IDC (Instructor Development Course) en Español

Antes del Examen

IDC es el curso Padi para hacerse instructor de buceo, yo no he llegado a tanto (por ahora), solo soy un simple DiveMaster, pero quiero dedicar este post a una de las razones por las que pude estar casi un mes sin escribir, una de las razones de haberme enamorado del submarinismo un poco más, una de las razones por las que Malaspascua se convirtió en un lugar especial en mi vida… y esa razón es: el IDC que coincidió con mi estancia allí.

Pero debo empezar contando que yo llegué a Malapascua, en Filipinas, un país en el que uno de los 2 idiomas oficiales es el Inglés (el otro es Tagalo), dispuesto a perfeccionar mi dominio del primero, por usabilidad principalmente… y contaros también que cuando me preguntaron en el Centro de Buceo en que idioma quería las clases y el material para los cursos que venía a hacer (Rescue, el EFR y el DiveMaster) por supuesto respondí: «In English«, y que, además, tenía entendido que no era un país donde se prodigase el turismo Español.

Una vez allí la realidad distó bastante de la idea que yo tenía a priori. En Exotic (el centro en el que realicé mis cursos) estaba a punto de empezar un IDC impartido en castellano por el equipo de The GoPro Family (Angel, Jo y Nico-Nico) a un grupo de 8 «personas«, por llamarles de alguna manera: Aitor, Carmen, Elena, Irati, Jose, Leti, Manuel, y Vanesa, con la ayuda de un IDC Staff de lo más profesional: Juanjo y Nico.

Total que al final el único inglés que practiqué fue con los habitantes de Malapascua, las clases con Jo o Mimmi (2 de mis instructoras), algunos dives que hice guiando en inglés y las conversaciones con una de mis compañeras en el DMT, Flour, de nacionalidad inglesa, porque con el resto del grupo, incluyendo a mi «buddy» y compañera de fatigas en estos meses (Cristina), el lenguaje en el que nos comunicábamos durante casi todo tiempo era el castellano… o bueno, algunas veces el «andalú«, pisha.

Celebrando el IDC

Tuve la suerte de poder asistir a una gran cantidad de «actos«, clases, skills y parte de la formación para ser instructor, para ejercer como alumno y que demostrasen sus habilidades conmigo o para grabar vídeos y fotos del curso, esto me permitió aprender muchísimo sobre el mundo subacuático, sobre la vida en el buceo (casi todos tenian una dilatada experiencia en este sector),  y sobre la vida en Asia.
Tuve la suerte de comprobar en persona como es un IDC impartido por The GoPro Family y me gustó bastante. Había escuchado que los 15 días de curso son un infierno de estrés y nervios para casi todo el mundo, pero en este caso Angel, Jo y Nico-Nico consiguieron un ritmo relajado que permitió a l@s aspirantes disfrutar y no solo sufrir. Hicieron fundives, estudiaron, practicaron y creo que se divirtieron bastante en uno de los pasos más importantes que tiene que dar todo aquél que pretenda ganarse la vida con el submarinismo (supongo que tarde o temprano me llegará el momento de dar ese paso).
Pero la mayor suerte la tuve en poder disfrutar «de ell@s» durante esos meses. Un grupo increíble en conjunto y por separado, en el que cada un@ de ell@s vale su peso en oro. Dos meses después de «separarnos» seguimos en continuo contacto, y entrecomillo separarnos porque la mayoría nos hemos seguido viendo en el camino.
En Malapascua surgieron verdaderas amistades y momentos que quedarán para siempre en mi memoria, gracias a ell@s y muchos otros españoles o hispanohablantes que pasaron por allí e hicieron de esos meses los mejores de este viaje. Seguramente me olvide de algunos, y lo siento, pero no puedo dejar de citar a: Rubi (que allí sigue con su proyecto Buceomalapascua), Roger (que vuelve a Filipinas para trabajar en su increíble vida a bordo: Ona Experience), Jules, Miki, Montse, Antonio, Paula, Bea y Gemma, Carlos, Cesar… y esto sin contar a todos aquellos con los que me comuniqué en Inglés, Visaya o por gestos.

Lo dicho, gracias a todos… y gracias al equipo de The GoPro Family por juntarnos en Malapascua. Gente, fue un verdadero placer.

(*) The GoPro Family siguen dando IDCs en castellano, inglés y francés, pero ya no andan por Asia, ahora están en el continente americano, en México, trabajando en el Pro Dive Mexico Scuba Academy (Playa del Carmen)… si te interesa dar el paso al grado más pro del submarinismo no lo dudes y ponte en contacto con ellos a través de su web. Y no olvides decirles que vas de mi parte si quieres un suculento descuento en el curso.

San Pedro, Santiago… La Laguna, los machetes y Atitlán – Guatemala

Subida hacia el volcán San Pedro

Con base en Panajachel estuve moviéndome un poco por los alrededores de El Lago. En bote crucé hasta San Pedro La Laguna, uno de los pueblecitos enfrente de Pana desde el que se puede hacer la subida al Volcán San Pedro.
Otra de las opciones era ir a San Marcos La Laguna (San Marcos La Locura le llaman)… me lo vendieron como un remanso de paz, tranquilidad… me lo vendieron como el lugar perfecto para ir a meditar, aprender yoga o relajación, disfrutar del ambiente hippie del pueblo (y cachondeo y fiestas y tal y tal)… y yo me preguntaba: ¿en Guatemala?.
Total que como no conocía a demasiados chapines hippies, o que meditasen, el yoga no formaba parte de la cultura Maya y no tenia demasiadas ganas de cachondeo, pensé que lo mejor era probar suerte en otro lado que no estuviese lleno de gringos, que hacía solo 3 meses que había estado en los USA¿habeis estado en San Marcos?, ¿tal vez precipité mis decisiones?. Me temo que no.

Y llegué a San Pedro, un pueblo de unos 13.000 habitantes, tranquilo, con también con bastante gringo debido a la cantidad de Spanish School que hay allí, algo bastante común en toda Guatemala.
El enclave es precioso y supongo que es una de las razones por las que el Lago tiene tal cantidad de turistas.

San Pedro La Laguna

En un principio intenté buscar la forma de subir al Volcán Atitlán. Tiene un punto místico y es lo suficientemente bonito como para que me atrajese bastante. El problema, la seguridad. Ninguna empresa de guías se atrevía a acompañarme y me dijeron que la probabilidad de asalto, haciéndolo por mi cuenta, era del 99,9%…. me pareció suficiente.
Este es un problema común en la zona del lago. No te van a quitar más de lo que lleves encima y darte un buen susto, pero no son momentos agradables. La mejor forma de moverse entre los pueblos del lago es en bote o transporte público, pero no andando.

Tal vez tengas la suerte de que no te pase nada, o tal vez tengas que comprarte un machete, como el que lleva todo el mundo en Guatemala, para ahuyentar a los maleantes. Véase el ejemplo del señor con machete:

Retrato con machete

No es solo el trabajo en el campo, lo llevan al bar, pasean con él, lo usan para cortar, para abrir paso, para hacerse un bocadillo, para cortarse las uñas, para pelar fruta… yo estuve a punto de comprarme el mío y ponérmelo en la pernera como Cocodrilo Dundee. Después de 3 meses sin parar de ver la imagen en todo centroamérica se llega a hacer bastante familiar.

Tocando el maiz...

Y aquí os dejo un par de imágenes del «intento» de subida al Volcán San Pedro. Y digo intento porque cuando llegamos a la mitad nos informaron de la tasa que había que pagar para subir. Normal, en cuanto hay turistas hay forma de recaudar.
Y como el grupo de artesanos con los que iba no andaban demasiado boyantes de Quetzales (moneda Guate), pues decidimos intentar otras vías.
Si, intentamos colarnos. Y así pasó la mañana, dando vueltas a la zona buscando un camino alternativo que nos habían comentado, riendo, huyendo de los guardias con alguna carrerita de por medio… y cuando nos empezó a entrar el hambre, unos 40 minutos depues de habernos perdido entre la maleza, dijimos… vamos para abajo, sea como sea llegaremos al lago. Y así hicimos.

Artesano con lago de fondo

Pasé un par de días más allí y luego me dirigí a Santiago Atitlán. En este pueblo vi menos turistas, aunque es bastante bazar, tal vez sea un pueblo para ver solo en un día porque la noche que pasé allí no vi casi gente ni en la calle.

Era un lugar más auténtico, menos contaminado por el turismo. Lo noté la primera noche, mientras miraba la luna sentado al lado de la puerta del hostal. De pronto, entre la oscuridad, apareció un joven chapín. Caminaba mirando al suelo y cuando me vio se quedó parado. Se plantó delante mía y empezó a mirarme. No quitaba la vista de mi y noté que intentaba decirme algo. Imagine que se estaba cortando pensando que yo hablaba inglés y le di las buenas noches en castellano. Me miró a los ojos y sonrió. Lo primero que me preguntó es si hablaba «Español«, le dije que si, que yo soy de España… entonces me pregunto cual era el idioma que hablábamos en España. Le dije que… -¿»Español«?-. Pero empezó a reírse.
Y sus palabras fueron: -«Vosotros los «gringos» no hablas Español, no me quieras engañar«-. (Como he comentado en un post anterior, la población Maya habla un castellano bastante pobre).

Una hora más tarde seguía convencido de que yo era gringo, no había manera de hacerle entender que no. Pero tal vez para él, la palabra «gringo» significase más «extranjero» que estadounidense. Y lo más curioso es que una hora más tarde seguía convencido de que yo no hablaba «Español«, y ya os digo que es curioso, porque en todo caso el que no hablaba «Español» era él. Él hablaba el castellano de Guatemala y yo el castellano de España, lo que se denomina «Español«.
Pero es tan distinto el acento, las palabras, los giros, las expresiones, que es común que cuando escuchan hablar castellano de España, piensen que lo hablas así porque lo haces mal, porque lo has aprendido de segunda lengua y lo que hablas bien es el inglés.
Esto me pasó bastantes veces en Guatemala. La pobreza posiciona el trabajo por encima de la educación y esto provoca que una gran parte de la población guatemalteca (sobre todo la población Maya, indígena), no sepan que España está en Europa o de donde proviene la lengua que hablan. Es un estigma para ellos, pero también para el viajero, porque en Guatemala, más o menos, todos somos gringos.

>> Todas las fotos de Guatemala <<

Reflexión sobre las barreras idiomáticas en América Latina (no es castellano todo lo que reluce)

Mayas

Desde que entré en Guatemala una de las cosas que más me sorprendió fue la casi nula interactuación que estaba consiguiendo con la población indígena, con la población Maya.
No tenia claro si era culpa de su timidez, un cierto complejo de inferioridad con el que a veces parece que miran, o si era culpa mía y algo estaba haciendo mal… es algo que estuvo bastante tiempo rondando mi cabeza y fue en Lanquín, en un restaurante, donde creí ver una parte de ese problema.

Yo estaba sentado, tomando un café y leyendo, cuando un turista se acercó a la barra dijo –Hello-, y continuó pidiendo el resto de la orden en inglés.
Fue algo que me molestó, en todos los países que he visitado lo primero que he intentado es aprender a decir «hola, gracias y adiós» en el idioma local, y luego continuar aprendiendo todo lo que fuese posible de esa lengua. Es lioso, sobre todo en un viaje en el que visitas muchos países distintos, pero bueno, lo básico es sencillo.
No entiendo porqué no se molesta la gente en intentar ese mínimo, y es enormemente gratificante ver las caras y sonrisas de la gente cuando ven que lo intentas.

Mientras pensaba en estas cosas el camarero se giró y habló con su compañero, esa conversación me sacó de mis pensamientos, porque no entendí nada. No era castellano la lengua que hablaban, ellos se comunicaban en Maya.
Entonces lo vi, me di cuenta que cada vez que yo llegaba diciendo «hola«, para ellos era casi lo mismo que el gringo que les decía «hello«, porque el español no es su lengua materna, su primer idioma es el maya.
Al rato el camarero salio de la barra y cuando se acercó a mi le paré y le pregunté cual era el dialecto que se hablaba en esa región, me dijo que en El Petén se hablaba el Q’eqchi.
Entonces le dije si podía decirme como era «hola, gracias y adios» en Q’eqchi. Fue como si su mirada se iluminase, -«Na’chin, Tyoxh y Na’j wetz«-, me dijo sonriendo, y me preguntó si estaba estudiando maya. Le dije que no, que simplemente me apetecía aprender el idioma del lugar que estaba visitando y se puso ha hablar a gritos con su compañero, supongo que contándole lo que le estaba diciendo.
El resto del tiempo que estuve en el restaurante no pararon de venir a mi mesa a decirme más frases y palabras, me enseñaron como pedir una cerveza, como decir a una chica que era guapa… bueno, técnicas de supervivencia.

Ahí vi que había conseguido romper una barrera. En el siguiente lugar al que entré saludando en Q’eqchi la dependienta levantó la cabeza y empezó a hablar muy rápido, como nerviosa, la paré y le dije que solo sabia decir eso, entonces empezó a reírse. Había pensado que yo hablaba su idioma y me decía que le hizo ilusión, pero se alegró aunque solo supiese unas pocas palabras. Cuando pagué lo que había comprado me enseñó a decir algunos números y me dijo que siguiera aprendiendo.

Mi relación con la población Maya de Guatemala había cambiado, me animé pensando que esto me permitiría conocer un poco más a fondo el país, su cultura, sus gentes… pero esta ilusión me duró poco. El tiempo que tardé en llegar a Antigua Guatemala y descubrir que allí se hablaba quiché en vez de Q’eqchi, y que saludarles en Q’eqchi era para ellos una falta de respeto. Eso allí, luego en el lago Atitlán hablan el idioma cakchiquel, en Xela de nuevo quiché y en Nebaj el Ixil… y así sucesivamente con los más de 20 dialectos de maya que se hablan en Guatemala.

Mi alegría se tornó en decepción y me tocó renovar el vocabulario cada desplazamiento que hacía por el país. Cada pequeño viaje era volver a empezar, pero era también seguir aprendiendo. Fue una experiencia interesante que seguí intentando con el tzotzil y el tzeltal en Chiapas (México) y con las distintas lenguas incaicas o preincaicas en Perú y Ecuador (quechua y el kitchua), el aymara en Bolivia… y lo que surgiese por el camino.

El viaje cambió y aquella región, aquél continente, pasó a ser algo más sorprendente e interesante de lo que creí que lo encontraría. Mi prejuzgadora mente y la imagen que tenia de aquéllo dieron un vuelco y me di cuenta de que sus raíces no son las nuestras, sus raíces son mucho más profundas.

Y yo que llegaba a América Latina pensando, –que bien, al fin hablo el mismo idioma que la gente local-.

Iluso de mi.

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