Momentos de un viaje: sobrecogidos frente al Potala (Lhasa – Tibet)

Palacio del Potala

Una vez terminado el viaje comienza un proceso de recuerdo e introspección que hace aflorar sentimientos ya lejanos que en un momento dado fueron las sensaciones más fuertes que nunca creíste sentir.

De entre todas las imágenes que he capturado en estos 21 días me quedo sin duda con la imagen del Potala el día que conseguimos llegar a Tíbet. No se si fue el cúmulo de circunstancias que precedieron a la llegada, la magia de aquel lugar tan especial, el idealismo con el que lo imaginaba o la euforia provocada por la altura (Lhasa está a 3.600 m.s.n.m.), pero en el momento en el que nos encontramos cara a cara con ese impresionante palacio mastodóntico el mundo se detuvo.

Por unos instantes no existió nada más para nosotros. Una parte del sueño había sido alcanzado, solo quedaba despertar y que siguiese ahí, omnipresente, resistiendo el paso del tiempo y de la historia. Una historia que se por más que intenta reducirlo solo consigue engrandecerlo y mitificarlo.

Fueron minutos o tal vez horas el tiempo que dedicamos a observarlo mientras el azul del cielo se teñía de negro y una luna rebosante aparecía por el este en su día de máximo esplendor.

Era el Palacio del Potala, la antigua residencia del Dalai Lama, un museo dormitante que espera a que el tiempo lo resucite y allí estábamos nosotros, pequeños e insignificantes, sintiéndonos las personas más grandes del mundo.

(*) Son momentos de un viaje que me ha llevado de Beijing a Katmandú en 21 días como coordinador para Paso del Noroeste. Una experiencia nueva y muy enriquecedora que iré contando poco a poco a medida que me quite el jetlag y empiece a ver que hago con mi vida en un mes que se antoja crucial y de futuro incierto. Esta vez yo no decido, voy a dejar jugar al destino y caminar hacia donde sople el viento.

Regreso a China (De Beijing a Katmandú por tierra)

Tienda

Mañana vuelvo a China. Un país que fue el primer destino de la vuelta al mundo y al que no he regresado desde entonces (hacen ya unos 5 años y medio), y no por falta de ganas, la verdad. Vuelvo a las luces de neón, a la uniformidad distinta, a la masificación, a la diferencia, a la incomprensión… vuelvo a este país curioso y «algo raro» que no deja indiferente.

No consigo salir de Asia, regreso una y otra vez aunque mi cabeza esté puesta en otra parte del globo. No soy yo quien dirige mis viajes, parece que el viaje se empeña en llevarme por su camino, trazado o improvisado, por una serie de lugares comunes en los que ya me siento cómodo, o al menos, en los que no me siento demasiado extraño.

Banderas

Este viaje va a tener bastante poco que ver con el de la otra vez, por un lado son solo 21 días… y digo solo, la otra vez formaba parte de un viaje que duró 18 meses, la ruta es completamente distinta, mientras que la vez anterior visité de Shanghai hacia el sur esta vez empiezo en Beijing y la idea es hacer Pingyao, Xian y de ahí ir hasta Lhasa en el tren de las nubes para recorrer Tibet durante 9 días, contemplar algunas de las cumbres más altas del planeta (entre ellas Everest) y acabar en Katmandú cruzando la Carretera de la amistad para regresar desde esta caótica ciudad de Nepal hasta Hortaleza. Cerca de 3.500 km por tierra en una aventura que pinta muy bien, Tibet era una de esas zonas que siempre han estado en la lista de pendientes y que al fin voy a poder ver con mis propios ojos.Y el factor que va a convertir este viaje en algo totalmente distinto a lo que estoy acostumbrado es que esta vez no voy solo, voy con otras 10 personas.

Este viaje voy a probar la experiencia como coordinador para El Paso del Noroeste llevando a ese grupo de 10 personas desde Beijing a Katmandú.

Masa

Es la primera vez que intentaré algo así aunque ya he guiado por las profundidades trabajando como DiveMaster en Tailandia o Filipinas pero nunca lo había hecho en la superficie. Bueno, al menos nunca había guiado oficialmente, porque es una labor que he realizado de forma extraoficial en numerosas ocasiones llevando desde amigos hasta desconocidos a descubrir conmigo los destinos que he recorrido. Por suerte la filosofía de PW es practicamente así, me voy a disfrutar de China y conocerla mejor acompañado por otr@s 10 viajer@s algo menos experimentados. No suena mal, ¿verdad?.

Estoy deseando probar todos los platos que no degusté en mi primer paso y sobre todo estoy deseando volver a NO poder entenderme con l@s chin@s, a discutir con ell@s o hacer que lo hago sin saber si el tono con el que me hablan es normal o me están gritando enfadados, a sentir que el raro soy yo y no ellos (como parece que sentimos «en casa«), estoy deseando descubrir más de su milenaria cultura y tradiciones, deseando que me enseñen a contar el tiempo en milenios y no en siglos, estoy deseando alucinar con la Gran Muralla o los Guerreros de Terracota… y así podría seguir hasta el infinito.

Chin@s

Estoy deseando volver a verlos… ¿me habrán echado de menos?.

Estoy desando volver a decir Nihao!. 

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