Panamá, recorriendo el país en Carnavales

Tras una primera noche en Almirante nos levantamos temprano para coger el ferry en dirección a Bocas del Toro, mi primer contacto real con Panamá, la primera vez que ví delfines en libertad y lo que es más importante, la primera vez que desayuné hojaldres con salchichas :p.
El barco te deja en Isla Colón, esta es la isla más turística y bulliciosa, como nosotros queríamos algo más tranquilo, nada más llegar tomamos un bote a Isla Bastimentos, buscamos un alojamiento barato en oeste de la isla (Old Bank), nos acomodamos y nos fuimos a buscar las playas de aguas cristalinas y arena blanca de las que habíamos oído hablar.

Bê em Red Frog Beach

Bocas del Toro. Foto By Tiago Carneiro Machado

Una pequeña senda atraviesa la isla (y el bosque tropical) desde Old Bank hasta la costa este, donde se encuentran las mejores playas. Es un camino estrecho y, depende de en que estación vayas, bastante embarrado. Las playas que te vas encontrando son Playa Primera (Wizard), Playa Segunda, Red Frog Beach y Playa Larga. La primera es de las más bonitas, pero todas ellas idílicas, justo como me las imaginaba pero… con olas.
Si, ya se que es el mar, pero es que este es el Mar Caribe, y sorprende bastante encontrar olas en él… aunque también es cierto que Bocas del Toro es uno de los mejores puntos para surfear a este lado de Centro América. Hay numerosas competiciones de surf e incluso una prueba del campeonato del mundo se disputa en estas islas.
También visitamos Isla Colón, con sus tiendas, hostales de todo tipo, artesanos, una oferta de ocio mayor que Bastimentos y alguna playa que tampoco estaba nada mal… y como no teníamos mucho más tiempo que los carnavales nos esperaban, continuamos el camino hacia Chitré.

Sunset Watching: Las Lajas

Las Lajas. Foto By Flickmor

La parada obligatoria fue en la impresionante Playa de Las Lajas, en el golfo de Chiriquí. Hay pequeñas cabañas baratas a lo largo de los «varios» kilómetros de de preciosa playa, flanqueada a un lado por espectaculares bosques de palmeras, y en el otro por la fuerza del océano Pacífico.
Como he comentado en anteriores post, este trayecto lo hicimos en coche, con lo que no tengo muy claro como de fácil puede ser llegar a esta playa en transporte público.

Foto de equipo carnaveleño (por Kathy Arauz)

Pero si lo que quieres es rumba, agua, Guaro, algo de Abuelo y cuerpos empapados refregándose sin control con el sonido del reggae panameño y el reguetón, entonces el lugar es Chitré y Las Tablas, el momento, Febrero, en Carnaval.
Tuvimos la suerte de poder compartir el momento con los amigos/as de Krystell, alquilamos una casa entre todos para los días que duraba el carnaval y lo único que recuerdo son los desayunos de hojaldres con salchichas, los camiones lanzando agua sin parar y que no he bailado tanto reguetón en mi vida.

Fueron unos días muy divertidos. Fundamental a tener en cuenta en Carnavales en Panamá: el guaro es muy malo, sed moderados y no salgas de casa más que con lo justo y necesario, primero porque se te va a empapar, segundo porque hay mucho listo al despiste y con tanto roce ni te das cuenta cuando te meten las manos en los bolsillos. O si te das cuenta, pero igual te dejas pensando que buscan otra cosa. :p

Para reponernos de los carnavales nos dimos unos días de playa por la Península de Azuero, de pueblito en pueblito. Buena gastronomía, buenas playas y gente amable, además de que el coche nos permitía movernos con total libertad. Y hasta aquí duró.
Roberto y Krystell marcharon a pasar unos días románticos y yo continué con Karine en dirección a Ciudad Panamá, donde llegamos desde Penonomé.
A Karine la conocí en Camboya y se vino a visitarme desde Montreal para hacer un pequeño tramo de mi ruta Panamericana.
Nos alojamos en el Casco Viejo en un hostal barato y cuando salimos a cenar la recepcionista, metida en una especie de jaula de barrotes que la «protegía» de los clientes, nos dijo: «si van a cenar no se preocupen, esta zona es tranquila… pero vayan al lugar de la plaza donde hay enfrente una patrulla, no lleven más que 20 $ que puede costar la comida y dejen aquí la llave de la habitación«. Vamos, uno de esos consejos que siempre te deja de lo más relajado.

Al día siguiente salimos  para Isla Taboga, donde pasamos un día, no nos convenció demasiado, sobre todo por los precios, y el agua estaba helaaaada. Con lo cual, vuelta a Panamá, esta vez buscamos un alojamiento más local en una zona menos «entretenida» y dedicamos los días a pasear con Gianni. Nos enseñó bastante de esta ciudad en la que volví a ver rascacielos. En Centro América es complicado que las capitales tengan un skyline como el panameño, principalmente porque este es el único país de la región que no tiene practicamente actividad sísmica.

Skyline

Caminamos por los 2 kilómetros «apalmerados» de La Calzada, un paseo que recorre la entrada del Pacífico en Ciudad Panamá, fuimos por la noche a ver el funcionamiento de las exclusas de una de las más espectaculares obras de ingeniería realizadas por el hombre: el Canal de Panamá… tomamos, reímos, bailamos y jugamos al billar, escuchando las innumerables historias de Gianni y buscando la forma de cruzar hasta Colombia sin tener que volar de Panamá a Cartagena… ya que estaba cruzando el continente por tierra y de forma barata no iba ahora a dejar de hacerlo por un pequeño contratiempo: La selva de Darién, donde se rompe la Panamericana. Un pedazo de selva que parte el continente y sin carreteras asfaltadas, dicen que no hay mucho más que naturaleza, guerrilla y narcos.

Calzada de Amador (Amador Causeway)

Al final ni lo uno ni lo otro, los 2. Volamos hasta la frontera y cruzamos el Darién por la costa. La forma más barata y, os aseguro, la más emocionante, de cruzar la frontera que divide estos 2 países. Pero mejor lo cuento en el siguiente post.

De Bahia Drake (Costa Rica) a Almirante (Panamá) por Paso Canoas y David, fronteras y olvidos.

Así fue el trayecto desde Bahía Drake (1), en el Parque Nacional del Corcovado (Costa Rica), hasta Almirante (7), ya en Panamá, el puerto desde donde alcanzar el Archipiélago de Bocas del Toro.

Todo comenzó a eso de las 4 am, aún de noche, «nos dimos a la fuga» en un bus que por una carretera practicamente «imaginaria» nos llevó hasta La Palma (2) en cosa de 2 horas por unos 3 $. Allí aprovechamos para desayunar mientras esperábamos que pasase otro bus dirección Puerto Jimenez (3). Este otro bus fueron otras 2 horas por 2$ y nos dejó en el puerto, solo había que caminar un poco y buscar un bote/ferry para Golfito (4). El ferry sale muy temprano con lo que la opción fue el bote colectivo. Fueron unos 3$ y algo menos de 2 horas. Y de Golfito (4) a Neily y de ahí a Paso Canoas (5), unas 2 o 2 horas y media, por algo menos de 2 dolares. Este último es un pequeño, casi minúsculo, pueblecito fronterizo entre Costa Rica y Panamá.

Si hacéis cuentas debían de ser cerca de las 13.00 h cuando alcanzamos la frontera (5). La verdad es que el cruce no conllevó «casi ningún problema«. Yo esperaba que me pidiesen la cartilla de vacunación con el sello de la fiebre amarilla (la llevaba), o me preguntasen si pensaba entrar en la parte selvática… que me pidiesen un aval económico por los días que pensase estar en el país, o al menos un billete de salida (que no tenia en ese momento). Vamos, alguna de las exigencias que, según me habían contado, pedían a los viajeros para entrar al país.
Pensando en mis cosas me planté en la parte panameña de la frontera sin haber sellado la salida de Costa Rica… vuelta atrás, a buscar donde habían escondido la oficina de migra tica (por no plantearme como había podido no verla).
Sellé salida, y cuando volví a la ventanilla panameña un funcionario gordito y con gesto serio agarró mi pasaporte, me miró la cara, estampó el sello como si quisiese romper la mesa y con una sonrisa, que no tenia sentido en ese momento, me devolvió el pasaporte. – ¿Es todo?-, llegué a preguntar. Sus facciones habían vuelto al gesto serio del principio y mirando hacia sus papeles y alzando la voz dijo: –¡Siguiente!-.

Y allí estaba yo, de nuevo con Roberto y Krystell, con quienes había salido desde Bahía Drake (1) pero con quienes NO crucé la frontera. Ellos, al ir a Costa Rica desde Panamá, debían ir más absortos que yo en sus pensamientos y se olvidaron de sellar entrada a Costa Rica… con lo que no hacía falta que sellasen salida y Krystell, al ser panameña, no tenia que sellar entrada a su país. Total, que me desentendí de Roberto e hice mis trámites por mi lado. Cuando me encontré con ellos de nuevo en la parte panameña supuse que no había tenido problemas tampoco y continuamos el camino.

El siguiente paso era llegar a David (6) para hacernos con el coche de Krystell y de allí a Almirante (7) en coche. Les había dejado el coche a unos tíos suyos que viven en David (6) y tras la hora y media de bus desde Paso Canoas (5), por unos 2 $, conseguimos llegar a la estación de David (6). Allí nos estaba esperando una prima de Krystell con el coche.
Fuimos a dejarla a su casa, comimos algo con la familia de Krystell y salimos para Almirante (7), sin tener muy claro si llegaríamos a tiempo de agarrar el ferry hasta Bocas del Toro, el destino final al que pretendíamos llegar. No llegamos.
El camino era digno de disfrutar y era mi primer contacto con Panamá. Paramos a tomar algo, dimos raid a «autostopistas«, nos perdimos un poquito… y todo ello mientras Krystell me ponía al día de la jerga, la música y las costumbres panameñas. Una buena entrada al país.

Llegamos a Almirante (7) casi en la noche. Almirante es una pequeña ciudad pesquera/portuaria, fea, descuidada y que parece demasiado de paso. Pillamos las habitaciones más baratas, cenamos algo en un restaurante cutre del puerto con luces horteras y nos fuimos a descansar. A la mañana siguiente saldríamos rumbo al paraíso, el Archipiélago de Bocas del Toro, algo merecido tras las casi 17 horas de viaje entre los 5 autobuses, el bote y el coche… menudo día.

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