Pablo llama a esta cala la piscina de Enric porque los padres de este tienen una casa cerca y muchos días va allí a pegarse un baño al terminar de trabajar.
No nos engañemos, los madrileños valoramos mucho estos detalles… a Pablo además se le delata el sentimiento hacia los costeños cada vez que repite que lo mejor que tiene vivir en Madrid es llegar al mar. Yo no puedo estar más de acuerdo.
La cala en si es Cala Morell, una bahía natural que desemboca en una pequeña playa y que cuenta con una serie de plataformas para tomar el sol cual lagarto, charlar animadamente sobre cualquier tontería o disfrutar de unos atardeceres preciosos que cortan la respiración. También la cortan las sucesivas inmersiones en apnea que hacíamos para ver sus fondos rocosos o la entrada a una cueva submarina de agua dulce que hay en uno de los lados de la bahía. Lo difícil en esta cala es respirar.
Yo volvía a Menorca convencido de que en algunos puntos de esta isla el sol se despide del día con un baño en el mar que le ayuda a definir una figura perfecta y a crear contraluces mágicos y escenas de ensueño. En el primer atardecer que presencié se empeño en confirmar mi teoría, en el segundo me demostró que allí el que manda es él. Sea como sea las gamas de rojos empujan los azules hacia un cielo infinito tomando el poder de las capas bajas para crear un espectáculo que esperas no acabe nunca.
Las caprichosas formas de los contornos se perfilan en negro a medida que el gran astro desciende hacia el horizonte, majestuoso, imponente, nítido y complaciente. No corre en su huida hacia el oeste, avanza lento, dando tiempo a que el mundo disfrute del momento.
En Menorca he vuelto a contemplar algunos de los atardeceres más bonitos que jamas he visto, he vuelto a disfrutar de una piscina llamada Mediterráneo, de sus fondos marinos y sus aguas azul turquesa… y para todo esto solo tenía que ir a última hora de la tarde a un lugar concreto en el noroeste de la isla, una cala donde resguardarse de la Tramontana y leer la historia de la isla escrita en sus paredes rocosas. Es Cala Morell, la piscina de Enric.