De La Habana ya solo tengo recuerdos; los de las imágenes que ilustran el post, los de el olor a ron corriendo sin rumbo durante las noches en El Vedado, los de las conversaciones con Estela sobre la revolución, los de una bicicleta de tres ruedas en la Habana Vieja antes de tomar una cerveza en La Bodeguita De En Medio intentando emular a Hemingway …
Hace más de 12 años que estuve en Cuba en un viaje que me marcó para siempre. Mi primer viaje como mochilero al lugar más lejano a Hortaleza en el que había estado nunca, mi primer cambio de continente y la primera vez que saltaba el «charco» para visitar América Latina.
Este viaje conjugaba demasiados factores como para saber antes de empezarlo que no lo olvidaría jamas. Las casualidades lo fueron enredando suficiente como para que el surrealismo se apoderase de la realidad sin que nos diésemos cuenta. Por suerte ni Quirós, ni Iván, ni yo conocíamos todavía a Pedro Juan y pudimos controlar el caos antes de que nos superase.
El destino nos hizo aterrizar en El Vedado, en casa de Estela y Raul. Ella, militar retirada por una enfermedad que la estaba dejando ciega, castrista, revolucionaria, orgullosa de su vida. El, su hijo, un joven estudiante cansado de escasez, de necesidad, con ganas de vivir en un país distinto al que le dejaba su madre como herencia. Dos Cubas en una misma casa, dos Cubas entre 4 paredes.
La lucha generacional parece que acabará siendo el motor de la historia cuando las clases desaparezcan, no por la mejora si no por el empeoramiento y la perdida del sentimiento de clase y de unión. «Cada uno a lo suyo» nos graba a fuego el capitalismo en cada paso que da.
La Habana fueron «paseos dando vueltas sin rumbo» y charlas intentando entender el lugar en el que estábamos. Desesperante en los primeros momentos, agobiante e intensa, La Habana es demasiado inteligente como para confiarte pero a su vez es demasiado amable y cariñosa como para desconfiar.
La Habana te engaña y juega contigo, te embriaga con el aroma del ron, te seduce con sus curvas y te hipnotiza con una melodía sensual que suena en cada casa, en cada coche y casi en cada esquina. Moverse al ritmo de la salsa, el son y la bachata te lleva por el atajo menos transitado para no chocar con la multitud en el avance. Si no sabes dirigir lo mejor es dejarse llevar, siempre habrá alguien dispuesto a enseñarte un nuevo paso para continuar. Son expertos en el arte de avanzar.
En La Habana los monumentos son las personas, las antigüedades son los coches y los palacios y museos son las casas desconchadas y comidas por el salitre de un océano que golpea con fuerza el Malecón más famoso del mundo.
De La Habana marchamos para el interior de la isla pero volvimos a pasar un par de días antes de regresar a Hortaleza. La segunda fue mejor, nos trató con tanto cariño que no quisimos irnos…. y casi no pudimos. En aquel 2001 en la isla casi no había cajeros automáticos y no fuimos bastante previsores con el dinero, la única opción era ver si en los hoteles de la ciudad nos podían adelantar a crédito algo de dinero cargado en la tarjeta. No hubo suerte, los últimos dólares que teníamos los gastamos en el taxi al aeropuerto sin haber comido nada en todo el día y cruzamos los dedos para encontrarnos con Patricia en el aeropuerto. Sabíamos que volvía el mismo día y en el mismo avión que nosotros de su viaje de fin de carrera por Cuba y seguro que podría prestarnos algo de dinero para comer y pagar las tasas de salida del país. Y tuvimos suerte.
Fue un final atropellado para un viaje de ritmo lento y pausado. Mejor, así no tuvimos tiempo de pensar que nos marchábamos de aquel lugar maravilloso ni de recordar las lágrimas que recorrían nuestras mejillas bajando los 9 pisos de escaleras que separaban la casa de Estela y Raúl del final de nuestra aventura cubana.
Aquel día tampoco funcionaba el ascensor, tal vez por eso decidimos no volver a subir para recoger la parte de nosotros que se quedó en aquella casa, en aquella ciudad, en aquel país.
Recupero estos recuerdos que se quedaron en un disco duro olvidado entre mudanzas. Creo que va a dar juego. Lo primero que salió fue un poco de gótico y cemento por Praga, ahora llega La Habana y aún queda mucho por encontrar entre el caos de carpetas y archivos que han pasado a ser los restos de mi memoria. Ahora soy yo el que viajo con el blog, pero en el tiempo.