El término apnea (o freediving) proviene del griego «Apnoia» y significa “suspensión voluntaria del acto respiratorio”. Es la proto-técnica del buceo, la primera forma que tuvo el hombre (y muchos otros mamíferos) de descubrir y poder interactuar con el mundo submarino.
A pesar de que los periodos de tiempo que se puede permanecer en el agua son mucho más cortos que con el buceo autónomo (scuba) la sensación es bastante más fuerte, la ausencia de “burbujas” y no llevar equipo de buceo (chaleco, botella, regulador) hacen sentir que la unión con el “gran azul” y la vida que hay en él es aún mayor.
En Filipinas estuve practicando algo de freediving en El Nido pero en cuanto llegué a Koh Tao decidí hacer un curso sobre el tema para aprender de verdad como sumergirme durante el mayor tiempo posible con una sola respiración. Miré varias opciones, tanto centros como métodos, y me dencanté por el Nivel 1 de SSI en la escuela Álvaro Diving.
Los precios de los cursos los tienen detallados en su web, el Nivel 1 tiene un coste de 5.500 Bth (140 €) por 2 días de curso, el resto son un poco más caros pero me estoy planteando dar el paso al Nivel 2 y seguir avanzando en esta disciplina del buceo.
En este primer nivel el objetivo es alcanzar los 20 metros de profundidad con una sola respiración en un buceo controlado, además de superar el minuto y medio de apnea estática fuera del agua.
Parece mucho, ¿no?, pues imaginad los nervios el primer día, y eso que mi instructor fue Sebas, que ya le conocía y como tenía algo de confianza pude freírle a preguntas los días antes de empezar.
Las técnicas para mejorar las habilidades referentes a la apnea se basan en la relajación y en controlar la respiración a base de ciclos para oxigenar el cuerpo y que, mediante una técnica depurada en la entrada y salida del agua, los niveles de CO2 aumenten lo “menos rápido” posible. El curso además incluye una parte teórica sobre el freediving, en la que te hablan sobre el equipo necesario, los cambios fisiológicos que sufre el cuerpo durante las inmersiones, el medio submarino y la interactuación con el mismo.
Cuando terminas con el libro y las clases hay un examen sencillo y además del requerimiento respecto a la profundidad que tienes que alcanzar, para hacerte con el “carnet de freediver” solo hay que superar un pequeño curso de rescate básico en el que te enseñan a reaccionar en caso de sufrir uno de los accidentes más comunes de esta práctica del buceo, el blackout.
A pesar de ser un deporte con un cierto porcentaje de riesgo es bastante seguro si sigues los “estandares”, las normas básicas y nunca lo practicas solo.
Respecto a las inmersiones, después de pasar un tiempo relajando y siguiendo ciclos de respiraciones guiadas en el centro de buceo cogíamos el equipo (máscara, tubo, neopreno, aletas y pesos) para ir al barco que nos llevaba a la zona. Los únicos requerimientos del lugar son la profundidad necesaria, que no haya corriente y una boya con una cuerda para el descenso (tiene que estar anclado a algo fijo).
La primera técnica que se practica es el “free descent” que se basa en usar la cuerda para guiar el descenso y el ascenso, después se pasa al “peso constante” en el que tanto el descenso como el ascenso se realizan sin ayuda exterior, vamos, toca aletear, además de aprender la entrada al agua (duck dive).
Algo fundamental para la práctica del freediving es la capacidad para compensar los oídos, son descensos relativamente rápidos y hace falta que la compensación se realice sin problemas. Yo por suerte tengo facilidad para compensar y pude centrarme en otros “handicaps” que me parecieron más complejos, por poner un ejemplo sencillo: la lucha contra uno mismo.
Es una de las sensaciones más fuertes que tenemos y hasta ahora no había sido consciente de ello, las ganas de respirar…. capaces de apagar el cerebro, de empujarte al “pánico”, de potenciar los instintos, acaban llegando a ser controlables, acabas pudiendo jugar con ellas, con los impulsos neuronales que nos hacen creer que necesitamos aire de inmediato. Entonces te das cuenta que puedes superar al cerebro, que eres capaz de vencer los miedos, al menos ese, y cada descenso se transforma en un juego, en un alarde de superioridad respecto a tu mente que se hace público en el mismo momento que sacas la cabeza del agua representado en forma de sonrisa.
Cada vez que haces un freedive la adición se hace más fuerte, pocos deportes he practicado que provoquen en tan poco tiempo un afán de superación tan grande, que potencien la capacidad para luchar contra uno mismo y que tornen los miedos en ansias y las angustias en minucias.
No me ha resultado sencillo, pero tampoco complicado, tal vez sea la razón de este pique que tengo para mejorar mis marcas: llegué a 18 metros en 01:35 minutos y 02:05 en apnea estática.
Hacía tiempo que no le plantaba cara a un miedo de forma tan directa, que no racionalizaba los impulsos hasta llegar a poder acariciarlos como si fuesen perritos falderos. Y no hablo de miedos antiguos, o traumas no superados, hablo de la sensación que se apodera de mi cada vez que estoy respirando en la superficie antes de una inmersión de freediving, ese miedo a superar los límites que nos autoimponemos. Y digo nos “autoimponemos” porque los seres humanos tenemos, al igual que los delfines, las focas y los cetáceos, un reflejo que reacciona al entrar en el agua y que se denomina: “reflejo mamario mamifero”. Esta reacción provoca cambios fisiológicos en nuestro organismo para adaptarnos a la imposibilidad de respirar. Me pareció muy curioso que aún mantengamos esa capacidad a pesar del tiempo que hace que los humanos somos animales terrestres. Una de las muchas curiosidades que aprendí con la apnea.
Una vez terminado el curso he seguido haciendo “fundives” en Álvaro Diving, con Sebas, mi instructor, un verdadero crack del freediving y un tipo cojonudo “sin un pelo de tonto”, y con Joseba, otro de los instructores de Álvaro, otro crack que proviene de la pesca submarina con más de 20 años recorriendo las profundidades de Koh Tao. En estos “fundives” pude seguir aprendiendo un montón, disfrutando mucho más y, lo mejor, pude hacer las fotos que ilustran el post, porque, para ser sincero, no me atreví ni a bajar la cámara mientras hacía el curso ni a dejar que Sebas se despistase un segundo de mi para intentar retratarme en mis primeros freedives.
La verdad es que me he sentido muy agusto en Álvaro, está en una zona tranquila de Chalok, tiene una zona común para clases y ratos muertos bastante cómoda y con unas vistas inmejorables:
Y con Sebas, mi mentor en el freediving, la relación se ha tornado en amistad y estoy seguro de que acabaremos volviendo a darle caña juntos en cualquier lugar del mundo, que quiero seguir controlando las ganas de respirar.
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El vídeo lo grabamos Sebas y yo en Tanote Bay, bajando hasta un catamarán hundido que está sobre los 16 metros. Yo ya “casi” soy capaz de hacer lo mismo que él se marca :p .