No hay nada mejor que dejar que pase el tiempo, la perspectiva ayuda al entendimiento, la distancia interpreta los sentimientos. El tiempo modifica los recuerdos, juega con las emociones.
En estos días que vivimos dejar que pase el tiempo es un lujo para muchos y casi una obligación para otros tantos (sobre el 25%). La vida contemplativa ha quedado reservada a los ricos y a los jubilados, aunque muchos de ellos tampoco sean capaces de poder disfrutar de ella.
Y no nos damos cuenta de que, aunque también sea escaso, tenemos mucho más tiempo que dinero. El tiempo no se puede ahorrar, no se puede guardar en el banco, el tiempo que tenemos es para disfrutarlo, para gastarlo, aunque sea viendo la vida pasar a la sombra de la mañana.
Tiempo es algo que ahora no me sobra, el viaje por Canarias está siendo intenso, por eso el blog ha quedado limitado a la foto de la semana, los ratos libres que encuentro prefiero dedicarlos a ver la vida pasar a la sombra de la mañana, a ver si así descubro que camino va a llevar la mía a partir del mes que viene. El 7 de Noviembre regreso a Hortaleza y toca pensar en el futuro e intentar buscar alguno. Al fin y al cabo, todo es cuestión de tiempo.
La foto que encabeza el post es en la puerta de la Iglesia de la Concepción, en La Orotava, un pueblo al que tengo especial cariño. Aquí pasé el año nuevo de 2009-2010, aquí expuse y realicé una conferencia sobre la vuelta al mundo, fui jurado del concurso de graffitis y pintado sobre uno de sus muros. Todo gracias a Aperitivos Visuales (Dayana y Matias), el punto de unión entre La Orotava y yo. Pero el tiempo no perdona y ofrecer arte es un lujo dificilmente asumible.
Aperitivos Visuales ya no existe, al menos el espacio físico en el que habitaba. Pasar por su puerta, ver la galería cerrada y sus paredes sin vida me provocó una sensación de tristeza dificilmente descriptible, por suerte me queda pensar que el alma de Aperitivos Visuales sigue libre, y podré volver a sentir que sigue abierto cada vez que esté con Dayana y Matias.
Ahora voy un rato a ver como pasa la vida desde el balcón de la habitación, una forma como cualquier otra de matar el tiempo antes de que me toque subirme a ella.