Cotopaxi 1 – Pak 0 / Vencido por el mal de altura en Ecuador

En esta foto estábamos entrando al Parque Nacional Cotopaxi, nerviosos y sin mucha idea de lo que íbamos a encontrar pero con unas ganas enormes de realizar la mayor aventura montañera que nunca habíamos intentado, la ascensión al volcán Cotopaxi. Un imponente pico de 5.897 metros sobre el nivel del mar, el segundo volcán más alto de Ecuador por detrás de Chimborazo, que con 6.310 metros es, por la forma de la circunferencia de la tierra, el punto más alejado del núcleo terrestre y el más cercano al espacio, y eso que Everest es 2500 y pico metros más alto.
Si, Chimborazo molaba más pero es más técnico y complicado, por lo tanto más caro y… también menos bonito. Lo digo porque Cotopaxi es uno de esos volcanes perfectos y puntiagudos, magníficos para fotografiar, es la idealización de una montaña materializado en los Andes.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

En Latacunga, además de descubrir la gran afición que profesan en Ecuador por el voleibol O_O, buscamos una agencia local con la que contratar el guía para la ascensión. Dimos unas vueltas y acabamos contratando a la empresa Volcan Route, creo recordar que no superó los 100$ por persona incluyendo el transporte, una cena, alojamiento en el refugio, el guía y el alquiler del material necesario. Esto fue lo que nos acabó de decidir, el material era el «menos viejo» de los que vimos en el resto de agencias.
Para una ascensión de este tipo el material de montaña es bastante importante, es fundamental una buena chupa con membrana, si puede ser GoreTex, pantalones de agua/gore, guantes, manoplas o ambos, botas de plástico para cramponar, los crampones, piolet, arnés, casco y saco de dormir. El resto de cosas que no vienen nada mal son calcetines gordos, gafas de sol, gorro, ropa de abrigo y mucho agua.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Al día siguiente desayunamos fuerte y empezamos la aventura, primero en jeep de Latacunga a la base de la montaña, ya estábamos a 4.500 m, luego la ascensión comienza con el camino del parking al refugio. Esta pendiente se sube con los macutos llenos con la comida, sacos y toda la ropa de abrigo, y va de los 4.500 metros hasta los 4.800 a los que se encuentra el refugio José Ribas. Un dato curioso, la altura del punto más alto de Europa (Mont Blanc) es de 4.810.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

En el refugio se preparan las cosas para intentar dormir, y digo intentar porque a partir de esas alturas empieza a notarse la falta de oxígeno y hay gente que no es capaz de descansar del todo, y se empieza a cocinar, la cena es pronto ya que la ascensión comienza entre las 12 de la noche y la 1 de la madrugada. Durante la noche la nieve está más dura y la probabilidad de avalanchas es mucho menor, al ser unas 7 horas de camino se llega para ver el amanecer y no da tiempo a que el sol ablande la nieve durante la bajada.

A eso de las 8 estábamos durmiendo después de unas cuantas bromas con los guías y los guardas del refugio y a las 12 estábamos listos para salir. Debo confesar que yo dormí como un bebe.

Nos colocamos las luces frontales y cuando salimos para ponernos los crampones y empezar a subir me di cuenta del frío que hacía, estaba comenzando a nevar y el viento soplaba con fuerza. Vale que era de noche pero ni con las luces de los frontales se veía más de un metro. Como no había una segunda oportunidad comenzamos la ascensión… y en ese momento empezó el principio de mi infierno personal.
Poco después de pasar los 5.000 metros empecé a sentirme raro, mucha sed, debilidad, me costaba respirar… la ventisca ya estaba imparable y el guía nos había confesado que sería difícil llegar con la cima despejada. Yo estaba bastante desanimado y con pocas fuerzas. Entonces paramos un momento y me di cuenta de que lo que me estaba sucediendo eran claros síntomas de mal de altura, por mucha bebida energética, o barritas que tomaba no me recuperaba lo más mínimo y la cabeza empezaba a apretarme hacia adentro… ¿o tal vez fuese el casco?.
Seguí avanzando como pude y cayendo rendido en cada parada que hacíamos, no era cabezonería para lograr la cima, tenia claro que no iba a llegar, el problema es que la acensión se hace en una cordada de 3 personas, el guía y nosotros 2, y si bajaba uno… bajaban todos. Yo sabía que un poco más adelante había otra cordada con un alemán y un guía y pensé que si les alcanzábamos tal vez pudiese dejar a Quirós con ellos. Saqué fuerzas de donde pude y a 5.400 conseguimos alcanzarles, pregunté si Quirós podía unirse a su cordada y cuando me dijeron que no había problema me desplomé extasiado. Si no fuese por mi capacidad sobrehumana para soportar el dolor no se que habría sido de mi :p .

Ahí le dije a nuestro guia que yo no podía más, ellos se plantearon si continuar porque la ventisca cada vez era más fuerte y la capa de nieve recién caída empezaba a complicar el uso de los crampones y decidieron que la cordada del alemán, Quirós y el guía intentarían la cima y yo bajaría con el otro guía. A todo esto yo tumbado sobre la nieve concentrado casi unicamente en ver si era capaz de llenar los pulmones de aire. Que infierno estaba pasando tumbado en la nieve, irónico, ¿verdad?.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Pensé que una vez comenzase la bajada me sentiría mejor pero el cansancio aumentaba y quedaba un buen tramo hasta el refugio, entonces llegamos a una placa de nieve un poco más dura y le dije al guía que yo bajaba tumbado, le expliqué que sabía como hacerlo con los crampones y como controlar el piolet para la autodetención y me dijo que adelante. Me tiré y bajé medio Cotopaxi resbalando por el hielo, en un momento dado me planteé como estaba bajando el guía, íbamos unidos por una cuerda, me paré en seco y vi que bajaba… CORRIENDO. Ahí descubrí que esa gente son superheroes.

Cuando la nieve empezó a escasear me levanté como pude para seguir caminando y llegar al refugio. En el momento en el que vi la puerta fue como si hubiese llegado al paraíso, dejé todo lo que llevaba y me metí directo al saco, tiritando, mojado, con frío, me dolía la cabeza… estaba reventado, y no llevaba ni 30 minutos acostado entre ensoñaciones cuando me despertó Quirós. Poco después de pasar los 5.500 metros el guía decidió que la cosa se estaba complicando y era mejor bajar, y en esas condiciones la montaña puede ser bastante peligrosa, empezaron a bajar y con ellos la ventisca, acababan de llegar al refugio y había que salir rápido no fuese a ser que el jeep se quedase atrapado por la nieve.
Y yo medio muerto pensando que no podía moverme, le dije que solo hacer la mochila y vestirme era un mundo para mi y me dijo tajantemente: –yo te hago la mochila-.
Me vestí, me colocaron el macuto en la espalda e iniciamos el descenso. Al principio estaba hecho un trapo y a mitad de camino del refugio al jeep estaba casi normal, mi problema se había mantenido porque no había bajado lo suficiente. Cuando llegamos al coche estaba perfecto y a la altura de la Laguna de Limpiopungo ya ni me acordaba de como había estado. Es increíble pasar en tan poco tiempo de un sentimiento tan chungo a estar como si nada, pero así es el soroche, mal agudo de montaña o mal de altura, solo hay que bajar para que desaparezca.

Durante el camino de regreso a Latacunga disfrutamos de las vistas y fotografiamos los volcanes y nevados que rodean el parque (Tungurahua, Cayambe, Ilinizas, Chimborazo) pensando como sería estar en sus cimas. El día empezaba a abrir y Cotopaxi nos permitió, al menos, hacer unas fotos de su cumbre despejada, las que habéis visto en el post. Pero no nos dejó acercarnos a su cima, en la montaña unas veces se gana y otras casi, porque esto no fue una derrota, lo que sentí aquella noche fue algo que no se me olvidará jamás y solo por haber vivido esa aventura ya me siento casi ganador.

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Ascensión frustrada a Cotopaxi

Tendré que volver para acabar de conquistarlo, aunque la espinita me la quité en Bolivia hoyando la cima de Huayna Potosí (6.088 msnm), pero esta historia ya llegará.

Si queréis saber como es la experiencia de ascender Cotopaxi os invito a leer un post de Paco Nadal en su blog: Ascensión al Cotopaxi, gracias al que yo pude saber como es en realidad lo que la ventisca, la noche y el mareo no me dejaron ver.

>> Todas las fotos de Ecuador en Flickr <<

El equipo del bloguero de viajes para capturar recuerdos

El equipo del bloguero de viajes

Hace un par de meses Pau escribió un post en su blog donde explicaba el equipo que lleva como bloguero de viajes para poder guardar y luego compartir sus aventuras y experiencias. Al final de ese interesante post nos lanzó un meme a Manuel, Jose Ramón, Sele, Vero y a mi para que contásemos en nuestros respectivos blogs los equipos que utilizamos nosotros.
Yo llevaba tiempo queriendo escribir un post sobre este tema y creo que esta es la ocasión perfecta, ahí vamos.

Mi equipo para recordar los viajes

Una de las mayores ventajas que la tecnología ha proporcionado a los viajes es la posibilidad de compartirlos y transformar las experiencias en información útil, o bueno, dejémoslo en información. En mi caso, la tecnología lo que me proporciona es la posibilidad de recordar los viajes. ¡Qué sería de mi sin las fotos!.
A pesar de las notas, los recuerdos físicos, los folletos y las guías no es hasta el momento en el que veo las fotos cuando de verdad se traza en mi cabeza el mapa mental que situa los acontecimientos en un lugar en el tiempo y en el espacio.

El equipo que utilizo para tales menesteres ha variado a lo largo de la trayectoria del blog. En los primeros tiempos los recuerdos los fijaba el sensor de una Nikon D80, con ella di la vuelta al mundo en 2008-2009. Al regresar la cambié por una Nikon D300s y los recuerdos añadieron movimiento, empecé a probar con el vídeo de viajes. Y parecía que yo era un señor Nikon y esta era la cámara que me llevaría al viaje por Asia sin billete de vuelta, hasta que apareció Malévolo y se animaron a esponsorizar mis recuerdos de viaje.
Desde entonces los recuerdos cambiaron a tonos más suaves y movimientos más detallados, más definidos. Malévolo me convirtió en un señor Canon con un pequeño juguete con el que disfrutar de aquel nuevo viaje.

El equipo que me cedieron y que es mi equipo fundamental de captura de recuerdos es:

Canon 600D (pequeña y manejable, para vídeo me gusta mucho la pantalla desplegable)
Objetivo Canon 50mm 1:1.4 (me tiene enganchado este objetivo).
Objetivo Canon 18-135mm 1:3.5_5.6 (muy útil).
Objetivo Canon 70-300mm 1:4.5-5.6 (tal vez sea un sacrificado en futuros viajes).
Cable disparador (por la noche no soy nadie sin él).
GoPro HD Hero con carcasa y diferentes soportes (fundamental para los recuerdos submarinos).
Tarjetas de memoria SanDisk (48G).

Además de este equipo que me prestó Malévolo, suelo llevar en los viajes:

Tripode Manfroto: COMPACT MKC3-H01 (lo uso también com steady para vídeo, es bastante ligero)
Pantalla LCD para GoPro y adaptador carcasas.
Mochila Kaya de fotografía (muy versátil).
Riñonera LowePro de fotografía (algo fundamental para mi ya que la facilidad del acceso a la cámara aumenta cuantiosamente la cantidad de recuerdos).
Olympus µ Tough-8010 que llevaba hasta que murió en Koh Tao a los 7 meses (supuestamente era sumergible).
MacBook Pro de 15 pulgadas.
Disco duro 500GB LaCie.
Smartphone o teléfono libre (para usar con tarjetas locales, usar wifi, alarma, linterna… y cosas útiles que pueden hacerse con un teléfono).
Libreta y boli. Aquí se recopilan los recuerdos escritos, los nombres, los contactos, los precios, las ideas, las ilusiones, las decepciones, los números de teléfono de bellas damiselas, las recetas más picantes, los trucos, los tratos y algún que otro garabato imposible de descifrar que seguramente llevase a un tesoro escondido. En la foto aparece una Moleskine, no por frikismo, que vale, un poco tengo, más que nada porque es la única capaz de soportar las inclemencias del viaje sin demasiadas bajas. Vamos, una libreta todoterreno, aunque uso cuadernos, libretas pegadas, encuadernadas, con espiral, en canutillo, folios en blanco, papeles, papelajos y todo tipo de retales. Cuando entran las ganas de escribir, como a la hora de cagar, cualquier papel es bien recibido. (Si, lo se, sorry :p)

Y por último y capítulo aparte en la mochila de cualquier viajero. El libro. Ese utensilio imprescindible en los viajes que ayuda a ampliar los recuerdos, a viajar en el viaje, a dormir, a despertar y a soñar. Ahora lo he reemplazado con mucha pena por un Kindle que me tiene encantado. Duele no poder oler la tinta sobre el papel pero duele más la espalda después de caminar varias horas con 4 ó 5 libros en la mochila.

Esta es toda la tecnología que llevo para capturar los recuerdos (y enriquecerlos), estas son mis herramientas. A la hora de compartir la Moleskine es la pieza fundamental para inspirar los textos, luego, Photoshop y Final Cut para procesar fotos y vídeo.
El ordenador o el teléfono los uso fundamentalmente para conectarme a internet via WiFi y subir contenidos, comunicarme con «el mundo exterior«, escuchar música, ver alguna peli por las noches.

Unos 4 kilos de peso que me acompañaron durante 11 meses por Asia. Una carga que, durante el viaje, pesa menos de lo que podría parecer y que practicamente desaparece en la memoria una vez este ha terminado.  Siempre hay cosas que cambiaría de la mochila en cada viaje,  las que os he nombrado, me las vuelvo a llevar todas.

(*) Quiero dar las gracias a Malévolo por el equipo que me dejaron para el viaje, ¡gracias por esponsorizarme los recuerdos!.

Un ruta en blanco y negro por Nueva York (Estados Unidos)

Taxi de NY

Una ruta en blanco y negro que comienza con una foto con color, una metáfora de lo que quiere ser Nueva York: imprevisible, rompedora, provocativa. Con esta ciudad finaliza la trilogía que comenzó con París y continuó con Londres, una trilogía en blanco y negro de 3 de las ciudades con más personalidad del planeta.

***

Nueva York fue el punto y final del viaje más importante de mi vida. El último destino que pisé antes de regresar a Hortaleza de un viaje de vuelta al mundo que duró 18 meses, lo que a su vez fue un condicionante fundamental para mi percepción de esta ciudad.
Llegaba procedente de Lima y a pesar de haber estado en los Estados Unidos unos meses antes, por alguna extraña razón, NY me imponía cierto respeto. No se si por culpa de tantas imágenes vistas en películas, si por tantas páginas leídas o por tantas historias escuchadas tenía una imagen preconcebida de lo que me iba a encontrar. Ante tanta inmensidad me sentía pequeño, tal vez por eso decidí que no tenía tiempo para todo y limité la visita a la mítica isla de Manhattan.

Uno de los mayores culpables de mi respeto hacia NY es sin duda Paul Auster y sus innumerables libros ambientados en la ciudad, diría que casi más que Woody Allen y su filmografía. Los libros me dejan más tiempo a meditar lo que recibo, lo proceso y lo hago mio con mayor intensidad. Y cuando el escritor hace que la prosa fluya como si cualquiera fuese capaz de escribir de forma tan sencilla, entonces me sumerjo por completo en la novela y casi siento ser parte de ella. Eso me pasa con las novelas de Paul Auster y por eso busqué el Palacio De La Luna en los alrededores de Central Park, ese restaurante chino que regala el título al libro más viajero de Auster, solo el nombre del protagonista lo dice todo: Marco Stanley Fogg.
Por culpa de Leviatán quise subir a la Estatua de la Libertad hasta que Quirós me confirmo que era una horterada cara y acabé fotografiándola desde el ferry gratuito que va a Staten Island.

Puente de Brooklyn

No pude hacer «locuras en Brooklyn» porque no crucé el legendario puente que une ese barrio con Manhattan. Me alojaba bastante cerca de donde está tomada la foto de arriba. Tuve suerte y ni tan siquiera me molesté en buscar hoteles en Nueva York, antes de llegar Sebas me ofreció quedarme en su apartamento y no lo dudé, además de que después de los 18 meses viajando estaba en un momento en que me interesaban más la personas que los lugares. Año y medio es mucho tiempo viajando y son demasiadas cosas vistas, el cerebro comienza a buscar comparaciones odiosas y parece que ya nada sorprende, ayer siempre acaba siendo mejor que hoy. En mi caso particular en USA ayer fue Chicago y hoy era Nueva York.

Times Square

Cuando empecé a sentir que había demasiadas cosas que hacer para el tiempo que tenía decidí tomarme todo con más calma y me fui a pasar un par de días a Montreal, en el Quebec canadiense, para visitar a Karine y Annick. No me apetecía ver corriendo lo máximo posible y olvidarme de ese destino, soy de los que prefieren disfrutar de unas pocas cosas para quedarme con ganas de volver. Por eso no me importó pasar casi una tarde entera en Times Square al encontrarme que había sido cortada al tráfico y tomada por hamacas y sillas de playa, o echarme una medio siesta tirado en Central Park mientras observaba la fauna que allí habita, o «perder» una mañana entera frikeando entre cámaras y accesorios en la espectacular B&H (mi único acercamiento al mundo de las compras en NY).

Vistas desde Rockefeller Center

Eso no quita que no me resistiese a hacer algunos clásicos, como subir al Top of the Rock (Rockefeller Center) para contemplar una de las vistas más espectaculares de la ciudad. No quería abarcar demasiado, como ya he comentado, y solo subí a un edificio alto, me decanté por este para poder hacer la foto del Empire State Building y porque tiene cristales en lugar de rejas en los miradores.

Central Park

Paseé por la Quinta Avenida y por Broadway, recorrí el Soho, Little Italy y callejeé por Chinatown como si la conociese, probando la única gastronomía que me podía permitir junto a los hot dogs callejeros, la gastronomía asiática. Era el final del viaje, volvía con algo de ganas y la cartera vacía, el resto de la gastronomía newyorkina interesante la dejo para cuando… sea rico.

Quinta avenida

Me moví andando o en metro, sin prisas, observando las caras como si en cualquier momento me fuese a cruzar con cualquiera de los Pauls que aparecen en la Trilogía de Nueva York, siempre escritores, siempre con oscuros pasados, con algún señor Azul, o una señorita Verde siguiéndose a si mismos entre iglesias góticas rodeadas por rascacielos.

Metro

Iglesia de la Trinidad

Mi ruta en blanco y negro por Nueva York la escribió Paul Auster a su antojo. Me la empezó contando a través de un perro capaz de razonar con un dueño algo loco y desde ahí no ha parado de diseñar mis recuerdos de esta ciudad, incluso los futuros.

Si pudiese elegir ser uno de los personajes de sus libros sería sin duda Walter, el joven protagonista de Mr. Vértigo. Perder mi dedo meñique, como le sucede al personaje, no sería un pago excesivo por poseer su don; el don de levitar.

¿Vendrá de ahí mi obsesión con volar?

Estatua de la libertad

Bangkok, el campo base de mis viajes a Asia (Tailandia)

Bangkok

Bangkok. Solo escuchar su nombre me transporta a sus calles, vuelve a revivir en mi sus sonidos, sus olores, sus sabores y las imágenes de una de las ciudades más especiales que he tenido la suerte de conocer. He estado en ella unas 9 veces, en cada una de ellas la ciudad va siendo más mía y yo voy siendo un poco más suyo.

Recuerdo las sensaciones de la primera vez, en 2006, mi primer contacto con Asia. Me pareció caótica, sucia, me costó asimilar esos olores, ese desorden organizado que solo entiende el que forma parte de ella, pero aun así encontré que tenía algo, supongo que el exotismo de ser una de las urbes más pobladas y cosmopolitas de todo el Sudeste Asiático y que era mi primera vez en aquel extremo del mundo.
En los sucesivos pasos por la ciudad me he dado cuenta de que aquellas sensaciones no fueron más que una pequeña parte razonada de todo lo que percibí de forma inconsciente. Bangkok se quedó en mi.

Comida callejera

Dos años más tarde comenzaba mi viaje de vuelta al mundo en China, la idea era recorrer el país durante 1 mes y luego volar a Bangkok para usarlo de campo base en el Sudeste Asiático (SEA). En China me estaba leyendo Tokio ya no nos quiere de Ray Loriga, me lo regaló Rubén antes de iniciar el viaje, y a pesar de que no soy demasiado adepto del amigo Ray me gustó mucho la visión de ese Bangkok postmoderno y futurista en el que todo está permitido que retrata en su novela. Es más, avivó mis ganas de regresar, de conocer la ciudad más en profundidad.

Aquel paso por Bangkok fue solo de unos días para hacer el visado a Myanmar. Estaba a punto de entrar en el país más budista del SEA y más o menos volcado en Theravada, un proyecto fotográfico sobre esta rama del budismo. Supongo que esas circunstancias hicieron de esta la visita más ascética, la más espiritual, que he realizado a esta ciudad. Vamos, todo lo ascética y espiritual que puede ser algo en esa ciudad del pecado que es Bangkok.

Monje

Templo

Monjes

Monjes

Libertad, mezcla, respeto y contradicción forman un revoltijo continuo, un batiburrillo de sensaciones que poco a poco se van volviendo familiares, diría incluso que rutinarias, a medida que te acostumbras a sus defectos y vas descubriendo algunas de sus virtudes.

Tráfico

Kao San Road

En ocasiones Bangkok mezcla sus defectos y virtudes en lugares concretos con nombres propios mundialmente conocidos. Otras veces es una simple calle, o un puente, la linea que los separa creando una barrera indestructible donde a un lado aparecen los defectos disfrazados de virtud y al otro una virtud desconocida que las clases altas pretenden convertir en defecto.

Comiendo

Estación de tren

Bangkok es desigualdad y progreso a partes iguales. Bangkok es el ejemplo del desarrollo que ha vivido Tailandia en los últimos años donde conviven sin reproches la abundancia con la extrema pobreza perpetuándose hasta la saciedad amparado en el paraguas de la resignación o de la entereza.

Autobus

Pero Bangkok son también las pequeñas cosas, las miradas, las sonrisas, las risas, la curiosidad, la diferencia y la similitud. Es otra forma de ver la vida, de ver la existencia. Amable y gruñona Bangkok es Asia, con sus defectos y sus muchas virtudes. Es curiosidad y curiosidades, es un mundo inexplicable con cierto sentido en el que lo razonable se mezcla con lo inverosímil creando un nuevo estado en la realidad conocida.

Autobus

En el tuk-tuk

Conductor

Bangkok

Trenes

Paseos por la ciudad de un lado a otro caminando sin rumbo, viajes en tuk-tuk en los que lo de menos es el destino, canales y callejuelas, puentes, mercados, templos, puestecillos de comida, un bar de reggae y pianocóckteles en furgoneta…. son algunos de mis recuerdos de Bangkok, una ciudad que va ordenando su caos a medida que pasa el tiempo, lo contrario de lo que intenta hacer la memoria con mis recuerdos.

Las últimas 2 veces que pasé el calor húmedo que precede al monzón me dejó hacer poco. Es como una losa que no te deja levantarte de la cama, te aprisiona con el aire caliente que mueve el ventilador y solo puedes pensar que cualquier cosa es mejor que estar en la calle bajo un sol que abrasa el asfalto. La pereza es solo remediable mediante la brisa fresca que se siente durante los paseos en los barcos que recorren el Chao Phraya, tumbado bajo alguna sombra en el césped del Parque Lumpini, con los aires acondicionados de los Seven/Eleven o colándose en las piscinas de las azoteas de los hostales para mochileros de Khao San.

Canal

Mercado

¿Perdido?

En Bangkok todo puede pasar y todo es posible. Las mentalidades se abren al pisar su suelo, a veces más de la cuenta, y Bangkok lo da todo, da demasiado sin mirar a quien. Hace que en las mañanas las señales no sean suficiente para guiar un camino que la noche ha sepultado o que los días parezcan no tener un final si no es allí.

Cada Bangkok es mejor que el anterior, cada paso apetece más y la ciudad es menos extraña. Es el campo base perfecto para las incursiones asiáticas, un destino con vuelos baratos, sencillo y con tantas caras (o máscaras) como hagan falta para adaptarse a las necesidades de sus inquilin@s.

Hay una frase de una canción de Sabina que habla sobre La Habana que dice : «y en cada bicicleta caben tres«, yo siempre me acuerdo de esa frase en Bangkok, porque allí caben tres en una bicicleta o en una moto. En Bangkok siempre hay sitio, por eso estoy seguro de que volveré.

Tres en moto

Este post está ilustrado a base fotos de los distintos pasos por la ciudad, un batiburrillo que muestra un poquito de esta ciudad que tanto quiero. Un caos desordenado de imágenes, más o menos lo mismo que mis recuerdos.

>> Todo el set de las fotos de Bangkok en Flickr <<

Un día de excursión por los alrededores de León (Nicaragua)

Momotombo

En León pasé un par de semanas con la gente de Un Mundo de Circo haciendo un reportaje sobre su proyecto de cooperación, trabajaban durante la semana pero los fines de semana los tenían libres y siempre hacían alguna excursión interesante. Aprovechando que el grupo había aumentado con mi llegada y la de Jon y Ainhoa decidimos pillarnos una «rutera» entre nosotros y recorrer los alrededores de León acabando el día dándonos un baño en las aguas del Pacífico.

Aclaro: Las ruteras son las camionetas abiertas que se usan como transporte público colectivo en León y en gran parte de Nicaragua.

La primera visita fue León Viejo, el emplazamiento original de la ciudad de León antes de que un duro terremoto la dañase en 1610. No la destruyó del todo pero la actividad sísmica y telúrica del lugar donde se encontraba no tardó en generar el consenso de la comunidad para moverla a otro lugar.

En 1967 se volvieron a encontrar las ruinas de esta ciudad fundada en 1523. En realidad es ir a ver las ruinas de una ciudad colonial.

León Viejo

León Viejo

Lo que más me impresionó del lugar fue cuando al ver el Monumento a la resistencia indígena nos contaron la historia que dio pie a esa escultura, un tributo a 18 caciques indígenas devorados por perros hambrientos a causa de una orden del gobernador Pedrarias Dávila. Otra muestra de la «amabilidad» de los conquistadores.

Momotombo

Las vistas están presididas en todo momento por el Volcán Momotombo. Un imponente cono volcánico del que pudimos disfrutar desde las ruinas, desde el Puerto de Momotombo junto al que se instaló la ciudad de León Viejo y desde las comunidades de la zona en las que fuimos parando durante el viaje.

Rutera
En la rutera camino de la playa.


Después de comer en algún comedor barato de carretera nos dirigimos a la Playa de Salinas Grandes para terminar el día dándonos un baño en las aguas del océano Pacífico. Del agua dulce al agua salada. Las aguas que se ven en las fotos del volcán son las del Lago Managua, el segundo lago en extensión de Nicaragua tras el Lago Nicaragua.

El Grito

Salinas Grandes es una playa inmensa de arena negra volcánica, casi nada desarrollada, vacía y acogedora. El mar tiende a estar picado ya que lo único que tiene de pacífico este océano es el nombre. Tan picado que meter las barcas para faenar durante la noche es una obra casi de ingeniería. Primero hay que acercarlas hasta la orilla y una vez dentro hay que conseguir salir sorteando las olas, reculando y avanzando una y otra vez con el continuo miedo de volcar si no se hacer la maniobra adecuada en el momento justo.

La agonía ante las historias de los pescadores nos llevó a improvisar un grito sordo, como el grito de la naturaleza, para empatizar con su angustia. Un homenaje a Munch tan efímero como la duración de ese sentimiento, aguantaría hasta la subida de la marea unas horas más tarde, algo que no veríamos, nos marchamos en cuanto divisamos las barcas camino de alta mar, la angustia había terminado y esa noche, con suerte, el océano que les había dejado pasar unas horas antes les entregaría el maná que buscaban.

El océano proveerá dirían los pescadores si la conquista no hubiese sido «tan amable«. Los perros hambrientos consiguieron que a día de hoy todo se lo agradezcan a algún Señor.

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Al llegar la noche estábamos en casa comentando si cada día sería la misma aventura o si alguno de esos Señores, tal vez el señor Poseidón, les permitiría una tregua de vez en cuando.
Estas veladas charlando eran de lo que más disfruté en León. Durante mi estancia allí tuve la suerte de alojarme con la gente de Un mundo de circo en su pequeño gran hogar, no lo hice para abaratar costes, hay muchos hoteles en Nicaragua con precios asequibles, fue más bien la manera de disfrutar del pedacito de sus vidas que me brindaron durante aquellos días.

El Grito

Por casualidades de la vida su proyecto lo conocí mientras colaboraba con la ONG La Esperanza en Granada (Nicaragua), de ahí me fui a León (Nicaragua) con ellos y un año y pico más tarde me encontré con Rafa y Raquel (2 de los miembros) en el Pata Palo en Granada (España). Son de Zaragoza y habían ido a pasar el fin de semana por el sur… lo mismo que yo. Para que luego digan que el mundo no es un pañuelo.

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Recupero historias de aquel viaje de vuelta al mundo que nunca terminé de contar en el blog. Poco a poco intentaré hacerlo intercalando post entre las nuevas aventuras.
(*) Esta excursión la realizamos un 24 de Octubre de 2008… que se dice pronto.

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