Palenque (México), ruinas y «Quesadilla antes de Navidad»

Ruinas de Palenque

Fueron 4 horas y media desde San Cristobal de las Casas en bus y una vez en el pueblo de Palenque decidí alojarme en El Panchán, una especie de «lodges» en medio de la selva a unos 5 km del pueblo en dirección a las ruinas. Desde este lugar se puede ir caminando hasta las ruinas, lo malo es que la comida es algo más cara que en el pueblo.

Me alojé en uno de los primeros, vamos, en el más barato, no recuerdo el nombre. Tenia dormitorio con baño compartido, todo cabañas en medio de la jungla. La Lonelyplanet dice que es común ir para un par de días y quedarse una semana… no fue mi caso, más que nada por el precio y porque era 23 de diciembre y el 27 quería estar en Puerto Escondido para pasar año nuevo por allí. Quitando eso fue un sitio en el que me encontré bastante agusto.
Estos alojamientos tienen una zona común para comer y con un pequeño escenario, la primera noche había actuación de «música andina«, como lo denominan en américa latina, o de Flamenco, como lo denominamos en España… el grupo era Trueke.
Les conocí esa noche y es con quien pasé el resto de los días por allí. Una gente «muy buena onda» que se decía por allí.

Y a la mañana siguiente me fui caminando a visitar las ruinas (4€ de entrada).
Construida alrededor del año 100 d.C la ciudad tuvo su esplendor unos 6 siglos después. Tras sucesivas batallas con su rival, Toniná, fue abandonada sobre el año 900 d.C., para ser descubierta de nuevo en 1773.
Cuando yo estuve, a finales de 2008, solo había excavados unos 500 de los más de 1500 edificios que componen estas ruinas, a día de hoy no creo que esta cifra haya cambiado demasiado. La arqueología no es algo que genere beneficios y teniendo Chichen Itza (nueva maravilla) no creo que al gobierno mexicano le compense invertir en Palenque.

Ruinas de Palenque

Palenque me gustó, su enclave en medio de la selva hace que pasear allí dentro sea una mezcla espectacular de colores y sonidos. Pero no pararé de repetir que las ruinas mayas que más me gustaron fueron las de Tikal, tanto por las ruinas en sí como por la mínima cantidad de turistas comparado con cualquiera de las ruinas mexicanas. Aunque un buen madrugón para intentar entrar de los primeros siempre ayuda a que la cantidad de turistas que te encuentres sea menor.

Ruinas de Palenque

Lo que más me gustó de Palenque fue volver al clima subtropical. Entre las tierras altas guatemaltecas y la zona de San Cristobal en Chiapas había olvidado el calorcito. No es que sean zonas demasiado frías pero yo estaba visitándolas en invierno.

Y tras ver las ruinas y algún que otro paseo por la selva alrededor de los alojamientos llegó el 24 de Diciembre y me fui a ver de nuevo a la gente de Trueke. Esa noche tocaban en otro de los «lodges«. Cené con ellos en un remake de Tim Burton que titulamos «Quesadilla antes de Navidad», que fue principalmente por el hecho de que esa fue nuestra cena de Navidad, y luego disfruté de verlos en directo una vez más, y más, y más… y es que les veía las noches que tocaban donde yo me alojaba, me juntaba con ellos en los ensayos y luego iba a verles cuando tocaban en otros sitios. Pero juzgar vosotros si no es para menos:


Que arte tiene Sandra.

Los espectáculos que hacían en las zonas comunes de los distintos alojamientos no tenían desperdicio ninguno. Desde funciones de circo y equilibrismo a actuaciones musicales de grupos, solistas y cantautores.
Fueron unas noches muy amenas y el 26, con la resaca de la navidad todavía en el cuerpo, me embarqué en un divertido viaje de unas 18 horas en autobús hasta Puerto Escondido. Parando para cuadrar buses en San Cristobal y en Tuxtla Gutierrez, de donde sale el bus a Puerto. Eso no era nada, el record lo batiría semanas después en el trayecto de 25 horas México DF – Mérida.

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San Cristobal de las Casas, zona Zapatista. Reflexiones sistémicas.

chiapas
Imagen de Sabotaje al Montaje (*)

Llegaba a San Cristóbal para la navidad de 2008, con muchas miras y expectativas puestas en intentar realizar un reportaje sobre aquella revolución que dio voz a los indígenas chiapanecos, que los convirtió en actores fundamentales del cambio en México, que les recordó una palabra que ya casi habían olvidado: dignidad.

Acababa de estallar la crisis, la economía mundial estaba en peligro y parecía que había llegado el momento de un cambio sistémico. Unos meses antes presencié en USA como se iniciaba el debate para refundar el capitalismo y me plantee investigar un poco en el Zapatismo, ver hasta que punto la crisis había afectado a un sistema cooperativista, socialista, comunal. Intentar demostrar que esas pocas sociedades olvidadas por el sistema, marginadas por el neoliberismo, habían sido las únicas en sobrevivir al cataclismo planetario. Esas supuestas utopías hoy no lo son, ahora utópico es el capitalismo, el libre mercado, pensarlo capaz de regularse a si mismo es ya una idea descabellada… propia de soñadores. O eso llegué a pensar.

Pero llegaba a San Cristóbal sin haberme enterado que ese año el EZLN (Ejercito Zapatista de Liberación Nacional) había convocado el Festival Mundial de la Digna Rabia. Entre finales de Diciembre y año nuevo, conmemorando el levantamiento de aquél 1 de enero hacía 14 años.
Puede parecer que fui afortunado pero lo que pasó es que San Cristóbal estaba lleno. De extranjeros, voluntarios, cooperantes, vendedores, artesanos, latinos, europeos, gringos, rubios y lo que menos había era población local.
Como mucho podía haber realizado un reportaje de como el EZLN se ha ganado a la comunidad internacional y la gente está dispuesta a ir de cualquier parte del mundo a ayudar en ese proyecto. Ayudar a un «ejercito» que no volvió a pegar un tiro desde el mes siguiente al levantamiento.
Y hacer un reportaje más entre los tantos que saldrían de los miles de cámaras que había en ese momento en San Cristóbal.

Al final pasé un par de días con mis colegas artesanos, quité de mi cabeza la idea de visitar los «caracoles» (comunidades con autogobierno) y me dediqué a mirar, sin la cámara delante de los ojos. No tengo fotos de allí. Ni una. Pero muchas estampas en mi cabeza, fueron unos días muy curiosos, vivimos días extraños.
En ese momento San Cristóbal era «otra bonita ciudad colonial» como cualquier otra que había visto antes. Pero mucho más llena de extranjeros.
Decidí darle otra oportunidad a la bajada, solo subía hasta el DF y luego de nuevo para el sur rumbo a Panamá… no sabía que me llamarían de El Salvador antes de poder llegar de nuevo a San Cristobal, creo que solo hice el trasbordo en el bus para salir hacia Guatemala.
En El Salvador estaba a punto de suceder un cambio que me interesó mucho más, había bastantes posibilidades de que el FMLN ganase las siguientes elecciones, lo que acabó sucediendo, y quitando el poder a la dictadura encubierta de ARENA, el partido que llevaba gobernando El Salvador desde hacía más de 20 años.
Fui pensando que tal vez fuesen otros los actores fundamentales para ese cambio en el sistema que yo esperaba cercano… y que nunca llegó. Ahora pienso que no hay actores capaces, el libre mercado acabará cuando se devore a si mismo, y eso es imposible, es capaz de avanzar sin evolucionar, de no aprender de sus errores, de repetir los fracasos tropezando 100 veces en la misma piedra, de pensar solo en si mismo y en los bolsillos de los suyos… vamos, como el hombre. Y nosotros llevamos más de 4 millones de años dando por saco.

(*) Como he comentado en el post, no tengo fotos de San Cristobal, de esa parte de Chiapas. He usado esta foto del graffiti que hizo en Sevilla el gran Matias para el proyecto Arte para todos. Es una imagen de una «mamita» chiapaneca que seguramente conoció en San Cristobal, cerca de donde yo tuve todas estas reflexiones, en zona Zapatista.

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