Cruzando la frontera por Darién – De Ciudad Panamá (Panamá) a Cartagena (Colombia)

Panamá desde las alturas

La frontera entre Panamá y Colombia fue una de las más intensas que he cruzado en mi vida. Cuando empecé a buscar posibilidades la Selva del Darién se dedicó a limitar las opciones. No hay carreteras que la crucen por lo que la opción terrestre quedó rapidamente descartada, solo hay pequeñas sendas y si te atreves a intentarlo están los militares, los narcos y la guerrilla colombiana para quitarte la idea de la cabeza.
Las opciones sencillas son volar de Panamá City a Cartagena de Indias, ya en Colombia. Es el vuelo internacional más barato, pero aún así es caro. La otra opción es el barco, unos 6 ó 7 días atravesando el archipiélago de San Blas, es más barato, pero tampoco demasiado y luego los días, yo no llevaba demasiada prisa pero Karine había venido a visitarme y le apetecía disfrutar un poco de Colombia, además de que nos encontraríamos con Quirós unos días más tarde en Cartagena.
Al final nos decidimos (convencí a Karine) por la opción más emocionante. Supongo que hace años debía ser una verdadera aventura cruzar así, pero en 2009 a mi me pareció seguro. Intenso, pero seguro.

La aventura comenzó en Panamá City, salimos desde el antiguo aeropuerto militar (Albrook) hasta Puerto Obaldía, aún en Panamá pero justo en la frontera. Es una hora de vuelo en un avión diminuto por algo menos de 60$, los vuelos son operados por Air Panamá y no hay salidas todos los días.
El despegue fue bueno pero poco antes de aterrizar comenzó una pequeña tormenta y el piloto decidió dar una vueltas a ver si escampaba un poco, 20 minutos más tarde, con el suelo aún mojado y en una pista «inexistente» se decidió a aterrizar. La pista de aterrizaje es esto de la foto.

Foto por Karine Lamarre

Tras entrar derrapando en la pista, el piloto se giró hacia nosotros mientras se quitaba el sudor de la frente y dijo en voz alta: «Uff, que susto, ¿no?«. En ese momento me levanté del avión y decidí salir del aparato para poder tener agusto un ataque al corazón en el exterior.
Foto del avión, mientras sacábamos el equipaje refugiados de la lluvia bajo el ala, mucho mejor que las dichosas cintas transportadoras.

Foto por Karine Lamarre


Una vez en Puerto Obaldía tuvimos que pasar por «la migra«, primero para sellar la salida de Panamá y luego, en una especie de consulado que tiene allá Colombia, había que hacer un visado de entrada. No me preguntéis el porqué, mejor no rechistar.
Este pequeño pueblo es la entrada al Darién, repleto de indios kuna (los aborígenes panameños) pero no hay mucho que hacer, es un lugar de paso.

Con los pasaportes ya sellados buscamos algún bote que saliese hacia Capurganá (Colombia), en la costa caribeña, un lugar curioso, donde puedes llegar a ver más de 7 tonos de azul en el Caribe… si tienes un día de sol… algo que nosotros casi no vimos. Lo que no pude dejar de ver presidiendo el pueblo es un edificio de hormigón repleto de sacos en plan bunker, y lleno de ametralladoras y militares.
Pero volvamos a la historia, el bote era más o menos un cayuco, nos habían avisado de buscar algo con un motor fuerte, al menos 40 o 50 caballos… pero como para ponerse a preguntar. El primero que salió fueron unos 20.000 pesos por hora y media de sufrimiento, saltando entre olas enormes causadas por una pequeña tormenta tropical que entraba por aquel entonces. Solo recuerdo como sufrí por mi cámara, había momentos en los que pensé que volcábamos.
Al final conseguimos llegar sanos y salvos y nos quedamos a pasar una noche allí, no había más opciones, el primer bote a Turbo no salía hasta la mañana siguiente.

En Capurganá sellamos el pasaporte para Colombia. La cosa empezó un poco tensa con el oficial exigiendome presentar X dolares por cada día que fuese a pasar, o saber el tiempo exacto que estaría en el país, me pedía el billete de vuelta… la excusa fue fácil. Cuando llegamos a Capurganá la oficina estaba cerrada, nos dijeron que buscásemos un hostal y pasásemos después de comer, con lo cual, no llevaba nada de eso encima.
Pero la excusa no sirvió, del todo… me toco ir de nuevo al hostal y lo único con lo que volví fue una tarjeta de crédito, para demostrar que tenía dinero, con eso vale la mayoría de las veces, pero seguía sin billete de salida del país. Por suerte tras un rato charlando, Karine y yo acabamos ayudándole a traducir al inglés el documento con todas las preguntas que tiene que hacer a todos los que cruzan la frontera, incluso le escribimos la forma de pronunciarlo. Una vez acabado y con una gran sonrisa en la cara, el oficial estampó el sello en nuestros pasaportes y nos deseo una bonita estancia en «Locombia«.

A la mañana siguiente salimos en dirección a Turbo. Unos 50.000 pesos por persona además de pagar cada kilo extra que supere en las mochilas los 10 kilos. Vamos, que nos sablaron. Aun así no fue demasiado caro.
El viaje fueron cerca de 3 horas, que en realidad son 2 y media, pero tuvimos un pequeño contratiempo perdidos en la niebla de la tormenta tropical… entre olas gigantes y lluvia helada.

Y llegamos a Turbo, que como su nombre indica, es un lugar en del que salir echando ostias. Según amarraron el bote había más de 10 personas intentando coger nuestras mochilas, ví un tipo con la mía, se la quité y me dijo… «se la estaba llevando a casa hermano«, y le dije yo, «si, pero a la tuya«, el negro se empezó a reír y volvió a ver si pillaba otra. Por suerte una pareja de Medellín que había en el bote nos ayudo un poco a salir de allí y regatear el precio del bus hasta Montería.
Nos cambiamos la ropa por algo «menos mojado» y comimos pollo frito enfrente de la estación, ¿estación?, haciendo tiempo hasta que saliese el bus.
Fueron unas 4 horas hasta Montería por un camino de cabras que no permitía al autobús superar los 20km/h… eso fue lo de menos, lo que casi acaba conmigo era el aire acondicionado polar con el que nos llevaba el conductor, hasta las gallinas que tenía a mi lado (en cajas, claro) se estaban quedando congeladas.

De Montería nos quedaba el último trayecto, 6 horas de autobús a Cartagena. Pero ya habíamos hecho la parte difícil. Al final optamos por la opción minivan, el último bus había salido, tardaba menos y el regateo no fue nada mal. Si, en Colombía regateas los transportes.

paso panamá colombia darien
A: Panamá City, B: Puerto Obaldía, C: Capurganá, D: Turbo, E: Montería, F: Cartagena

Casi a las 22:00 entrábamos en Cartagena, directos a Getsemaní, un buen barrio sórdido de la ciudad, repleto de putas y borrachos por doquier, pero bien situado, barato y con una amplia oferta de ocio nocturno.
Nos quedamos en la calle de La Media Luna numero 10-33, el segundo piso, el lugar se llamaba hotel Janeth… sin carteles, un antro en toda regla con sus sábanas de seda rojas en la cama y luz tenue. Unos 3 dólares por persona y noche. Creo que no hacen falta muchas más explicaciones.

Dejamos las cosas y nos fuimos a comer unas arepas regadas con unas Águilas al fondo de la calle, justo al lado de un buen bar de salsa donde empezamos a notar que estábamos en Colombia, y no muy lejos de Macondo.

Panamá, recorriendo el país en Carnavales

Tras una primera noche en Almirante nos levantamos temprano para coger el ferry en dirección a Bocas del Toro, mi primer contacto real con Panamá, la primera vez que ví delfines en libertad y lo que es más importante, la primera vez que desayuné hojaldres con salchichas :p.
El barco te deja en Isla Colón, esta es la isla más turística y bulliciosa, como nosotros queríamos algo más tranquilo, nada más llegar tomamos un bote a Isla Bastimentos, buscamos un alojamiento barato en oeste de la isla (Old Bank), nos acomodamos y nos fuimos a buscar las playas de aguas cristalinas y arena blanca de las que habíamos oído hablar.

Bê em Red Frog Beach

Bocas del Toro. Foto By Tiago Carneiro Machado

Una pequeña senda atraviesa la isla (y el bosque tropical) desde Old Bank hasta la costa este, donde se encuentran las mejores playas. Es un camino estrecho y, depende de en que estación vayas, bastante embarrado. Las playas que te vas encontrando son Playa Primera (Wizard), Playa Segunda, Red Frog Beach y Playa Larga. La primera es de las más bonitas, pero todas ellas idílicas, justo como me las imaginaba pero… con olas.
Si, ya se que es el mar, pero es que este es el Mar Caribe, y sorprende bastante encontrar olas en él… aunque también es cierto que Bocas del Toro es uno de los mejores puntos para surfear a este lado de Centro América. Hay numerosas competiciones de surf e incluso una prueba del campeonato del mundo se disputa en estas islas.
También visitamos Isla Colón, con sus tiendas, hostales de todo tipo, artesanos, una oferta de ocio mayor que Bastimentos y alguna playa que tampoco estaba nada mal… y como no teníamos mucho más tiempo que los carnavales nos esperaban, continuamos el camino hacia Chitré.

Sunset Watching: Las Lajas

Las Lajas. Foto By Flickmor

La parada obligatoria fue en la impresionante Playa de Las Lajas, en el golfo de Chiriquí. Hay pequeñas cabañas baratas a lo largo de los «varios» kilómetros de de preciosa playa, flanqueada a un lado por espectaculares bosques de palmeras, y en el otro por la fuerza del océano Pacífico.
Como he comentado en anteriores post, este trayecto lo hicimos en coche, con lo que no tengo muy claro como de fácil puede ser llegar a esta playa en transporte público.

Foto de equipo carnaveleño (por Kathy Arauz)

Pero si lo que quieres es rumba, agua, Guaro, algo de Abuelo y cuerpos empapados refregándose sin control con el sonido del reggae panameño y el reguetón, entonces el lugar es Chitré y Las Tablas, el momento, Febrero, en Carnaval.
Tuvimos la suerte de poder compartir el momento con los amigos/as de Krystell, alquilamos una casa entre todos para los días que duraba el carnaval y lo único que recuerdo son los desayunos de hojaldres con salchichas, los camiones lanzando agua sin parar y que no he bailado tanto reguetón en mi vida.

Fueron unos días muy divertidos. Fundamental a tener en cuenta en Carnavales en Panamá: el guaro es muy malo, sed moderados y no salgas de casa más que con lo justo y necesario, primero porque se te va a empapar, segundo porque hay mucho listo al despiste y con tanto roce ni te das cuenta cuando te meten las manos en los bolsillos. O si te das cuenta, pero igual te dejas pensando que buscan otra cosa. :p

Para reponernos de los carnavales nos dimos unos días de playa por la Península de Azuero, de pueblito en pueblito. Buena gastronomía, buenas playas y gente amable, además de que el coche nos permitía movernos con total libertad. Y hasta aquí duró.
Roberto y Krystell marcharon a pasar unos días románticos y yo continué con Karine en dirección a Ciudad Panamá, donde llegamos desde Penonomé.
A Karine la conocí en Camboya y se vino a visitarme desde Montreal para hacer un pequeño tramo de mi ruta Panamericana.
Nos alojamos en el Casco Viejo en un hostal barato y cuando salimos a cenar la recepcionista, metida en una especie de jaula de barrotes que la «protegía» de los clientes, nos dijo: «si van a cenar no se preocupen, esta zona es tranquila… pero vayan al lugar de la plaza donde hay enfrente una patrulla, no lleven más que 20 $ que puede costar la comida y dejen aquí la llave de la habitación«. Vamos, uno de esos consejos que siempre te deja de lo más relajado.

Al día siguiente salimos  para Isla Taboga, donde pasamos un día, no nos convenció demasiado, sobre todo por los precios, y el agua estaba helaaaada. Con lo cual, vuelta a Panamá, esta vez buscamos un alojamiento más local en una zona menos «entretenida» y dedicamos los días a pasear con Gianni. Nos enseñó bastante de esta ciudad en la que volví a ver rascacielos. En Centro América es complicado que las capitales tengan un skyline como el panameño, principalmente porque este es el único país de la región que no tiene practicamente actividad sísmica.

Skyline

Caminamos por los 2 kilómetros «apalmerados» de La Calzada, un paseo que recorre la entrada del Pacífico en Ciudad Panamá, fuimos por la noche a ver el funcionamiento de las exclusas de una de las más espectaculares obras de ingeniería realizadas por el hombre: el Canal de Panamá… tomamos, reímos, bailamos y jugamos al billar, escuchando las innumerables historias de Gianni y buscando la forma de cruzar hasta Colombia sin tener que volar de Panamá a Cartagena… ya que estaba cruzando el continente por tierra y de forma barata no iba ahora a dejar de hacerlo por un pequeño contratiempo: La selva de Darién, donde se rompe la Panamericana. Un pedazo de selva que parte el continente y sin carreteras asfaltadas, dicen que no hay mucho más que naturaleza, guerrilla y narcos.

Calzada de Amador (Amador Causeway)

Al final ni lo uno ni lo otro, los 2. Volamos hasta la frontera y cruzamos el Darién por la costa. La forma más barata y, os aseguro, la más emocionante, de cruzar la frontera que divide estos 2 países. Pero mejor lo cuento en el siguiente post.

De Bahia Drake (Costa Rica) a Almirante (Panamá) por Paso Canoas y David, fronteras y olvidos.

Así fue el trayecto desde Bahía Drake (1), en el Parque Nacional del Corcovado (Costa Rica), hasta Almirante (7), ya en Panamá, el puerto desde donde alcanzar el Archipiélago de Bocas del Toro.

Todo comenzó a eso de las 4 am, aún de noche, «nos dimos a la fuga» en un bus que por una carretera practicamente «imaginaria» nos llevó hasta La Palma (2) en cosa de 2 horas por unos 3 $. Allí aprovechamos para desayunar mientras esperábamos que pasase otro bus dirección Puerto Jimenez (3). Este otro bus fueron otras 2 horas por 2$ y nos dejó en el puerto, solo había que caminar un poco y buscar un bote/ferry para Golfito (4). El ferry sale muy temprano con lo que la opción fue el bote colectivo. Fueron unos 3$ y algo menos de 2 horas. Y de Golfito (4) a Neily y de ahí a Paso Canoas (5), unas 2 o 2 horas y media, por algo menos de 2 dolares. Este último es un pequeño, casi minúsculo, pueblecito fronterizo entre Costa Rica y Panamá.

Si hacéis cuentas debían de ser cerca de las 13.00 h cuando alcanzamos la frontera (5). La verdad es que el cruce no conllevó «casi ningún problema«. Yo esperaba que me pidiesen la cartilla de vacunación con el sello de la fiebre amarilla (la llevaba), o me preguntasen si pensaba entrar en la parte selvática… que me pidiesen un aval económico por los días que pensase estar en el país, o al menos un billete de salida (que no tenia en ese momento). Vamos, alguna de las exigencias que, según me habían contado, pedían a los viajeros para entrar al país.
Pensando en mis cosas me planté en la parte panameña de la frontera sin haber sellado la salida de Costa Rica… vuelta atrás, a buscar donde habían escondido la oficina de migra tica (por no plantearme como había podido no verla).
Sellé salida, y cuando volví a la ventanilla panameña un funcionario gordito y con gesto serio agarró mi pasaporte, me miró la cara, estampó el sello como si quisiese romper la mesa y con una sonrisa, que no tenia sentido en ese momento, me devolvió el pasaporte. – ¿Es todo?-, llegué a preguntar. Sus facciones habían vuelto al gesto serio del principio y mirando hacia sus papeles y alzando la voz dijo: –¡Siguiente!-.

Y allí estaba yo, de nuevo con Roberto y Krystell, con quienes había salido desde Bahía Drake (1) pero con quienes NO crucé la frontera. Ellos, al ir a Costa Rica desde Panamá, debían ir más absortos que yo en sus pensamientos y se olvidaron de sellar entrada a Costa Rica… con lo que no hacía falta que sellasen salida y Krystell, al ser panameña, no tenia que sellar entrada a su país. Total, que me desentendí de Roberto e hice mis trámites por mi lado. Cuando me encontré con ellos de nuevo en la parte panameña supuse que no había tenido problemas tampoco y continuamos el camino.

El siguiente paso era llegar a David (6) para hacernos con el coche de Krystell y de allí a Almirante (7) en coche. Les había dejado el coche a unos tíos suyos que viven en David (6) y tras la hora y media de bus desde Paso Canoas (5), por unos 2 $, conseguimos llegar a la estación de David (6). Allí nos estaba esperando una prima de Krystell con el coche.
Fuimos a dejarla a su casa, comimos algo con la familia de Krystell y salimos para Almirante (7), sin tener muy claro si llegaríamos a tiempo de agarrar el ferry hasta Bocas del Toro, el destino final al que pretendíamos llegar. No llegamos.
El camino era digno de disfrutar y era mi primer contacto con Panamá. Paramos a tomar algo, dimos raid a «autostopistas«, nos perdimos un poquito… y todo ello mientras Krystell me ponía al día de la jerga, la música y las costumbres panameñas. Una buena entrada al país.

Llegamos a Almirante (7) casi en la noche. Almirante es una pequeña ciudad pesquera/portuaria, fea, descuidada y que parece demasiado de paso. Pillamos las habitaciones más baratas, cenamos algo en un restaurante cutre del puerto con luces horteras y nos fuimos a descansar. A la mañana siguiente saldríamos rumbo al paraíso, el Archipiélago de Bocas del Toro, algo merecido tras las casi 17 horas de viaje entre los 5 autobuses, el bote y el coche… menudo día.

Ticabus, transporte internacional cetroamericano

Ya me había informado sobre sus rutas y precios. Ticabus es la forma más segura y cómoda de moverse en América Central, yo no lo usé en el recorrido de Costa Rica a México porque me gusta cruzar las fronteras por mi cuenta, ver esos sórdidos y curiosos trozos de tierra de nadie, mezclarme entre la gente y vivirlo con sus consecuencias, en aventuras y timos. Es común el uso de calculadoras trucadas, de tipos de cambio inventados, que te convenzan para montar en un transporte que va a otra parte, o incluso los billetes falsos. Lo mejor es tener bien claro el tipo de cambio y llevar algo encima de la moneda del país al que entras (cambiar antes de salir del anterior), o esperar a un lugar de confianza para hacerlo en el nuevo país (casas de cambio).
Llevar dolares en lugar de euros ayuda a facilitar los cambios, incluso muchas veces te permiten pagar con ellos.

Pero a la bajada desde México llevaba más prisa y desde Antigua (Guatemala) decidí ir del «tirón» a San Salvador. La forma más fácil fue Ticabus, eso si, sale desde Ciudad Guatemala. El trayecto de donde deja el bus de Antigua hasta la parada del Ticabus lo hice andando, de día durante la mañana, es un paseo «interesante«, pero poco recomendable ir andando por Ciudad Guatemala con mochila a la espalda y pocas pintas de chapín.

La información de los precios y rutas está en la web: Ticabus

En San Salvador pasé una semana y pico, ayudando a «Calamandraca» en su campaña por el cambio, llegaban las elecciones y el país necesitaba salir de los 25 años de «semidemocracia» liderada por Arena. Al final parece que el trabajo tuvo sus frutos y el 15 de Marzo de 2009 el FMLN logró ganar las elecciones y arrebatar el poder a la derecha más rancia.

Y de allí a Costa Rica, también con Ticabus, el trayecto de San Salvador a San José, 19 horas de viaje, para volver a ver a Jonnathan, Laura y Miguel, mereció la pena.

Los viajes con estos autobuses incluyen comidas, servicio de abordo, baño, y todo aquello que no tienen el resto de transportes en los que yo monté en la región. Es más caro pero para hacer largas distancias es una de las mejores opciones.

La parte en San Salvador la conté hace ya y ahora seguiré desde Costa Rica, pero antes creo que se van a colar unos cuantos post con la razón por la que llevo una semana sin escribir, un viaje de 5 días a Copenhague. Estad atentos 😉 .

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