Otavalo (Ecuador), de compras en el mayor mercado indígena de América del Sur

Esperando

Mi primer contacto con Ecuador fue San Luis de Otavalo, 110 km al norte de Quito. Un pequeño pueblo famoso por un mercado indígena de artesanía que data de tiempos preincaicos y que es uno de los más grandes de toda América Latina.

La mayoría de los turistas hace viajes de un día desde Quito, son unas 2 horas en autobús, pero hay bastantes hostales baratos donde alojarse. Nosotros nos quedamos unos días, llegamos en sábado, que es el día con mayor afluencia tanto de artesanos como de curiosos y compradores, y estuvimos hasta el lunes. El resto de días de la semana se sigue manteniendo toda la parte del mercado que hay en la Plaza de los Ponchos, con muchos menos puestos que los sábados pero sigue siendo interesante de ver.

Trenza

Siempre me gusta visitar los mercados de los lugares que visito, creo que son un fiel reflejo de los estratos y la cultura de los países, de sus gente, incluso de la economía del país.

En el de Otavalo puedes ver todo eso y una infinidad de grupos étnicos que forman el país, con sus distintas ropas tradicionales, sus bordados, o sus caras, sus miradas y gestos, un buen lugar para ver la geografía humana de Ecuador.

En el mercado

O los colores, las formas, los distintos tejidos que trabajan los artesanos de uno de los pueblos indígenas más ricos del país.
También es cierto que la mayoría de estas artesanías se pueden encontrar en el Rastro de Madrid, eso si, a precios bastante más altos. Era mi argumento a la hora de regatear, Otavalo exporta una gran cantidad de las artesanías que se realizan en la zona y saben que una gran parte de su producción va para España.

Colores

Colores

Pero no todo fueron compras, uno de los recuerdos más curiosos que tengo del lugar fue cuando salimos a tomar una cerveza y acabamos en una «discoteca» local viendo grupos de jóvenes indígenas bailar Reggaeton con sus ropas tradicionales, y cuando digo que bailaban Reggaeton es que «bailaban Reggaeton«, con sus buenos refriegues.
Es cierto que es música latina y que me debería haber chocado más cuando vi noruegas borrachas dándolo todo a ritmo de Reggaeton en Montañita, por ejemplo… pero hay veces que cuesta quitarse tópicos y clichés de la cabeza, desprenderse de ideas preconcebidas. Aunque tampoco quita que ver a las indígenas bailando Reggaeton fuese tan gracioso como cuando los estadounidenses intentan bailar salsa :p .

Bordados

Allí hice una de las compras que más he rentabilizado viajando en mucho tiempo, una hamaca. El mejor invento después de la rueda. Los tejidos de las hamacas que venden en Otavalo son de los más resistentes y los precios son verdaderamente asequibles, si regateas bien. A mi me vino de perlas para el resto del viaje, no solo por las veces que dormí en ella, también por las veces que la usé como manta, sobre todo en los autobuses o aviones con aires acondicionados «infernales«.

Otavalo es uno de los lugares imprescindibles a la hora de visitar el país, para ver una de las múltiples facetas de este pequeño país tan distinto entre si, esté país en medio del mundo, en el Ecuador.

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Antigua, una otra Guatemala

Arco de Antigua

Fundada en 1543, Antigua fue la capital de Guatemala hasta 1776, tres años después de que un brutal terremoto la sacudiese un 29 de Julio.
Un lento pero increíble proceso de reconstrucción consiguió devolverle esplendor y en 1979 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Ahora es una bonita y tranquila ciudad colonial. Empedrada, colorida, limpia, tradicional, cultural, turística, repleta de «gringos», maquillada, comercial, ecléctica. Antigua es difícil de explicar, y englobar, dentro de Guatemala. Antigua son contrastes, e incluso, a veces, contradicciones.

Academias de «Español para extranjeros«, bares que abren hasta tarde, «hostales de mochileros«, restaurantes de comida occidental, tours, y librerías con más cantidad de libros en inglés que en castellano. ¿Seguimos en Guatemala?.

A pesar de eso me quedé un tiempo allí varado y Antigua me acabó conquistando. Una gran parte de la culpa la tuvo Manuel Murillo y su Casa del Mango. Un proyecto/hogar/centro cultural/sala de exposiciones que gestiona junto a Liliana y que busca llevar el arte a la calle, a la gente, al pueblo guatemalteco. Democratizar la cultura e intentar que la gente se interese y se genere en ellos una necesidad, la de seguir aprendiendo.

Me impresionó el proyecto y lo mucho que se podía aprender de Manuel, al que definiría como «fotógrafo, educador y todo lo demás imaginable«.Un sevillano con unos cuantos años viviendo en Guatemala y una forma muy particular de hablar «chapín» con acento andaluz.

Fueron unos días agradables, con tardes enteras charlando en La Casa del Mango, exposiciones, proyecciones, alguna tarde de rocódromo con Carol y noches regadas en chelas y aderezadas con «bocas» intentando entender el mundo… ni tan siquiera intentando arreglarlo.

Caminando

Las mañanas las dedicaba a leer al sol en el parque central, recorrer callejuelas de la ciudad o pasear por el mercado que hay junto a la estación de autobuses. Compraba la comida para preparar en el hostal, deambulaba buscando fotos, hablando con las «mamitas«.
En general los mercados son de los lugares que más me gusta visitar y el de Antigua me pareció muy fotogénico e interesante.

Colores Mayas Reflejo
Mercado de Antigua Mercado de Antigua

Así pasaron los días con alguna excursión por los alrededores que contaré en siguientes posts, e intentando entablar conversación con los dueños/encargados de la Posada Ruiz 2, el lugar donde me alojé. Habitaciones pequeñas, unos baños compartidos relativamente limpios y un gran patio en el que desayunar con el primer sol de la mañana. Fueron 2.5 € la noche, no era gran cosa pero por lo menos lo regentaba una familia local. No me apetecía estar en un hostal para mochileros propiedad de algún gringo, hablando todo el día en inglés y viendo rubios poniéndose crema para el sol en la cara.

Iglesia de la Merced

A Antigua volví poco después desde México, parada técnica para descansar en mi camino a El Salvador y, como no, para volver a ver La Casa del Mango… y a Manu, a Carol, a Liliana, a Emanuel… y para volver a ver esos preciosos amaneceres, otra de las muchas razones por las que Antigua me acabó conquistando.

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