Chapultepec en náhuatl significa Cerro del Chapulín, unos pequeños saltamontes que en México utilizan como condimento culinario. No me fijé si había chapulines por allí, pero tampoco sabía lo que significaba el nombre hasta que me lo explicó ayer Iván.
Fuí un domingo cualquiera de primeros de 2009, me levanté temprano, la noche anterior habiamos estado tomando unos tragos por la colonia Condesa pero como nos portamos bien no hubo que lamentar ningún duro despertar.
Baje a comer unos tacos paseando cerca de Reforma y llamé a Hanna para visitar el Bosque de Chapultepeq, lo tenia al lado de «casa» y no había pasado aún.
Poco despues de comer estábamos caminando por su interior.
Es el parque más grande de la ciudad y en su interior, en lo alto del Cerro del Chapulín está el Castillo de Chapultepec, usado como escuela militar (con sus niños heroes y sus distintas versiones de la historia) e incluso como residencia presidencial.
Fue allí donde me enteré que en este castillo tuvo lugar la firma de los Acuerdos de Paz que pusieron fin a la guerra en El Salvador, tambien un Enero pero de 17 años antes.
Además del castillo hay una infinidad de cosas que ver o hacer en el parque, desde pasear, ver los museos o navegar por el estanque en sus barcas hasta disfrutar con la danza de los Voladores de Papantla. Los domingos Chapultepeq se llena, entre familias, turistas, curiosos, vendedores y artesanos a mi me faltaban unos mimos para hacerme sentir en El Retiro de Madrid.
La diferencia principal con El Retiro, además del acento de la mayoría de la gente y los puestos de tacos, eran las vistas del skyline de la ciudad desde el cerro del castillo. Por lo demás…, la verdad es que tampoco se parecia en nada… bueno, en que es un parque y que los domingos los parques se llenan, pero eso en Madrid o en Guangzhou, en Hanoi, Sydney o México, creo que la tendencia del ser humano urbano es a salir los domingos a los parques.
Aviso: «Aunque lo parezca, esta No es una teoría contrastada científicamente» :p .
Y de entre los museos visitamos el Museo Nacional de Antropología de México, uno de los que más ganas tenía de ver para conocer un poco más de la historia de ese país, la de antes de que un grupo de salvajes y analfabetos destruyeran las culturas milenarias que allí habitaban, la historia del México prehispánico.
Mi compañera de viaje/guia en el DF, Hanna, entre alguna creación azteca de las que pueblan el museo.
Hanna no solo me enseñó el México cultural, unos días antes estuvimos en uno de los méxicos más auténticos que conocí. Tomando pulque en una pulquería cerca de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Los suelos llenos de serrín para escupir el pulque, los vasos enormes y la salsa sonando a todo volumen, un antro en toda regla con el baño sin puertas y casi ni paredes.
El Pulque, según la wikipedia es: «una bebida alcohólica que se fabrica a partir de la fermentación del jugo o aguamiel del agave o maguey, especialmente el maguey pulquero (Agave salmiana)»
Y, siguiendo con el museo, tenia muchas ganas de ver en directo la Piedra del Sol, no el calendario azteca, como muchas veces se le llama.
Sus inscripciones hablan de cosmología y cultos solares. La encontraron en el en el Templo Mayor de Tenochtitlan, la capital del estado mexica, la ciudad con una fundación mezcla de realidad y leyenda que llego a dominar casi toda Mesoamérica durante casi 200 años.
Y con este post termino el periplo por el DF, fueron semanas (2 y pico) en las que me sentí muy agusto. Encontré y reencontré muy buenos amigos. A Santiago volví a verle 8 meses después de vivir con él la aventura de la playa de Camboya, hablando por Gtalk resultó que estaba por el DF a la vez… y a un par de calles de donde yo me alojaba. Con él y sus colegas fui a ver un «domingo familiar» de lucha libre en el Arena México, no podía faltar. Un espectáculo digno de ver, yo no paré de gritar a favor de los técnicos aunque… molan más los rudos.
A destacar también conocer en persona a Lae tras años de leernos en Domestika, y descubrir como es la vida de una diseñadora/fotógrafa francesa en el DF. Fue un placer 😉 .
Y bueno, que decir de Isaac, Hanna, Julia y mi hoster, Don Jesús, culpable de que perdiese mi billete México-Merida tras la jornada de despedidas que me dió, primero al estilo español con un Rioja y luego al estilo mexícano entre tequilas… y claro, yo, si no quieren que me vaya… pues no me voy.
Nunca me han gustado las despedidas, pero es porque las alargo demasiado.