Esta imagen es una parte del regalo que nos entregaron las islas durante el camino a Tejeda. El atardecer más bonito que he visto desde que volví a España.
Txema no dudó un momento en parar el coche para intentar inmortalizar el instante mientras yo me moría de frío esperando que no se alejase demasiado (mi sangre ya es completamente tropical), aún así saqué fuerzas de «flaqueza» para hacer esta foto… una imagen que mi cabeza no conseguía situar y entender, –¿cual es aquella montaña que sobresale entre el mar de nubes?-.
Fue Fina, responsable de la Fonda de la Tea, quien resolvió mis dudas unas horas más tarde: -¿entonces habéis visto el Teide a la bajada?-.
No me lo podía creer, el mastodonte que veíamos en la distancia era ni más ni menos que la cima de España atravesando las nubes para apuntar al infinito.
Mi desconocimiento «godo» sobre las afortunadas era mayor de lo que pensaba y nunca me había percatado de lo cerca que está cada isla del resto. En este viaje he visto Fuerteventura desde Lanzarote, Lanzarote desde Fuerteventura y Tenerife desde Gran Canaria. La distancia que las separa de la península nos impide ver su «cercanía«.
El viaje a Las Canarias está entrando en su ecuador, llevamos 3 de las 7 islas y mañana salimos para Tenerife, allí quiero repetir esta foto pero al revés. Desde la cima del Teide buscaré la Cruz de Tejeda para intentar devolverle el regalo, hay que ser agradecido con lo que se nos entrega.
A pesar de las prisas y los apretados timings de este viaje en el que estamos #explorandoCanarias, a pesar del batiburrillo de imágenes y momentos que se entremezclan en mi cabeza hay instantes que permanecerán en el tiempo siendo capaces de ser situados en el espacio. La memoria solo guarda aquello ligado a una emoción, une las imágenes a los sentimientos, por eso tengo claro que permanecerá el reencuentro con buenos amigos (Edu y Raquel en Gran Canaria), los reencuentros que vendrán (Diego, Dayana y Matias en Tenerife) y algunas postales sueltas que ya han encontrado un hueco donde quedarse por siempre en mi hipotálamo. La visión de el Teide asomando al atardecer de un largo día estoy seguro de que se transformará en imborrable, aun así voy a quitar la pestaña, como hacíamos con las cintas de casete o los VHS, para que no pueda ser borrada. Si alguna vez me falta espacio siempre podré poner un trozo de «celo» y escribir encima, aunque espero que el armario de módulos ampliables de mi memoria no se quede nunca sin espacio para los buenos recuerdos.