Un ruta en blanco y negro por Londres (Inglaterra)

Calles del Soho

Con Londres continuo en el blog con una serie de post de ciudades contadas en blanco y negro que comencé con París. Es mi visión de algunas de las urbes más “ellasmismas” en las que he tenido la suerte de estar, un punto de vista a base de recuerdos permitiendo a la memoria jugar con la realidad que cree que vivió.

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De Londres guardo recuerdos de adolescencia. Con poco más de 19 años y sin practicamente nociones de la lengua de Shakespeare cogí una mochila y me fui a visitar a una amiga que estaba viviendo allí. No fueron más de 4 días pero ese pequeño viaje me proporcionó mi primera aventura en solitario fuera de España: el recorrido desde Gatwick hasta Victoria Station.
Tenía el bolsillo repleto de pounds, un mapa de la ciudad, otro del metro y las instrucciones escritas en inglés en un papel que decía: “To Victoria Station”. No podía fallar y por supuesto lo conseguí. Aquel logro acabó con mis miedos a la hora de viajar, me di cuenta que todo tiene una solución sencilla aunque esa solución sea un chaval de Albacete que me vio enseñar el papelito a la dependienta del Subway (lo de los bocadillos) en vez de a la taquillera del tren. Con mucha amabilidad me acompañó todo el trayecto hasta que encontramos a mi amiga Carmen en el punto estipulado.

Candem Town

Londrés me fascinó, tenía un aura mística, incluso mágica. Esos días brilló el sol y recorrimos los lugares de los que tanto había oído hablar en Hortaleza.
A finales de los 90 esta ciudad seguía siendo un hervidero de tendencias, continuaba resurgiendo sobre si misma una y otra vez. El brit pop no terminaba su declive y una nueva escena dance psicodélica con una cierta regresión al nihilismo punk se hacía fuerte en sus calles.
Jóvenes de todos los lugares del mundo seguían emigrando en busca de «el dorado« de la contracultura para empezar a especular con el valor del tesoro que había vuelto a ser encontrado. En aquellos días Berlín todavía no era más que otra capital oscura de la vieja Europa y si eras artista, artistucho, te sabías buscar la vida o simplemente te apetecía un poco de caña, en cualquier aspecto, entonces tu lugar era Londres.
Al igual que ahora, era el mejor lugar para aprender italiano o portugués y disfrutar de lugares atestados con suelos pegajosos abrazado a cualquier desconocido con el que fueses capaz de cruzar 2 frases seguidas, todo ello regado por cerveza mala de barril algo caliente y a precios nada asequibles. Era lo de menos, si había un pound era para una pinta (ya verías donde encontrabas el resto).
Para los jóvenes la gastronomía era mediterránea, en los pisos compartidos se cocinaba siempre, el take away para los pudientes, los restaurantes lugares de trabajo.

Greenwich Park

A Londrés he vuelto otras dos veces desde entonces. Todas iguales, todas diferentes. Mi imagen de la ciudad no ha cambiado mucho, he cambiado yo. Londres sigue con su complejo de Peter Pan pero llena de arrugas, creo que nos parecemos. Nunca perderá su encanto igual que nunca volverá a ser la misma.

Es gris como ella sola y lo peor es que ese gris se mete dentro. Hace falta tiempo pero todas las personas que conozco que han vivido en Londres llevan el gris en su interior. No es un gris malo que amohina, es melancólico y bohemio, un gris de acuarela muy aguada que se diluye pero mancha.

Vistas desde el Observatorio de Greenwich

Candem Town

Hay recuerdos que hacen de ella lo que es en mi interior, sin duda los mercadillos son algunos de esos recuerdos: Portobello, Covent Garden, Camden… Allí me di cuenta de lo normal que era y de las inmensas posibilidades que había a nuestro alrededor para hacer prendas de vestir y ornamentos. Que sosos éramos en Hortaleza.

Me recuerdo caminado boquiabierto por el Soho, Chinatown o King Kross alucinando con la diversidad y la mezcla, o divagando por los callejones de Whitechapel pensando que en aquellas calles nacieron las historias del mítico Jack el destripador

Callejón en Whitechapel

En Londres puedes pasar en un momento de su parte cultural y/o underground a su faceta monumental y de postal. En un momento y una pequeña fortuna si las zonas no están cerca en el plano de metro, todo sea dicho.

Es imprescindible pasear por La City, Whitehall, South Bank, cruzar el Támesis por el London Bridge y pedirle al señor del puente que te lo abra si puede y le va bien, esquivar cagadas de paloma en Piccadilly Circus mientras miras embobado unas pantallas luminosas que parecen sacadas de cualquier peli mala de los años 80, preguntar por el «origen del universo» esperando que te señalen el reloj del Palacio de Westminster y darte un buen paseo para disfrutar de unas de las mejores vistas de la ciudad desde el mirador del Observatorio de Greenwich. Además una vez allí puedes estar un buen rato pasando del este al oeste con un solo paso o tener medio cuerpo en un uso horario diferente del otro.

Piccadilly Circus

Londres son 8.174.100 días grises y 365 londinenses británicos, 366 si es bisiesto. He confundido las cifras y no dista mucho de la realidad, en cualquier otro lugar de Inglaterra podrías decir que lo peor de ese sitio es que esté lleno de ingleses, a Londres hay que buscarle otro defecto porque ese justo no lo tiene. Supongo que ha llegado el momento de sacar a relucir el Fish&Chips.

Cabinas

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Llevo tiempo queriendo volver y no creo que tarde mucho, por trabajo o placer estoy seguro de que acabaré pasando por allí en breve, me planteo incluso buscar algún curso de inglés en Londres y centrarme en perfeccionarlo de una vez. Espero que sea entre la primavera y el veranito y así tengo más margen antes de que el gris se me meta dentro. De todas formas me voy a llevar un bote de aguarrás que he leído en Internet que quita las manchas de acuarela.
Lo compraría allí pero es que no se como se dice aguarrás en inglés y lo mismo no tienen, por eso está todo así tan lleno de gris, hasta cuando brilla el sol.

(*) Esta es una ciudad que más que en blanco y negro lo podía haber contado en escala de grises intentando que no se me aguase demasiado la mezcla y con el aguarrás en la mano para que no dejase marca. Pero he sido benevolente.

Love is in the air / Foto de la semana

Love is in the air

Un artículo con el mismo título, Love is in the air, que se publicó hace unos días en la sección Insider del Boston Globe es la razón y la inspiración de la foto de esta semana.
El artículo son una serie de fotos de parejas en la ciudad que han recopilado entre los archivos del periódico. Como ellos dicen es la habilidad de los fotógrafos a lo largo de los años de capturar esos momentos que ocurren cada día, un acercamiento a los sentimientos humanos.

Es el artículo más bonito que he visto sobre Boston en toda la semana y si me descuido sobre todo lo demás. El mundo se empeña en mostrarse horripilante y yo ya tengo ganas de ver algo que no sea feo, que no haga daño. Ya sea en Boston o en Siria, en China o en Irak.

Creo que solo depende de mi. Desenfundo mi sonrisa, la cámara de fotos y me voy a capturar esos momentos que ocurren cada día tarareando una canción.

Un paseo en barco por la Albufera de Valencia

Atardecer

Cienes y cienes de veces he escuchado la típica frase: «no se pa’que te vas tan lejos si aquí hay sitios que son la hostia«, y es una afirmación con parte de razón. Yo siempre respondo educadamente con el orgullo de pensar que seguramente de esos, también he visto más que él (o ella).

La Albufera de Valencia es uno de esos sitios de aquí que son la hostia, que diría aquel. Un impresionante humedal en el que se encuentra el lago más grande de España, innumerables especies de aves migratorias acuáticas, plantaciones de arroz y unos paisajes espectaculares.

Atardecer

Desde allí contemplé el atardecer más bonito que he visto en Valencia y queda en muy buena posición en el ranking general de atardeceres. El reflejo del sol en las aguas de la Albufera, la pureza del aire en este Parque Natural, los contraluces del resto de afortunados que disfrutaron del espectáculo y las siluetas de los barqueros regresando de otro día de pesca creaban un ambiente idílico que los rojos del crepúsculo no podían mas que engrandecer.

Atardecer

Atardecer

Atardecer

Atardecer

Una vez el sol termino de ocultarse buscamos algún barquero que nos dejase un buen precio para dar un paseo por la Albufera mientras cenábamos en su barco. No podía ser una barquita, mejor un velero pequeño de los que avanzan empujados por un palo, como una góndola, para surcar estas aguas tan poco profundas. Nosotros habíamos llevado comida y algo de beber pero si no te apetece preparar nada puedes encargar la comida y que te la preparen los del barco, no es mala opción para ir a comer o cenar, no es caro y los arroces de la zona son bastante reconocidos.
Creo recordar que no costó más de 10 euros por persona por el paseo en barca poniendo nosotros la cena y fueron cerca de 2 horas o algo más recorriendo el lago y contándonos alguna que otra historia de la zona mientras mirábamos ensimismados las postales que se formaban a lo lejos.

Atardecer

El barco avanza a oscuras, lento, dejando contemplar las luces de los pueblos, el resplandor de Valencia y como aparecen las primeras estrellas. Primeras que acaban siendo únicas ante la omnipresente luz de la luna. No cambiaría los paisajes iluminados por la luna que vi aquella noche por saber como son sus cielos, pero estoy dispuesto a repetir.

Vistas en la Albufera

Paseo en barco

En uno de los mástiles tiene unas luces fluorescentes que encienden cuando se detiene para la cena en un lugar tranquilo, durante el trayecto las dejan apagadas pero en un momento concreto las encienden para sorprender a los clientes con el espectáculo de las llisas saltando hacia la luz. Un par de ellas se colaron en el barco y produjeron un par de situaciones graciosas, la otra situación graciosa fue un ligero encallamiento que sufrimos contra unas plantitas, nada que no se pudiese superar con la máxima del gobierno en estos tiempos: «¡Todos a remar juntos!», nos dijo el barquero.

Llisa

La Albufera es la excusa perfecta para buscarse un alojamiento económico en Valencia e irse a pasar un fin de semana por allí. Además ahora que llega el buen tiempo se le puede sacar partido a la playa, a los chiringuitos, a su clima mediterráneo y a las palmeras. Si, palmeras, en Valencia hay palmeras y yo es algo que aprecio mucho cuando voy a un sitio. Será que mi sangre ya es casi tropical y se acelera con solo notar referencias a climas cálidos.
Vale, puede parecer raro pero sed sinceros ¿a vosotros no os dan buen rollo las palmeras?.

Paseando por el monte de los olivos (Jerusalén)

Vistas desde el monte

Es un paseo de cerca de una hora desde la Puerta de David en la Ciudad Vieja, subiendo con calma, parando para respirar un aire algo menos cargado de turistas que el resto de la ciudad o que la misma cima del monte, disfrutando de unas vistas que mejoran a cada paso y convierten desde la altura esa marabunta de callejuelas en una ciudad de verdad.

Otro de los tantos «lugares más sagrados de la tierra» que hay en esta encrucijada de identidades que es Jerusalén.

Monte

Olivos, lo que se dice olivos… no vi muchos, no entré en los jardines de Getsemaní que es donde he leído que pueden verse, pero el resto de lo que me abarcaba la vista era «descampao«, cementerio judío o viviendas judías rodeadas de pino y ciprés en la mayoría de los casos. Pero bueno, tampoco el Monte del Calvario me pareció un monte, ahí, metido en mitad de la ciudad vieja con una cacho de iglesia encima. Lo hablaba con Enric el otro día y casi me acabó de convencer de que en realidad allí no murió Jesús, no sabemos donde pero aquello no es el Gólgota bíblico (divagaciones viajeras).

Vistas

Vistas

Las tumbas del cementerio judío que hay en su ladera datan de tiempos de la creación de la ciudad hace miles de años, la razón de que lo situasen aquí es que en algún lado (¿biblia?, ¿torá?) dice que es el lugar donde se realizará el Juicio Final y los judíos siempre han querido tener reservadas plazas en primera fila, supongo que por eso de que solo se salvan ellos. De esta forma se aseguran un lugar privilegiado en el juicio. Mi truco será decir que soy jurado en vez de condenado, imputado o como le quieran decir ahora. Bueno, no he leído el libro pero cuando vi la peli a uno casi le funciona lo de jugar a la confusión.

Cementerio

Alto del monte

Además de la espectacularidad de las vistas, de la religiosidad y lo sagrado de este lugar una de las cosas que más llamó mi atención fue la fauna que encontré en el monte. Hubo especies que no sabría definir, como el de la penúltima foto… el soldadus meonis con UZI al hombrus. Creo que es una nueva técnica del ejercito israelí para marcar el territorio, desde el momento de la foto el muro en cuestión dejó de ser propiedad palestina para pasar a manos de la familia de ese soldado o cualquier primo segundo del protagonista de la foto de abajo (tu eliges).

Monte

Monte

Meón

Iglesia de Santa María Magdalena

En el camino a la cima del monte se encuentran los Jardines de Getsemaní, la iglesia ortodoxa rusa de Santa María Magdalena, algunas iglesias más y ruinas y excavaciones varias en las que entretenerse otro buen rato fuera de los callejones y las manadas de peregrinos que forman el interior de la ciudad vieja. No es que aquí no vengan, es que suben y bajan en autobuses y el camino es bastante tranquilo y no demasiado transitado.

Mallos de Riglos (Huesca) / Foto de la semana

Mallos de Riglos

Una escolta de paredes de casi 300 metros de altura de conglomerado rojizo es el distintivo de este precioso pueblo del prepirineo oscense. Un distintivo que ha convertido esta «casi aldea» de 50 habitantes en una referencia para la escalada a nivel mundial.

Los Mallos de Riglos cuentan con una gran cantidad de vías de varios largos que van desde V de clásica a 7b de deportiva. No he tenido la oportunidad de probarlas porque la razón de mi visita a la zona era otra, pero no he querido desaprovechar al ocasión de pasar a hacer la foto de rigor. Hace años que tenía ganas de ver este espectáculo de la naturaleza con mis propios ojos y ha sido el colofón perfecto para un fin de semana de lo más entretenido y divertido que tal vez se acabe convirtiendo en «viajes que contar«.
En lo que se ha convertido seguro es en un nuevo montón de amig@s viajer@s y otro montón de anécdotas. Les mando un saludo a tod@s pero no los nombro porque la lista sería demasiado larga y además… no me acuerdo de la mitad de los nombres :/ .

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