Situadas en mitad de la selva de El Petén, las Ruinas de la ciudad perdida Maya de Tikal son uno de los lugares más impresionantes que he visitado. Y como opinión totalmente subjetiva, son las mejores ruinas mayas que vi en Mesoamérica.
Pirámides sobresaliendo en la espesura de la selva, glifos espectaculares, un enclave mágico, unas construciones increíblemente elaboradas… estas ruinas son todo eso y mucho más, es adentrarse en una cultura milenaria e interesantísima, es volver atrás en el tiempo, es pensar en el «como» y el «por que«.
Los primeros habitantes llegaron a esta zona en el año 700 a.C. y durante los siguientes 400 años transformaron ese pedazo de selva en una de las ciudades más pobladas y prosperas de todo el Imperio Maya.
Y no fue hasta 1848, cuando Modesto Méndez y Ambrosio Tut volvieron a descubrir las ruinas de lo que fue Tikal.
La Acrópolis Norte y el Templo del Gran Jaguar (44 metros de altura) son, sin duda, las partes mejor restauradas y cuidadas de las más de 400 edificaciones que hay descubiertas.
Tikal fue, durante siglos, uno de los puntos clave para el comercio en el Imperio Maya, hasta el año 900 más o menos, donde empezó el declive de esta civilización.
El «porqué» de ese colapso es una duda que no han parado de plantearse los arqueólogos. Una de las explicaciones que más escuché trataba del gran problema que tuvieron los Mayas con la sobrexplotación de las tierras de cultivo.
Llegaban a un zona, la exprimían al máximo y una vez que la tierra no daba más buscaban otro lugar.
Eso y el problema del agua y su almacenamiento. No hay ríos cercanos a Tikal, a una distancia considerable se encuentra el Lago Petén Itzá, lugar desde el que, probáblemente, llevasen el agua… pero son todo conjeturas.
La población Maya de Tikal decidió abandonar la ciudad y continuar hacia el sur, las guerras entre distintos clanes asediaban por todos lados y necesitaban huir de esa tierra ya estéril.
De esa época de prosperidad queda poco en Guatemala. La población Maya ha seguido huyendo de guerras, de exterminios, de colonizaciones genocidas o de etnocidios como el provocado por Ríos Montt durante sus brutal dictadura militar. Han seguido en pie durante años, décadas, siglos… y siguen caminando y luchando. Los que son «el color de la tierra«, citando a Marcos, siguen en Guatemala, en Mesoamérica, en su larga noche de los 500 años, que va camino de 600.
En algún lugar leí que, en una visita a Tikal, un turista preguntó a la guía local que había sido de aquella cultura, que había sido de los Mayas. La guía miró sorprendida y respondió: «Acá seguimos, acá vivimos. Nosotros, los que te rodean, somos los Mayas«.
Casi el 60% de la población guatemalteca son Mayas, eso y los cerca de 20 dialectos mayas que se hablan allí lo convierten el país con mayor porcentaje de población indígena de todo latinoamérica, casi a la par que Bolivia.
Guatemala es Maya, es indígena… solo para que os hagáis una idea, el español es la segunda lengua de un gran porcentaje de la población, su primera lengua es el Maya.
Y eso es lo mejor que tiene, una cultura y unas gentes de las que deberían sentirse orgullosos.
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