Era finales de Octubre de 2008, yo había salido de León para recorrer las provincias de Estelí y Madríz (con «zeta«), ver el Cañón de Somoto y pasar unos días más por Nicaragua, un país que me estaba gustando bastante.
El siguiente destino era El Salvador, a visitar a Roberto, un amigo que estaba trabajando en un proyecto de prevención de desastres para Cruz Roja. Pero los acontecimientos se solaparon y una propuesta para ayudar con un tema relativo a la Cumbre Iberoamericana que tenia lugar en El Salvador me hizo acelerar los planes. En menos de 9 horas conseguí llegar de Somoto (Nicaragua) a San Salvador (El Salvador) atravesando las fronteras Nicaragua-Honduras y Honduras-El Salvador con 5 intercambios de autobuses/minivans y bastantes anécdotas en el camino.
De todas formas son cruces fronterizos relativamente sencillos, estos 3 países junto con Guatemala forman el CA-4, una acuerdo en los controles migratorios y aduaneros que permite el libre transito de personas. Eso si, los visados de estancia para turista son para los 4 países, no por cada uno.
Una vez asentado en San Salvador me fui con Roberto a la parte occidental de El Salvador, a recorrer la Ruta de las Flores y visitar el Parque Nacional de los Volcanes, en el que se encuentran 3 de los mayores volcanes salvadoreños, el Cerro Verde, el Santa Ana y el Izalco.
A los pies de este espectacular paisaje volcánico puede verse el Lago de Coatepeque, un impresionante cráter lleno de agua azul cristalina de 6 km de ancho y 120 km de profundidad.
Son paisajes increíbles, que junto a la Ruta de las flores y la visita a los tranquilos pueblos de Tacuba, donde debes parar a tomar uno de los mejores cafés centroamericanos, o Juayua y su feria gastronómica cada fin de semana, forman un conjunto único de una gran belleza que dista bastante de la imagen «complicada» que muchos tienen de ese pequeño y amable país, El Salvador.