Visitando a los himbas al norte de Namibia (Epupa Falls)

Dando el pecho al niño

En antropología hay diversas corrientes a la hora de teorizar sobre la interactuación con tribus y culturas aisladas. Algunos expertos opinan que la mejor forma de no interferir en su comportamiento es, directamente, no teniendo ningún contacto (es imposible que vayamos y no se vean afectados); otros piensan que la política de “no contacto” es una solución simplista y soñadora, es mejor un contacto programado y bien planeado antes de que tenga lugar uno de forma accidental y pueda resultar desastroso. Esta última corriente plantea que el punto de vista “occidentalizado” de los partidarios del “no contacto” es, en realidad, una moralina paternalista: somos moralmente superiores porque aceptamos que nuestra forma de vida puede no ser buena para ellos.

Esto provoca en el viajero una contradicción continua a la hora de enfrentarnos a este tipo de situaciones. Al menos en mi caso. ¿Hasta que punto somos responsables de tener la suerte de visitar algo puro y que no vuelva a ser así nunca más?; buscamos llegar a lugares no contaminados por el turismo para luego, ¿contaminarlos nosotros?; ¿es posible caminar sin dejar huella?. Supongo que cualquier viajero ha querido encontrarse en uno de esos sitios aún vírgenes para poder sentirse como aquellos exploradores que “descubrieron” al mundo lugares que los ojos de ningún occidental habían visto antes. ¿Quién no ha soñado nunca con emular las aventuras y los viajes de Livingstone, Shackleton, Lévy-Strauss?… ¿Marco Polo?.

Chica himba

Con esto no quiero decir que la visita a las tribus himba llegue a ser una experiencia para nada cercana a visitar un lugar inexplorado, por supuesto han visto antes “al hombre blanco”, hay pocos lugares donde ya no llegue el turismo, pero si puede que sea una de las culturas menos tocadas que he tenido la suerte de conocer, y por tanto, una de las más atractivas. Lo que de verdad me planteaba un relativo problema moral es que cada vez que visité sus poblados fue como guía de viaje con grupos de entre 10 y 16 personas y esto hacía que la disyuntiva entre la pureza y la contaminación de la misma no parara de atormentarme.

Poco a poco me di cuenta de que no era tan extremo, no eran lugares totalmente aislados (apartados de la mano de dios). Sí se da el caso de poder conocer unas costumbres y tradiciones con cientos de años de antigüedad, pero también ellos se han adaptado al progreso a su manera, han adaptado sus artesanías (pulseras de pvc, adornos de tuercas y juntas tóricas…), han adaptado relativamente su día a día para poder recibir visitas y algo de dinero del turista. De todas formas los himba son un pueblo tan orgulloso de si mismo que no tienen intención alguna de permitir que este progreso les haga perder un ápice de su identidad. Normalmente las tribus que he conocido son más tirando a tímidas con los occidentales, parece que se sientan juzgados e, incluso, en determinados momentos, se puede notar una suerte de complejo cuando se comparan con nosotros. Las himba son todo lo contrario: altivas, confiadas, pasotas, son conscientes de lo interesante de sus raíces y se muestran orgullosas de ellas. Eso no quita que la mejor forma de realizar estos encuentros se base en el respeto y en unas normas básicas de conducta para que la interferencia sea mínima o, al menos, no demasiado destructiva.

Niño himba con la madre

Pelo, niño y pollo

Entre esas normas está la de buscar un guía local, un intérprete que ayude en la comunicación, que pida permiso para la visita y aconseje sobre la mejor forma de realizarla. Yo tuve la suerte de conocer a Anitha, una de las primeras guías himba mujer, y creo que la experiencia es mucho más interesante ya que cuando llegas a los poblados lo que vas a encontrar es sobre todo mujeres, los hombres se encuentran pastoreando y las que se encargan de que todo funcione en la comundidad, de cuidar de los niños, de construir las casas y de buscar agua, son ellas. Por eso cuando hablo de esta tribu suelo hacerlo en femenino.

Hay muchos puntos en Namibia donde poder visitar poblados himba, lo mejor es en la zona noroeste, y aunque los alrededores de Opuwo sean más accesibles al viajero aconsejo seguir hasta la frontera con Angola y llegar a Epupa, cerca de 3 horas por pista de tierra en dirección norte desde Opuwo. Hay algunos lodges para poder alojarse y acampar y es el emplazamiento de las Epupa Falls, unas preciosas cataratas que forma el río Kunene, un río que hace de frontera natural entre Namibia y Angola. Al estar un poco más alejado de las rutas típicas tiene una menor afluencia de turistas y unos paisajes preciosos y menos polvorientos que los de Opuwo, gracias, por supuesto, al río Kunene.

Adornos himba

Adornos himba

Mirando al infinito

Si te decides por ir a Epupa puedes contactar con Anitha de mi parte, tal vez aún se acuerde de mi y todavía lleve el colgante de cuero trenzado en Huelva con una piedra de Irán que le regalé por su cumpleaños. Y no creo que haya conocido muchos otros Pak.

Su mail: 1987chambilu@gmail.com
Y su teléfono: +264 813523076

Puedes empezar por aprender unas cuantas palabras y frases básicas para llegar con ellas memorizadas y dejarles impresionadas con tu nivel de lengua himba (Otijihimba):

Moro —> Hola
¿Peribí? —> ¿Como estás?
Nawa / peri nawa —> Bien
Okujepa —> Gracias
Karenawa —> Adios
Wami Pak —> Me llamo Pak (recuerda que seguramente tú no te llames Pak).
¿Obe unde? —> ¿Y tú?
¿Ena roje oove ufie? —> ¿Como te llamas ?
Obe omua —> Eres guapa
¿Nxoitu keri kohe? —> ¿Me puedo duchar contigo?… vale, esta es culpa de Pau que siempre lo intenta ( :p ), aunque tampoco te servirá de mucho si se lo preguntas a una mujer ya que en la cultura himba no vuelven a ducharse/bañarse una vez tienen su primera menstruación. Algo que tiene que ver con la escasez de agua en las zonas desérticas en las que viven, pero que pierde sentido cuando descubres que los hombres si pueden hacerlo.
Esta falta de agua y la imposibilidad de bañarse hace que el ocre, esa pasta rojiza que crean mezclando grasa animal y el polvo que sale al machacar una piedra de hematites que contiene mineral de hierro, sea aun más importante de lo que parece a simple vista. Lo usan como perfume y gracias a su olor es muy difícil que notes que no se han bañado desde muy jóvenes, lo usan como repelente, como maquillaje y es una protección hidratante muy eficaz contra las radiaciones solares. Es la pasta con la que forman sus trenzas, unas especie de rastas que deshacen periódicamente y que tardan unos 2 días en volver a realizar.
A pesar de no lavarse con agua se impregnan con un humo de cortezas olorosas y hacen una especie de vahos con agua hervida y aromas. Hace un tiempo que ha comenzado un programa del gobierno que intenta inculcarles el uso de agua para lavarse las manos ya que ellos usaban ceniza, y aunque es relativamente aséptica no limpia igual y es más fácil contraer infecciones causadas por bacterias.

Ocre

Pensando

Baile himba

Mujeres himba

Como estaba contando, para la visita, una vez llegas al poblado lo mejor es presentarse y conocer a los habitantes del mismo usando las frases que ya conoces y la ayuda de Anitha o el guía que te acompañe. Aconsejo bajar del coche sin cámara de fotos, pedir permiso para la visita y una vez hayas interactuado con ellas puedes volver a por la cámara, así no serás un desconocido tapado por una máquina que capta imágenes.
Anitha te explicará muchos datos sobre su cultura y sus tradiciones, pero seguramente ya sepas que son pueblos seminómadas que se basan en una economía de subsistencia. Que su población se acerca a las 50.000 personas repartidas entre el norte de Namibia (Kaokoland) y el sur de Angola principalmente. Que su vida gira en torno al ganado y de las vacas sacan casi todo lo que necesitan para vivir: la leche, la manteca, las pieles y el excremento con el que cubren sus chozas. Como ya he comentado la construcción de estas chozas a base de ramas de árboles y estiércol de vaca es labor de la mujer, así como ordeñar las vacas.

El ganado tiene tanta importancia que la parte final de sus trenzas acaba en un mechón de pelo (normalmente masculino) con el que simulan la cola de las vacas y sus tocados representan las orejas del que es su principal sustento.
Verás que la base de su alimentación es el pap, unas gachas de pasta de harina de maíz y que los poblados los construyen dentro de una barrera de matorrales que les protege de los animales salvajes. Que en todos estos asentamientos hay un fuego sagrado (okuruwo) que se mantiene constantemente encendido para honrar a los ancestros. Profesan una religión animista con bastante superstición y la línea imaginaria entre el fuego sagrado y la choza del jefe del poblado no se puede cruzar. Para no equivocarte lo mejor es saber que la única choza cuya puerta encara el fuego es la del jefe de la tribu mientras que el resto encaran otro lugar.

Mujeres himba

Dando el pecho

Peinándose

Las himba no pintan ni moldean esculturas, su único arte plástico es el que crean en sus cuerpos a base de adornos. El más valioso es el ohumba, una concha de mar que consiguen por el intercambio con las tribus del Damaraland. Caminan descalzas aunque algunas usan unas sandalias realizadas con piel de vaca curtida (cuero).

Una de las mayores curiosidades que tienen para mi, y no son pocas, es que cuando cumplen 12 años se les extraen los 4 dientes incisivos inferiores. No he conseguido saber la razón real, ellas dicen que para poder pronunciar su lenguaje, incluso hablan de estética, se gustan más así, pero he leído que se puede basar en que para los esclavistas portugueses la forma de evaluar a los esclavos negros antes de ser enviados a los barcos para Brasil era por la dentadura, como se hace con los caballos, y al arrancarse estos dientes disuadían la atracción de los esclavistas hacia ellos. Otra teoría es que hubo un tipo de epilepsia de origen hereditario que se propagó ante la cercanía sanguínea en las relaciones sexuales y durante los ataques epilépticos era la única manera de administrar suero para rehidratar al enfermo. A día de hoy se sigue practicando y sorprende ver que siguen manteniendo esta dolorosa tradición.

Al final de la visita suelen colocar unos parches con artesanías. Como te permiten ver el poblado sin pagar por ello (simplemente hay que llevar algo de comida como un saco de harina de maíz para el pap, sal, pasta de tomate y algo de vaselina para hidratar las mucosas por la sequedad del desierto; habla con tu guía para ello) la mejor forma de ayudarles de alguna otra forma es pagar por un trabajo y no ofrecer limosna. La compra de artesanías es la única manera de que no acaben poniendo la mano para que los turistas limpien sus conciencias con ellos en forma de billetes.

Arreglando las trenzas con ocre

Arreglando las trenzas con ocre

Arreglando las trenzas con ocre

Arreglando las trenzas con ocre

Otros consejos que puedo ofrecer es preguntar a Anitha cuales son las aldeas que han sido visitadas últimamente y pedir que no te lleve a ellas, así la comida y las compras que hagas se van repartiendo por la zona en vez de acabar siempre en los mismos poblados.

Cada vez que tengas la posibilidad de hablar con ellas, Anitha mediante, preguntarás un millón de curiosidades y la conversación suele terminar con un: “¿tenéis alguna otra pregunta?”, por parte de Anitha. Ahí es cuando en vez de decir un “NO” y darse la vuelta llega el momento de decir: “No, pero, ¿tienen ellas alguna?”, y así poder conocer como es el hombre blanco en su imaginario. Esto llega a dar lugar a situaciones surrealistas como cuando la mujer del jefe de la tribu y matrona del poblado preguntó a una pareja de clientes míos como eran los partos en nuestros países. Cuando le dijeron que una vez se rompen aguas o notas que puedes estar de parto se va al hospital sus ojos se abrieron como platos y dijo que entonces tendían que morir un montón de niños por el camino… claro, hay que tener en cuenta que para ellas el hospital más cercano está a más de 4 horas por pistas de arena y no tienen coches. Les recomendó buscar una comadrona que fuese a su casa para ayudarles y ante la imposibilidad de hacerla entender que en España siempre tienes un hospital cerca terminó diciendo de todo corazón: “Mirad, cuando tengáis un hijo yo puedo ir a ayudaros, seguro que va a tener muchas más posibilidades de sobrevivir”. Y estaba convencida de ello.

Pasando el rato

Poblado tradicional himba

Poblado tradicional himba

Niña himba

Pueblo himba

Niños himba

Himbas

Volando entre himbas

Recuerdos de Bayahibe, un pueblo en el Caribe (República Dominicana)

Atardecer

La primera vez que pisé Bayahibe era enero de 2007. Llegaba sin mucha idea del lugar y mi única intención allí era parar unos días en un lugar tranquilo donde sacarme el curso de buceo (Open Water) y disfrutar de la experiencia de respirar bajo el agua. Este pequeño pueblo de pescadores con poco más de 2000 habitantes me acogió como si fuese uno más de ellos. No fueron muchos los días pero suficientes para acabar regresando a pasar allí los últimos coletazos de mi viaje por el país.

Las conversaciones en el colmado, en casa de Dani, los atardeceres en la playa pública, haber descubierto la ingravidez del medio acuático, las mulatas, el ron, el pollo frito con yuca en el puestecillo de al lado de la iglesia, las noches de bachata… todas juntas y cada una por separado fueron algunas de las razones por las que este rinconcito del sudeste de República Dominicana se convirtió en una suerte de paraíso terrenal en el almacén de mis recuerdos.

Circunstancias parecidas a las que me llevaron allí por primera vez me regresaron a este pueblo, que tenía idealizado, 6 años más tarde. Para esta ocasión el reto era más ambicioso: sacarme el título de instructor de buceo en el lugar donde descubrí lo que ya se había convertido, para mí, en una pasión. Ello me permitiría poder vivir y trabajar en este rinconcito tropical y conocerlo más en profundidad, además de abrirme la puerta al medio de vida con el que poder vivir viajando. Este pueblo es ahora el principio de aquel viaje que aún continua y va camino de 4 años.
¿Como no le voy a tener cariño?.

Mirando el ocaso

Aquello es el Caribe en su máxima expresión: calmado, cristalino, azulado y desprendido, se entrega a los visitantes buscando el agrado sin pedir nada a cambio. En la playa pública, cuando no hay muchos barcos, los baños son apacibles y siempre tienes la posibilidad de tomarte una fría en alguno de los pocos chiringuitos que hay repartidos cerca de la orilla. En Magallanes, una pequeña playa a la salida del pueblo bordeando la costa en dirección Dominicus, la tranquilidad es total y puedes estar sólo disfrutando del snorkel y la arena blanca en casi cualquier momento del día.

La playa de Magallanes era mi refugio personal, el lugar donde pasé muchos dé mis días libres; a remojo, practicando freediving, haciendo malabares, enseñando a nadar a Yanet y donde contemplaba el atardecer obnubilado por los colores y el silencio olvidándome de la disciplina militar y las intensas jornadas en el centro de buceo donde trabajaba. Esas tardes fueron una tradición hasta que la azotea de mi casa le robó algo de protagonismo a base de Presidentes (cerveza local) y conversaciones viajeras.
Siempre quedarán las escapadas de «cualquier momento es bueno» con Mateo, Jesús, Gaby y Mirabelle, y esos silencios eternos que poblaban las imágenes de crepúsculos de paz intentando llegar a un infinito que creíamos tener cada vez más cerca.
Magallanes es uno de mis recuerdos imborrables asociados a Bayahibe. Bayahibe no sería lo que es para mí sin Magallanes.

Magallanes

El pueblo de Bayahibe era una encrucijada de caminos desordenados, de arena y piedra, con pequeñas casas a los lados y postes de la luz. Cruadriculado y laberíntico a la vez, no tiene más de 5 o 6 pequeñas tiendas con las cosas básicas (para los lujos hay que ir a La Romana, la ciudad más cercana, a poco menos de una hora en furgoneta), muchos colmados, algunos restaurantes, una comisaría, una cancha de baloncesto, un campo de pelota y una gasolinera. Hablo en pasado de los caminos porque a primeros de 2014 terminaron de asfaltar el pueblo y, a pesar de que ayudó a que en la estación lluviosa no fuese un barrizal, le quitó una parte del encanto y lo que en realidad hizo fue transformar los barrizales en charcos inmensos sobre un asfaltado poco planificado.

Viviendo allí te das cuenta de que los colores inundan el Caribe. No hay excepciones. Son la vida y la alegría en forma de pigmento que crea el maquillaje de las casas y los negocios. Las palmeras son otra pieza fundamental en el atrezzo de su decorado y la banda sonora se forja con los ritmos de la salsa y la bachata. Melodías que solo dejan de sonar para dar paso al sonido de los gallos antes de empezar un nuevo día.

Saliendo a pescar

Mar en calma

Patria

Pasé cerca de un año allí. Acumulando experiencia como instructor de buceo y disfrutando de una vida tropical a la que empezaba a acostumbrarme. Casi un año en un lugar pequeño crea lugares comunes, imágenes diarias y una rutina que, como cualquier otra, llega el momento en el que da la sensación de que aprieta. Pero como el cambio provoca incertidumbre y las despedidas suelen dar pena el reloj parece no querer marcar la hora de marchar. Entonces toca despertar, luchar contra la incertidumbre y la pena y salir, cambiar. Toca buscar pastos más verdes y nuevas ilusiones antes de que ese encantador pueblecito, que te lo dio todo, pase a ser otro sitio más del que un día se apoderó el tedio.

Y así hice con Bayahibe, con una mezcla de pena y alegría marché un día de octubre en dirección a México, 520 años más tarde de que los primeros europeos divisaran las costas de este pueblo que por siempre permanecerá en un lugar privilegiado de mi corazón. Las razones son más que suficientes; allí empecé a bucear, allí comencé el viaje en que se ha convertido mi vida  y durante una larga temporada fue el lugar en el que había vivido más tiempo sin contar Hortaleza.

Bayahibe siempre será ese encantador pueblecito, que me dio todo, y del no dejé que se apoderara el tedio (con el ron y la bachata como fieles compañeros).

– Como dirían ellos: Más tranquilos que una foto esperando que llegue la hora de la comida –

– Gasolinera tropical y  mi rocinante caribeño –

– Jugando al dominó mientras sale la guagua a La Romana –

– Todo el ron que quieras en el colmado –

– La tienda de Manuel, con todo lo necesario para aguantar un duro día de trabajo en el Caribe –

Buceo con el tiburón zorro en Malapascua (Filipinas) – Thresher Shark

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Son las 4:30 de la mañana cuando suena la alarma del teléfono y me levanto, de nuevo, entre aturdido y enfadado. Llevo más de un año con este ritual y no consigo acostumbrarme. Recojo mis cosas como alma en pena y en una oscuridad absoluta salgo sin hacer mucho ruido hacia el centro de buceo. Entonces pienso: -¿quién me mandaría a mí enamorarme de este bicho?-. Y no lo digo por la posibilidad de haber dormido acompañado, con tal madrugón es complicado que la noche anterior el Tanduay hubiese tenido tiempo de obstaculizar los sentidos hasta ese nivel (igual esto es más una esperanza que una afirmación).
La razón última y primera de los madrugones constantes, ese “bicho” del que me enamoré hace ya más de 5 años, se llama Alopias pelagicus, o más comúnmente conocido en castellano como tiburón zorro o azotador (thresher shark en inglés).

Su principal característica es la aleta caudal, una cola que abarca hasta un 50% de los 4 metros a los que puede llegar esta especie de tiburón zorro, a veces es tan larga como la longitud total de su cuerpo. La usa para golpear a sus presas, su forma de cazar está definida por su cuerpo. Tiene una boca demasiado pequeña como para poder atrapar la captura mientras nada y se alimenta de peces pequeños (sardinas, arenques..) que aturde con un latigazo de esta aleta caudal que alcanza velocidades de hasta 50 kilómetros por hora. Un espectáculo bastante complicado de disfrutar ya que como buen pelágico vive la mayor parte del tiempo a profundidades de entre 300 y 500 metros.

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Los 40 minutos de viaje en banka (barco tradicional filipino) desde Malapascua hasta Monad Shoal son el tiempo necesario para acabar de despejarme. Contemplar el amanecer con un café en la mano y la imaginación ya bajo el agua, el coco anticipando acontecimientos (¿habrá corriente?, ¿como estará hoy la visibilidad?, ¿me dejé la luz del baño encendida?…) y el deseo de un encuentro mejor que el anterior crean la excitación suficiente para que parezca que hace horas que llevo despierto.
Monad Shoal es una isla hundida, un pináculo mayor que Malapascua (1,5 km de ancho y 2 de largo) donde se encuentran las estaciones de limpieza que nos permiten disfrutar del zorro. Los tiburones suben cada mañana a primera hora para desparasitarse y que los peces limpiadores hagan su trabajo. Para poder ver a las profundidades en las que viven tienen unos ojos negros muy grandes que son bastante sensibles a la luz y en cuanto el sol de la mañana cobra fuerza regresan a la oscuridad que los protege, por eso es necesario madrugar, no es que a los buceadores nos guste acostarnos a las 10 de la noche y menos un sábado con la disco-party de Malapascua en pleno apogeo. Tal vez por eso yo tengo la teoría de que los domingos se ven menos.

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Desde que salto al agua la emoción me embriaga y la adrenalina fluye, no es miedo, no existen ataques registrados de este animal, su fisionomía no le permitiría intentarlo con una presa tan grande como un humano. Es entusiasmo, es impaciencia, son las ganas de poder estar cara a cara con una especie que no ha evolucionado en siglos, porque no lo necesita, porque es perfecto. Entonces comienzo el descenso analizando la más mínima diferencia con otras veces, a los pocos metros puedo ver el borde del muro. La plataforma de Monad está a entre 12 y 14 metros de profundidad y de ahí se baja a las estaciones que están entre 24 y 30 metros. Los tiempos de fondo en aire son cortos pero suficientes aunque parezcan fugaces, si quiero más no lo dudo, nitrox, una mezcla con mayor porcentaje de oxígeno alarga las posibilidades de que esa vez no se me escape, de conseguir la foto que quería, aunque siempre acabe pensando que la siguiente va a ser mejor.
La probabilidad de verlo en este punto de Filipinas es grande, según mi propia experiencia diría que de entre un 80 y un 90%. Tal vez lo he tenido delante 8 o 9 de cada 10 veces que he bajado, unas veces cerca, otras muy cerca, otras ha sido solo una sombra, una elegante silueta perdiéndose en el infinito del azul. Otras veces lo he visto acompañado, hasta 3 y 4 individuos a la vez, otras en mucha compañía, varias decenas de buceadores con ojos rasgados aleteando sin control. Y cada vez es una experiencia distinta y única, es naturaleza en estado puro, en un lugar donde vive en libertad, no se le alimenta ni se permite perseguirlos o interactuar con ellos. Las linternas y los flashes de cámara están prohibidos con el respeto como principal objetivo. Siempre hay excepciones, gente que se salta las normas a la torera, que no están preparados, que no tienen un instructor o DM que se preocupe por ellos, pero suelen ser casos contados, que se acentúan en las temporadas de mayor afluencia (de diciembre a mayo).

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Cuando me encuentro con él es como si el tiempo se detuviese (hasta que me empieza a pitar la alarma de la deco), lo observo ensimismado llegando al extremo de haberme olvidado algunas veces que llevaba la cámara en la mano. Que mejores recuerdos que los que guarda el cerebro, pienso para justificarme. Intento fijarme en los detalles; las hendiduras branquiales, los ojos, la boca entreabierta, su aleta dorsal, las pectorales, las pélvicas, la caudal danzando con la corriente… intento averiguar su sexo, los machos tienen 2 penes, uno a cada lado del ano, no es para doble penetración ni esas cosas que veis por internet, que nos conocemos, es para poder inseminar a la hembra con independencia de en que lado esté. Tenemos que pensar que los tiburones no pueden detenerse, necesitan estar en movimiento para filtrar el oxígeno del agua y si no hay corrientes la cópula no debe ser algo demasiado cómodo de realizar nadando. Si a esto le unimos que alcanza la madurez entre los 8 y los 13 años, los largos periodos de gestación (de casi un año) y la pesca sin control es normal que su población haya descendido un 80% en los últimos 15 años. Por suerte la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES por sus siglas en inglés) lo ha incluido desde octubre de 2016 en el apéndice II de modo que, y cito: «se aumentará su protección incrementando las restricciones a su comercio internacional, para garantizar que su exportación sea sostenible y legal». Queda mucho trabajo por hacer para concienciar al planeta de que los tiburones no son peligrosos y su importancia para la vida marina. Al ser humano le cuesta entender que nada es prescindible en el mundo animal, cada uno tiene su labor y los tiburones regulan el océano. Son los reyes de las profundidades.
En todo el año 2015 solo 8 personas murieron en el mundo por ataque de tiburón. Si tenemos en cuenta que más de 300 fallecieron por caerse de una silla, que cerca de 12 perdieron la vida por caída de una maquina de cocacola (vending machine) o las personas que mueren cada fin de semana por accidente de tráfico me parece que no tenemos nada claros nuestro peligros. Lo que yo tengo claro es lo peligroso que es el ser humano, según BBC: 100.000.000 de tiburones son pescados cada año.

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

La rutina de mis últimos 16 meses ha girado entorno a esta preciosidad. Mis horarios, mis conversaciones, mis nuevas adquisiciones (el housing para la cámara), todo dependía de él. De como disfrutar más en cada encuentro. El fruto lo recogí el 25 de febrero en uno de esos días donde se alinearon los astros, las circunstancias se pusieron de nuestra parte y junto a Vero, Alberto y Crystall tuve la mejor inmersión de mi vida. Fue mi personal despedida, la celebración de otro cambio de etapa con una fiesta submarina de la que salieron muchas de las fotos que podéis ver en este post. No es la definitiva, he vuelto a visitarlo desde entonces… y volveré a hacerlo, la idea es seguir viviendo en Malapascua pero ya no como instructor de buceo, al menos de momento.

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Algunos más datos sobre el Alopias pelagicus:

– Es un animal ovovivíparo, pone huevos pero estos se incuban y eclosionan en el cuerpo de la madre. Una vez eclosionados se alimentan de los huevos rotos, huevos infértiles y los hermanos más débiles. El ratio de nacimientos por gestación es de 1 o 2 individuos.

– Su color puede parecer azulado o plateado pero en realidad lo que hace es reflectar el entorno, si lo ves en mitad del azul o a poca profundidad tiene un color más claro que sobre el arrecife, esto le permite mimetizarse para poder cazar sin ser visto claramente en la distancia.

– El nombre viene de la palabra griega alopex que significa zorro.

– Sube a las estaciones de limpieza para desparasitarse y si no lo ha conseguido del todo o quedan rémoras que no consigue despegarse usa su potencia para saltar fuera del agua. He tenido la suerte de presenciarlo en alguna que otra ocasión y es un espectáculo increíble.

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Thresher Shark, tiburón zorro o azotador

Si quieres sentir esta experiencia y disfrutar del encuentro con este animal en el único lugar del mundo donde está casi asegurado tendrás que venir a Malapascua, una pequeña isla en las Filipinas. He estado 16 meses trabajando como instructor en Buceo Malapascua y es sin duda mi recomendación para este buceo tanto si eres buceador certificado como si es la primera vez que lo intentas, eso sí, hacen falta unos 4 días de curso para llegar hasta él si nunca te has sumergido antes.

Yo por aquí estaré seguro, para la happy hour en Ocean Vida o para tomar la última en Maldito´s entre historias de tiburones… si es que no me he animado a hacerme un fundive al día siguiente y a eso de las 10 pm ya estoy acostado y ansioso por levantarme, entre aturdido y enfadado para preguntarme una vez más : ¿quién me mandaría a mí enamorarme de este bicho? .

Marzo en Viajes National Geographic (Artículo sobre Botsuana)

Revista

Prometí que volvía a escribir y no os mentí. La cosa es que lo he estado haciendo, y bastante, pero uno de los textos principales no era para el blog  (aunque mucho de este material aparecerá en los post que escriba sobre este impresionante destino del que aún no he contado demasiado).
En el número de Marzo de la edición española de la revista Viajes National Geographic aparece este artículo firmado por un servidor sobre uno de los países en los que trabajé como guía de viajes en la temporada de verano de 2015. Es sobre Botsuana y sus parques nacionales, sobre la aventura de una ruta de safaris que recorre el país desde la segunda ciudad en tamaño, Francistown, hasta el impresionante parque de Chobe.

Debo reconocer que tardé más de un día en atreverme a dar el sí a Pablo cuando me lo propuso allá por Noviembre. Las dudas me reconcomían y hacía demasiado tiempo que no escribía, por suerte parece que es como montar en bici o hacer una tortilla de patata, aunque es cierto que me noté bastante oxidado al principio. Sin su apoyo y el de Itziar tal vez no hubiese tenido el valor de animarme pero pensé que, al menos, tenía que intentarlo. Y lo intenté.

El 20 febrero llegó la recompensa impresa en papel, aunque todavía no he tenido el placer de tocar la revista física he podido ver el artículo en la edición online. Llevo más de un año viviendo en Filipinas y va a ser complicado que llegue hasta aquí pero ya me espera una copia para poder sentirla en mis manos cuando pase por Hortaleza.

portada

La experiencia ha sido muy enriquecedora y ha vuelto a picarme el gusanillo de darle continuidad a la escritura, si a esto le añadimos que estoy en pleno proceso de transformación vital y vuelvo a cambiar el submarinismo por los viajes creo que la oportunidad se me presenta en bandeja. Después de 15 meses viviendo en una isla de 2 km cuadrados (Malapascua) y trabajando como instructor de buceo para Buceo Malapascua paso a ampliar mi universo a todo el país colaborando con Viajar Por Asia como corresponsal y guía de viajes en Filipinas.
Regresaré a destinos ya conocidos y descubriré partes de este país tan grande como desconocido, la excusa perfecta para que la vuelta al blog no sea solo a base de textos del pasado y pueda actualizar más frecuentemente con aventuras presentes.

segunda

Siento que he cumplido un sueño, que mi primera publicación en papel sea en un grande como es National Geographic no es moco de pavo. Tampoco quiero lanzar las campanas al «abuelo«, mejor seguir centrado en lo que soy y si vuelve a aparecer la posibilidad de publicar en papel al menos los miedos serán menores y la confianza de que ya lo hice una vez ayudará a disipar las dudas.

La revista está disponible en los kioskos de España hasta el 20 de Marzo, es el número que lleva Angkor en la portada, podéis comprarla y mandarme fotitos con ella en la mano que hacen mucha ilusión. El que no quiera comprarla no hay problema, siempre podréis echarle un vistazo en cualquier sala de espera del dentista y ese tipo de sitios. Que nos conocemos 😉 .

Especifico también que mi parte es la redacción del texto, las fotos no son mías, en su mayor parte son de stocks de fotografía aunque también hay de reconocidos fotógrafos y, por supuesto, son las culpables de la espectacularidad del artículo.

Contaré más de la nueva aventura con Viajar Por Asia, la agencia del archiconocido David Esteban (aka Flapy), y las múltiples aventuras que ya diviso en el horizonte, hasta entonces solo me queda agradecer una vez más a Pablo e Itziar la ayuda para que lo que hoy os cuento haya sido posible y animarlos en su impresionante proyecto de las Jornadas de los Grandes Viajes que durante los próximos meses van a tener lugar en Sevilla, Madrid y Barcelona. No les deseo suerte porque con los cartelazos que tienen en los 3 lugares no les va a hacer falta.

Deadvlei, entrando en los sueños de Dalí (Sossusvlei – Namibia)

Deadvlei

El mundo de los sueños fue uno de los temas recurrentes en el imaginario de los surrealistas. Pintores, poetas, escritores… todos, en algún momento de sus vidas, buscaron inspiración en lo onírico para dar forma a sus creaciones. Los sueños son la mayor expresión del subconsciente: mundos sin reglas preestablecidas y con un orden supeditado a la imaginación.
Eran escenarios perfectos para que el surrealismo cobrase forma y poder así dotarlo de sentido. Deadvlei es uno de esos escenarios con la particularidad de haber sido recreado por la mano de la naturaleza en un lienzo infinito: el mundo real.

Deadvlei

Deadvlei

Cerca de 5 horas en 4×4 dirección sureste es el tiempo que necesitas para recorrer los 333 km que separan Windhoek, la capital de Namibia, de Sesriem, un asentamiento que funciona como entrada al parque nacional de Namib-Naukluft. Este parque situado dentro del desierto del Namib alberga en su interior algunos de los lugares que más se repiten en los libros de fotografía que protagoniza este país del África austral. Entre estos lugares destaca Sossusvlei, un conjunto de «pans» y cañones rodeados por dunas gigantes de arena roja capaces de cortar la respiración del observador, y sobre todo del escalador, si te animas a hacer cima en cualquiera de ellas. La estrella de todas estas «pans» es sin duda Deadvlei: el lago muerto de arcilla blanca.

Hace ya 900 años que el agua dejó de regar este lago creando uno de los paisajes más antiguos y secos del planeta. El sol abrasador acabó quemando y ennegreciendo los troncos de las acacias muertas que quedaron en su interior y la falta de humedad impidió que estos troncos se pudrieran convirtiendo sus ramas en cadáveres espigados paralizados en el tiempo.

Deadvlei

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La primera vez que lo visité su imagen evocó en mi cabeza uno de los cuadros que más me han fascinado en mi vida: «La persistencia de la memoria» de Salvador Dalí. Faltaban los relojes reblandecidos por el paso del tiempo, un tiempo que, en mitad de aquel lugar, se detuvo por completo de nuevo, como 900 años antes, y dejó de avanzar intentando que ese momento no acabase nunca.
Si para Dalí la blandura de los relojes podría mostrar vulnerabilidad en mi caso el que se reblandeció allí fui yo. Quedé en un estado de indefensión total, ensimismado y tan absorto que tardé lo que me pareció una eternidad en salir de una especie de efímero duermevela en el que me costaba distinguir el mundo real de los sueños.

Deadvlei tiene una magia especial, un misticismo inexplicable engrandecido por la ausencia de sonido y la estricta paleta de colores que rellena sus formas estilizadas. Rojos, azules, negros y un blanco amarillento son los culpables de la belleza de este espectacular paisaje. No hay más, el resto del mundo desaparece allí. Hoy Deadvlei solo persiste en mi memoria. Y me pregunto: ¿ha estado Dalí jugando conmigo desde que vi su cuadro por primera vez?, ¿esperaba que  algún día llegase a este lugar para provocarme todos estos sentimientos?.

Deadvlei

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La afluencia de visitantes no le resta un ápice de encanto y si encuentras la hora apropiada puedes llegar a tener una cierta sensación de soledad que no acaba hasta que sales del lago y alcanzas el parking en el que están obligados a estacionar todos los vehículos. Es un pequeño paseo de 10 minutos por la arena de un desierto que cubre 32.000 kilómetros cuadrados del oeste namibio, un mar de dunas con nombres propios que son algunas de las más altas del mundo: Big Daddy, Duna 45, Duna 7 o la Duna Elim.

Deadvlei

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Por eso no extraña que Deadvlei sea uno de los lugares más fotografiados del África subsahariana, escenario de vídeos, anuncios y películas como La Celda o el documental Samsara.

Deadvlei

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He tenido la oportunidad de visitarlo en 3 ocasiones. Todas iguales, todas distintas. Siempre a primera hora de la mañana, cuando el sol se levanta por el este alargando las sombras hasta el infinito, y sin resquicio de relente. A pesar del corto espacio de tiempo que las separaba, entre cada una de estas visitas no hubo más de 30 días, cada vez era como regresar a un lugar en el que nunca había estado.
La memoria se encarga de recordar en función a la carga emocional que hayamos sentido con la experiencia. Para mi memoria Deadvlei es como un lugar que no existe pero al que puedo volver siempre que quiera y el insomnio me lo permita. Sólo tengo que cerrar los ojos, relajarme y dejar a mi imaginación crear el orden de un mundo sin reglas preestablecidas.

Para volver a Deadvlei sólo tengo que dormir. Sólo tengo que soñar.

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