Llevo un par de semanas intentando escribir este post y se me estaba tornando imposible hasta que me he dado cuenta de la razón. El Muro de las Lamentaciones es un lugar que significa demasiado pero que a mi no me hizo sentir nada. Ese vacío me dejaba sin palabras cada vez que me sentaba a escribir, no conseguía terminar las frases, no me centraba en lo que tenía que contar. Para mi es una acumulación de datos sin ningún sentimiento, un montón de imágenes sin ninguna historia.
El cólico nefrítico que me dejó atrapado en Jerusalén propició que visitara el Muro unas cuantas veces en los más de 10 días que estuve en la ciudad. Pasé durante la noche, de día, cuando el sol más apretaba, al atardecer y de buena mañana, todas y cada una de esas veces me parecieron iguales, un montón de piedras y mucha gente rara haciendo cosas raras que se basan en normas y leyes incomprensibles que, como los principios de Groucho, pueden cambiar por otras si no acaban de gustar (ver el punto 4 en el cartel de la foto de abajo).
Mi visión de lo que allí sucedía era continuamente distorsionada por mi imaginación, ya lo mostré con los Sucesos para-anormales en el Muro de las Lamentaciones, y ahora creo que os voy a ahorrar mis estrambóticas teorías e interpretaciones de un lugar que no me provocó mucho más que indiferencia, sentimentalmente hablando. Además creo que para poner datos históricos ya lo hace mucho mejor wikipedia.
Por otro lado me da pena por la gente que llegue hasta aquí esperando sentir algo, esperando alguna descripción de lo que supone estar delante de un lugar tan simbólico y abrumador, por eso os invito a leer un post de Carmen escrito desde el corazón, sin condicionamientos como los que a mi me impidieron observar objetivamente, sin reticencias ni formalismos, una historia sin muchas imágenes y no un montón de imágenes sin una historia vivida en primera persona. Yo solo vi, ella sintió:
Una noche en el Muro de las Lamentaciones
Para entender estas fotos del todo hay que leer su post.
Algunos tipos de ortodoxos de los que circulan por la zona. Estos provienen de antepasados europeos de Centro Europa (Alemania, Austria), mantienen las vestimentas y las tradiciones de sus ancestros.
Detalle de los papeles con deseos que la gente deja el muro.
Rabino enseñando la Tora a un entretenido público.
En la foto de arriba se puede ver en la valla que separa la parte reservada a los hombres (izquierda) y a las mujeres (derecha), desde la que Carmen observaba la escena del rabino.
Uno de los días, durante el Sukot, los ortodoxos comenzaron a bailar la conga mientras cantaban, yo no entendía nada y decidí inmortalizar el instante, me subí a una silla y me puse a grabar, no era el único y pregunté a la persona que estaba justo al lado si sabía lo que estaba sucediendo, casualidades de la vida me respondió en maño y resultó ser Fernán de Que te quiten lo viajao, la única historia que me surgió en El Muro y la mejor de las que podían haber sucedido. Fernán andaba de «maño sabático» junto a Miriam, casi acabando (al igual que yo) y también shockeados con el salto de Asia a Oriente Próximo.
Quiero decir aquí que yo andaba tristón, ya regresaba, y además jodido con el cólico nefrítico… el par de veces que nos vimos y las coversaciones viajeras que tuve con ellos son uno de mis mejores recuerdos de Jerusalén, un flotador que me permitió no ahogarme en la indiferencia y la soledad de una ciudad distante e introvertida. ¿O era yo el que estaba así allí?. Sea lo que sea desde aquí les doy las gracias y en breve lo haré en Zaragoza en persona que ya está tardando la escapada 😉 .
Mujeres miran estupefactas como los hombres bailan la conga al otro lado de la valla.