Hace ya más de una semana que Haiyan (Yolanda) destrozó las ilusiones de miles de filipinos y se llevó la vida de otros tantos. Uno de los tifones más potentes jamás registrados ha dejado un futuro incierto a demasiadas familias, a demasiadas personas, a demasiados amigos. Esta semana la poca conexión que he tenido la he utilizado para buscar información sobre lo sucedido e intentar enterarme si toda la gente que conocí en mi paso por Filipinas estaba bien. Y más o menos.
El ojo del tifón pasó por Malapascua destruyendo la isla casi en su totalidad, porque la isla son las casas de sus habitantes, sus barcos y sus negocios. Por suerte no hubo daños personales pero los materiales son incalculables. A Malapascua le toca empezar de nuevo y a mi se me encoge el corazón pensando lo duro que tiene que ser pasar por algo así.
Todo lo que puedo hacer es desearle ánimos a todo el mundo allí y animar a realizar una aportación (por pequeña que sea) para ayudar a asistir a las víctimas en Malapascua. Aquella es mi isla y fue mi hogar, por eso focalizo mi atención en ella, allí quedaron grandes amigos y grandes personas que no se merecen lo que les ha sucedido.
Los centros de buceo de la isla han lanzado una iniciativa para recaudar fondos a través de You Caring, yo ya he aportado:
http://www.youcaring.com/other/typhoon-haiyan-yolanda-fundraiser/104505
Ahora, aunque en otra isla, estoy allí con ellos. Malapascua es mi lugar favorito del mundo, al que siempre querré volver y al que estoy seguro que volveré, para poder abrazar a todos y cada uno y alegrarme de que vuelvan a estar bien. Porque lo van a estar.