De entre todas las experiencias y actividades que he realizado en estos últimos 4 meses por el África austral hay una que me ha conquistado sobre el resto. Se ha ganado un pedacito de mi y cada vez que la repito me resulta más emocionante y espectacular. Es el encuentro con rinoceronte blanco en el Parque Nacional de Matobo.
Las sensaciones que tienes al acercarte a este espectacular mamífero a menos de 20 metros, sin camiones o coches que puedan protegerte, son indescriptibles. La primera debe ser la emoción, sientes fluir la adrenalina al encontrarte cara a cara con un bicho de hasta 2 toneladas y 4 metros de longitud capaz de alcanzar velocidades que llegan a los 50 kilómetros por hora.
Cuando llevas un rato observándolo aparece la calma y la paz. El miedo se disipa al ver su honorabilidad, su respeto hacia el respeto. Si no lo molestas, si respetas las normas (sus normas), si mantienes la distancia de seguridad, si no lo ofendes con el ruido y demuestras que tus intenciones son puras es capaz de dejarse llevar y enseñarte su mundo aceptándote como uno más en la sabana. Te hace sentir parte de este todo que fluye en la naturaleza y que pocas veces los humanos conseguimos entender y disfrutar.
La sensación final me resulta parecida a la felicidad. La de haber pasado casi una hora en silencio compartiendo un ratito de su tiempo, de su vida y su paz. La felicidad de que se haya sentido seguro y tranquilo ante su mayor depredador, el único animal culpable de que su población llegase a disminuir en 1970 en un 90% de los individuos censados y de que su muerte sea un negocio y su vida una lucha contra el reloj de los furtivos y los gobiernos permisivos.
Si no se pone freno a la locura que supone el comercio de sus cuernos la población mundial de rinocerontes bajará en los próximos 10 años a cifras escalofriantes. La comunidad científica habla de que, a este paso, en menos de 20 años la única forma de ver un rinoceronte será en los libros o en las fotos de los que tuvimos la suerte de encontrarlos cuando aún quedaban.
Todo por culpa de la mística y la superstición. Para algunas culturas asiáticas el cuerno de rinoceronte tiene propiedades curativas e incluso afrodisiacas. Es capaz de sanar de cáncer y potenciar los orgasmos. Una completa tontería teniendo en cuenta que este cuerno está formado casi en su totalidad por queratina, la proteína que forma las capas más externas de la epidermis y tejidos como las uñas o el pelo. En el mercado negro el kilo de este cuerno supera los 100.000 dolares, más valioso que su peso en oro, y sería igual de eficiente juntar un montón de limadura de uñas. Y bastante menos nocivo para el mundo animal.
Un cuerno completo llega a alcanzar un peso de 10 kilos. Un botín demasiado valioso para los que poco tienen que arriesgar, por eso en el parque de Matobo les liman los cuernos con cierta periodicidad. Esto se debe a que, al igual que las uñas, crecen una media de 4 cm por año. Su distinción es su castigo, un castigo que no para de crecer.
La dinámica del encuentro suele consistir en 3 fases. La primera es la de localización. Esta puede hacerse gracias a las informaciones de los guardias del parque o subiendo a una colina (un punto alto) para encontrar su posición.
Una vez localizados empieza la fase de acercamiento. Si el punto es lejano se va en 4×4 hasta una zona que permita el acceso andando y si están lo suficiente cerca se camina hasta ellos.
Las normas de seguridad son básicas: silencio absoluto y fila india caminando contra el viento hasta una distancia prudente de unos 20 metros. Una vez allí comienza el encuentro, la tercera fase. En este momento se reagrupa todo el mundo y se espera a ver sus reacciones hasta que están calmados para intentar acercarse un poco más. Lo normal es que a esas horas del día se encuentren descansando en la sombra, guardando energías hasta que caiga el sol. Al notar la presencia humana se ponen nerviosos y a la defensiva hasta que comprenden que las intenciones son buenas y sienten el respeto, entonces, una vez se relajan te dan la espalda (demostrando que no tienen miedo) y buscan el lugar donde volver a tumbarse.
El resto consiste en disfrutar del espectáculo. Si el ruido aumenta a veces se ponen nerviosos y su primera reacción es la de alejarse del supuesto peligro, otra opción si no lo ven claro es cargar. Ante una carga de rinoceronte lo principal es mantener la calma e intentar refugiarse detrás de algo capaz de taparte, esto puede ser un árbol, un termitero o algún compañero de viaje que no te caiga del todo bien. Subirse a un árbol puede ser otra manera de salir del entuerto.
Un rinoceronte blanco es bastante más social que el rinoceronte negro, esto hace más complicados los momentos de peligro si se respetan las normas, pero no disipa por completo las posibilidades de un «ataque preventivo«. Son animales salvajes cuya única protección es el instinto, cualquier cosa que les pueda parecer hostil es un peligro y los humanos somos, seguramente, el animal más hostil del planeta.
La diferencia principal entre un rinoceronte blanco y uno negro son la forma de la boca, la alimentación y el tamaño. El color es práticamente el mismo y el nombre se debe a un error de interpretación. En el siglo XVII los colonos holandeses le dieron al rinoceronte blanco el nombre de wijde, que significa «ancho«, en referencia a sus labios y en contraposición con la boca más estrecha del rinoceronte negro. Cuando llegaron los británicos pensaron que lo que decían era white, palabra que en inglés significa «blanco» y así quedaron los nombres del segundo animal terrestre más grande después del elefante.
Además de la boca, la forma del cuello hace que el rinoceronte blanco se alimente de pasto, mientras que el cuello más estrecho y musculado del negro lo obligan a comer de arbustos ante la incomodidad que le produce bajar la cabeza para pastar.
A Matobo se llega desde Bulawayo, la segunda ciudad más grande de Zimbabwe. El parque se encuentra a 35 km al sur y su nombre significa «cabeza pelada«, por el aspecto de las rocas graníticas que se mantienen en equilibrio y que parecen cabezas de calvos.
Es una de las formaciones graníticas más antiguas del planeta, se formó hace unos dos mil millones de años, cuando el granito se vio forzado a subir a la superficie y dio lugar a un paisaje lleno de cerros testigo formados por grandes cantos rodados. Es el primer parque nacional de Zimbabwe (1926) y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2003. La población de rinocerontes se estima en unos 114 individuos y su reintroducción se comenzó en 1960.
Los periodos de gestación son largos, de entre 16 y 18 meses y las crías nacen con un peso que ronda los 45-50 kg. No son animales estacionales ya que esperar las gestaciones para los machos supondría una cárcel. Las hembras muestran el celo esparciendo feromonas en la orina y ahí los machos saben que puede ser su día de suerte.
Las unidades familiares son de la hembra con las crías mientras que los machos suelen ser solitarios. Es un gigante con una esperanza de vida que ronda los 50 años, si los dejan llegar a tanto y el valor de sus cuernos no supera el de sus vidas.
La población mundial de rinocerontes ronda los 20.000 ejemplares, con un 93% de ellos en Sudáfrica. Es un buen número teniendo en cuenta que a inicios del siglo XX llegaron a quedar tan solo 1.000 individuos, aunque no tan bueno si nos planteamos que antes de la colonización europea del continente africano eran cerca de 1.000.000.
Su problema es que en un año pueden llegar a morir más de 300 por la caza furtiva y otros tantos de muerte natural. Si no se regula el mercado de cuerno de rinoceronte como se hizo con el marfil y si los gobiernos no crean un mercado paralelo y regulado de este material para contrarrestar su elevado precio en el mercado negro las cifras no van a parar de subir y los 60 años que hacen falta, a este paso, para acabar con la especie, nos parecerá poco tiempo para poner freno a su extinción.
Es un espectáculo digno de ver y de disfrutar y me siento afortunado de que ya sean 3 las veces que, junto a Ian y su equipo, he tenido la suerte a acercarme a estos preciosos e imponentes mamíferos.
Me quedan 2 viajes para terminar la temporada, otros 2 encuentros antes de que abandone el continente africano por un tiempo y el rinoceronte blanco se transforme de nuevo en un recuerdo.
El recuerdo de uno de los 5 grandes mamíferos del planeta al que he podido sentir bien cerca.
Ian y su equipo son African Wanderer, la empresa con la que realizamos esta increíble actividad.