El muralismo mexicano fue el graffiti de principios del siglo XX, fue el arte en la calle y para el pueblo, sin limitación de espacio o mensaje, reivindicativo, social, educativo, instructivo, revolucionario… y esto sobre todo, porque de ahí partió, de una revolución, para la explicación de la historia y los logros de esa larga lucha.
La diferencia fundamental del muralismo con el graffiti es que este último es efímero y se crea a sabiendas de que desaparecerá tarde o temprano. Los murales pasan a la historia, los graffitis al recuerdo, o, como mucho, a que la luz que reflejen quede fijada para la posteridad en papel baritado (o en una sucesión de bits).
Uno de los máximos exponentes del muralismo mexicano fue Diego Rivera, yo tenia muchas ganas de investigar en sus temas, sus texturas, sus colores, me fascina ese tipo de arte, pensar como consiguen extrapolar las medidas del arte a la inmensidad.
La vida de Diego Rivera rezuma interes, desde las bases marxistas de las que parte su arte a su matrimonio con una artista de la categoría de Frida Kahlo, los 71 años que paso en este mundo dieron para infinidad de historias, creaciones, inspiraciones y mucho legado.
Y uno de los días que pasé en el DF lo dediqué al arte. Empezó en decepción al encontrarme con las rejas cerradas y un cartel muy bonito que ponía: «Lunes cerrado«, a las puertas del Museo Frida Kahlo en el barrio de Coyoacán. Por unas u otras acabé sin verlo, igual que me pasó con una retrospectiva suya unos meses antes en el SFMoma de San Francisco.
No desistí y me dirigí al centro, en la plaza del Zócalo se encuentra el Palacio Nacional, de entrada gratuita, en el que se puede disfrutar de algunos impresionantes murales de Diego Rivera (foto de arriba). Con estos murales realizado poco antes de morir Diego Rivera intentó contar la historia de México, desde su prisma socialista.
Además de disfrutar de una de las obras cumbres del muralismo mexicano se puede aprender un montón sobre la historia del país, la pena es que acabaran quedando inconclusos por su fallecimiento.
Me gustó pasear por el palacio pensando en esa revolución que inspiró a México y lo empujó hacia delante, en los 500 años de historia que Diego retrató, desde que un grupo de salvajes destrozase aquellas impresionantes civilizaciones hasta lo que es hoy, un país con un legado mayúsculo en manos de burócratas con intelectos minúsculos. Como tantos otros países, como tantos otros lugares.
Y continué con el museo y antiguo Palacio del Arzobispado, que acoge una muy buena exposición del programa Pago en Especie para el arte. Un programa que nació en 1957 y a través del que se crearía un «acervo plástico que enriqueciera los bienes culturales de México mediante una alternativa fiscal que, a un tiempo, prestara facilidades para el pago de impuestos a los creadores plásticos e incrementara las expresiones culturales en México»
En resumidas cuentas es la posibilidad de que los artistas puedan pagar sus impuestos cediendo obra. Me pareció una propuesta muy original que ha dado pie a una colección bastante interesante.
Y ya en el Zócalo, que en realidad se llama Plaza de la Constitución, me enteré el otro día :$, no podía perderme la Catedral Metropolitana, el Altar de los Reyes, o las excavaciones del Templo Mayor, y por supuesto, volver a aprovechar para callejear un poco por allí… y comerme unos tacos al pastor, –sin cilantro, por favor– (como odio el cilantro).