de «maleantes» que intentó robar en el autobús. Las pertenencias mejor encima de cada uno y no despistarse ni hacer caso si te intentan convencer de que los asientos están numerados, es para sentarte donde les interesa. En caso de duda el consejo es hablar con el conductor.
Además de que a Quirós le «levantaron» el móvil. Es una de las ciudades que más me sorprendió en ese aspecto, me pareció menos tranquila de lo que esperaba, pero igual si no hubiésemos errado con el barrio todo hubiese sido distinto.

Pero también hubo muy buenas historias, sobre todo volver a encontrarme con Mónica, la conocí en el Banana Hostel de Los Ángeles y me alegró mucho volver a verla en Quito, conocer a su familia y, por supuesto, la invitación a su casa para degustar la cocina ecuatoriana junto a ellos, con unas muy entretenidas conversaciones de las que aprendimos mucho sobre Ecuador.
¡Muchas gracias Mónica!

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Otavalo (Ecuador), de compras en el mayor mercado indígena de América del Sur

Esperando

Mi primer contacto con Ecuador fue San Luis de Otavalo, 110 km al norte de Quito. Un pequeño pueblo famoso por un mercado indígena de artesanía que data de tiempos preincaicos y que es uno de los más grandes de toda América Latina.

La mayoría de los turistas hace viajes de un día desde Quito, son unas 2 horas en autobús, pero hay bastantes hostales baratos donde alojarse. Nosotros nos quedamos unos días, llegamos en sábado, que es el día con mayor afluencia tanto de artesanos como de curiosos y compradores, y estuvimos hasta el lunes. El resto de días de la semana se sigue manteniendo toda la parte del mercado que hay en la Plaza de los Ponchos, con muchos menos puestos que los sábados pero sigue siendo interesante de ver.

Trenza

Siempre me gusta visitar los mercados de los lugares que visito, creo que son un fiel reflejo de los estratos y la cultura de los países, de sus gente, incluso de la economía del país.

En el de Otavalo puedes ver todo eso y una infinidad de grupos étnicos que forman el país, con sus distintas ropas tradicionales, sus bordados, o sus caras, sus miradas y gestos, un buen lugar para ver la geografía humana de Ecuador.

En el mercado

O los colores, las formas, los distintos tejidos que trabajan los artesanos de uno de los pueblos indígenas más ricos del país.
También es cierto que la mayoría de estas artesanías se pueden encontrar en el Rastro de Madrid, eso si, a precios bastante más altos. Era mi argumento a la hora de regatear, Otavalo exporta una gran cantidad de las artesanías que se realizan en la zona y saben que una gran parte de su producción va para España.

Colores

Colores

Pero no todo fueron compras, uno de los recuerdos más curiosos que tengo del lugar fue cuando salimos a tomar una cerveza y acabamos en una «discoteca» local viendo grupos de jóvenes indígenas bailar Reggaeton con sus ropas tradicionales, y cuando digo que bailaban Reggaeton es que «bailaban Reggaeton«, con sus buenos refriegues.
Es cierto que es música latina y que me debería haber chocado más cuando vi noruegas borrachas dándolo todo a ritmo de Reggaeton en Montañita, por ejemplo… pero hay veces que cuesta quitarse tópicos y clichés de la cabeza, desprenderse de ideas preconcebidas. Aunque tampoco quita que ver a las indígenas bailando Reggaeton fuese tan gracioso como cuando los estadounidenses intentan bailar salsa :p .

Bordados

Allí hice una de las compras que más he rentabilizado viajando en mucho tiempo, una hamaca. El mejor invento después de la rueda. Los tejidos de las hamacas que venden en Otavalo son de los más resistentes y los precios son verdaderamente asequibles, si regateas bien. A mi me vino de perlas para el resto del viaje, no solo por las veces que dormí en ella, también por las veces que la usé como manta, sobre todo en los autobuses o aviones con aires acondicionados «infernales«.

Otavalo es uno de los lugares imprescindibles a la hora de visitar el país, para ver una de las múltiples facetas de este pequeño país tan distinto entre si, esté país en medio del mundo, en el Ecuador.

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