La primera imagen que me viene a la cabeza cuando pienso en el DF es la Plaza del Zócalo, no voy hablar de lo inmensa que es y lo pequeño que te sientes dentro, ni de su vistosidad y la vida que rebosa durante todo el día… y no lo voy hacer porque ya lo he hecho. Pero es que si no, hubiese tenido usar esas mismas expresiones, tarde o temprano, para referirme a la ciudad.
Aunque esta plaza no es lo primero que vi.
Llegue en bus y me dirigí al que sería mi hogar durante esos días. Cerca del Bosque de Chapultepec, al final del Paseo de la Reforma. A Jesús le habían trasladado desde Madrid para un proyecto en el DF y me quedé en su casa el tiempo que estuve allí.
Lo primero que me enseñó nada más llegar fue el centro de la ciudad y la estampa que se quedaría grabada en mi cabeza para representar el DF, la Plaza del Zócalo.
México es caótico, no lo entienden ni los mexicanos. No es para todos, ni para pocos. El Distrito Federal es inmensidad y abundancia, de cantidad. Solo hay que tomar el metro en hora punta, o cualquiera de sus arterias principales. Más vale tener paciencia.
Pero tiene un encanto especial, un punto surrealista… me resultaba curioso pasear por sus callejuelas,preguntando si iba por buen camino: -«no, para allá te asaltan»-, nos dijeron al salir de Garibaldi sin saber que caminábamos hacia Tepito. – «Gracias»- respondimos nosotros, y media vuelta. Y eso fue lo más peligroso que me pasó, bueno y unos tacos al pastor demasiado picantes :p .
Me resulto mucho más tranquilo y acogedor de lo que esperaba, también tuve la suerte de encontrar y reencontrar buenos amigos, eso ayudó, pero los paseos por la ciudad al atardecer, las salidas nocturnas, las aventuras diurnas… fueron de lo más apacible y relajado (o no :p). Me hizo pensar que las cosas cambian pero la fama queda, es cierto que me dijeron que hace años no podías andar por el Zócalo después del atardecer, en 2009 comprobé que aquellos tiempos habían pasado. O tal vez fuese magia… de los «chamanes aztecas» que por allí pululan.