Una mina de rojos en Mazarrón (Murcia) / Foto de la semana

Rojos ferrosos

Un paisaje sacado de algún sueño marciano. Es la impresión que producen las Minas Romanas de Mazarrón.
La acumulación de metales y óxidos unido al agua de la lluvia forma lagunas que adquieren preciosos tonos rojizos, la erosión del agua dibuja arrugas en la roca y las ruinas del resurgimiento minero que tuvo su esplendor en 1880 dotan al conjunto de un encanto especial.

He conocido este lugar en el #minubetrip Fotogenio a Mazarrón.
En la foto aparece Víctor con camiseta naranja y a mi espalda estaba el resto del equipo: Jesús, Joan y Pedro.
Un fin de semana de delfines, calitas, naturaleza, buena comida y muchas fotos en este bonito rincón de la costa murciana al que no me importaría nada volver para el encuentro de fotografía que tendrá lugar a finales de mayo. Tiene muy buena pinta.

Un día contemporaneo en el Museo Reina Sofia (Madrid)

Entrada edificio Sabatini

Hacía ya demasiado tiempo que no visitaba el Reina Sofia, es un museo que me encanta, muy completo e interesante, por algo es el tercer museo de arte contemporáneo más visitado del mundo por detrás del Pompidou en París y el Moma de Nueva York. Me decidí a hacerlo esta semana antes de que llegue Dalí y se vuelva impracticable. La afluencia de visitas que se espera a esta exposición histórica es masiva. Yo no me la pienso perder y aprovechando que la planta 4ª no está ocupada del todo por los preparativos de la expo y que ya están en plena vorágine pregunté a los vigilantes de sala por sus previsiones. Me dijeron que lo mejor es ir «a la mitad«, vamos, ni al principio que quiere ir todo el mundo y se llena, ni al final que van en masa todos los que lo han ido dejando. Me pareció muy coherente y será lo que haga, como dura hasta Septiembre creo que iré en Julio.

Edificio Nouvel

El museo tiene 2 entradas, una en el edificio Sabatini (el de toda la vida) y la otra en la ampliación que se hizo en 2005, el edificio Nouvel, ambos están nombrados así en honor a los arquitectos que los «terminaron«, y lo especifico porque el edificio del antiguo Hospital fue diseñado en principio por José de Hermosilla y continuado por Francesco Sabatini.

El precio de la entrada es de 8 € (sin copa) para el museo y las exposiciones temporales, yo decidí visitarlo todo, pero hay precios para visitar únicamente las exposiciones temporales y diversos descuentos o entrada gratuita en determinados horarios.
Los precios los subieron el día 24 de Abril, hasta hace 2 días (y no como quien dice, literal) eran 6 € (también sin copa).

Edificio Nouvel

Personalmente el arte contemporáneo es uno de los que más me interesan, no soy muy amante de las técnicas pictóricas figurativas ya que para mostrar la realidad tal cual es percibida prefiero la fotografía, pero expresar distintas visiones de lo que nos rodea sin ceñirse a los estándares de la razón me resulta muy atractivo e inspirador. Por otro lado, al no ser un experto hay algunos aspectos del arte contemporáneo, y del conceptual en particular, que se me escapan por completo.

Con el arte a veces pienso que lo que mejor define su esencia es aquella frase hecha de «para gustos los colores«, pero es que es imposible que algo guste a todo el mundo y menos cuando conlleva interpretación por parte del espectador.

La invención concreta

Comencé la visita en la planta 1 con la exposición La Invención Concreta de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, es, según sus palabras: «una exposición exhaustiva sobre abstracción geométrica de América Latina«, con ejemplos de obras de artistas latinoamericanos y de algunos europeos y estadounidenses que fueron referencia para este tipo de abstracción. Me resulto muy interesante la obra de Jesús Soto y me han dicho que hay una expo suya muy buena en el Centro Pompidou, tendré que informarme más sobre este autor.

Observando

Paseando por el museo y sus clasificaciones me planteaba si este arte no trata muchas veces de buscar el adjetivo de inclasificable para su obra, una mezcla de sorpresa y espontaneidad que aporta la frescura de artistas que se olvidan de todo aquello que han aprendido para dejarse llevar por sus emociones más que por la técnica. Y aunque la forma en la que este museo clasifica no me disgusta (se basa en periodos de tiempo) si que acaba agrupando, unas veces con más acierto que otro, a todos estos artistas.

Entonces decidí que mi visita no seguiría un orden lógico, me dejaría llevar y solo me pararía en aquello que llamase mi atención de verdad o las obras que siempre había querido ver cara a cara. Ahí no tenía en cuenta que una gran cantidad de veces lo que iba a llamar mi atención no sería la obra en si, si no su «interactuación» o posición en relación al entorno.

fotos

A la sombra

A la sombra

Otras obras me hicieron darme cuenta de que a veces la siempre observación no basta, hay que saber de que se trata y las intenciones del autor. Me pasó con Hilo de Cildo Meirelles. No entendía que pintaban montón de alpacas en una sala del museo hasta que leí el cartel de la obra: «48 pacas de paja, aguja de oro de 18 quilates, 100 metros de hilo de oro.«. ¡Toma ya!, ahí dentro había una aguja… en un pajar. Tengo que decir que me resultó curioso.

Hilo, de Cildo Meirelles

Pero con curioso no digo que me guste. No soy partidario de obras que no provengan de un proceso creativo, creo que debe haber una serie de fases, el resto, para mi, son lo que en programación se denominan ideas felices, ocurrencias a las que puedes llamar arte y que con la justificación suficiente pueden incluso expresar un mensaje tan profundo como la más elaborada de las obras, pero que no pueden ser entendidas y admiradas en si mismas. Tampoco voy a poner ejemplos :p .

Blanco

Eso si, este tipo de autores tienen toda mi admiración, cualquiera que han sido capaz de «colar» un cuadro blanco (este tiene color en los cantos) a un museo como el Reina Sofía o los que vi en el MoMa de Nueva York, entonces es que es un verdadero genio, no nos engañemos.

Jardines

Otro de los atractivos de este museo son los Jardines de Sabatini. El lugar perfecto para reposar y procesar la avalancha de información y sensaciones que se reciben en el interior.

Amsel Adams

De entre las obras del museo me hizo especial ilusión ver estas fotos de Amsel Adams junto a otras de Brassai sobre esa «España negra» que posteriormente retrató tan bien Cristina García Rodero. Estas fotos muestran la esencia oscura de aquella España aún subdesarrollada que avanzaba a trompicones aislada del mundo que la rodeaba más pendiente de tradiciones y leyendas que del progreso y la modernidad. Ambos son autores que sigo desde hace tiempo y poder ver su obra en directo me provoco cierta sensación de felicidad.

Azul

Seguí paseando entre azules y japoneses por las distintas salas del museo, picoteando a Picasso pero guardando su gran obra para el final, reservando esa sala 206 para el momento oportuno.

Fotografiando a Picasso

Instalación

Otra de las cosas que me llamó la atención fueron las instalaciones de vídeo. Las había de muy diversa factura y capaces de expresar conceptos totalmente diferentes. Pero tengo que destacar que me hizo mucha ilusión ver obras como Los olvidados de Buñuel o Bienvenido Mr Marshall de Berlanga expuestas en un museo reafirmando el adjetivo «arte» para este medio… que por algo es el séptimo.

Juan Gris

Continué centrándome en obras y autores que tenía muchas ganas de ver, como las obras de Juan Gris, Un mundo de Ángeles Santos Torroella o el Autorretrato (accidente) de Alfonso Ponce de León, un cuadro un tanto revelador de lo que sería su fallecimiento.

Un mundo

Accidente

Momentos que disfruté pero que en el fondo no eran más que los previos, la antesala a lo sublime, la antesala a la sala 206, a la niña mimada del Reina Sofia cuyo nombre lo dice todo: «Guernica y los años treinta».

Es la única sala de todo el museo en la que no está permitido hacer fotos, la más abarrotada, la que tiene más seguridad… pero es que lo merece. Los culpables son Miró, Julio González, Pablo Gargallo, David Smith y, por supuesto, Picasso y su icono, Picasso y su gran obra, Picasso y su Guernica. Una de las obras más importantes del siglo XX, un símbolo del sufrimiento, un «instrumento de guerra contra el enemigo» en palabras del propio autor.
Son 3 metros y medio por casi ocho de sentimiento, de grises de la historia, de obra de arte que te llega a dejar sin respiración cuando lo tienes delante. El Guernica no es otro cuadro más, es parte de la historia, de nuestra historia. La historia del absurdo, del horror, del asesinato y la sin razón. Un pedazo del mayor sin sentido creado por el hombre: la guerra.

El Guernica deja sin palabras pero tampoco creo que haya mucho más que decir. Han sido 3 las veces que he estado delante de él y practicamente no ha habido diferencia entre ellas, el aturdimiento era el mismo, los escalofríos que provocan sus detalles los sentí iguales, da lo mismo si yo he cambiado, el mundo sigue igual de loco y el Guernica sigue tan vigente como cuando lo pintó Picasso en 1937. Sigue vigente en la Siria bombardeada por Asad, el la Gaza destruida por Israel, en el Afganistan cosido a bombazos por la comunidad internacional y en todos los lugares del planeta donde el débil sea aplastado y la «sinrazón» venza a la cordura.

***

Robert Adams

Terminé la visita al museo con una retrospectiva de Robert Adams, no le conocía pero me resultó interesante. Parece una obra inabarcable, practicó casi todas las técnicas fotográficas, del paisajismo al retrato pasando por el reportaje, formando series con un motivo común y sin demasiada relación con el resto de series. Las hay sobre el mar, campo, ciudad, personas, detalles, nocturna… todo sin mezclarse en fotografías austeras y distantes con un blanco y negro muy cuidado. Un recorrido por el oeste estadounidense a modo de crónica de las últimas décadas.
Una exposición gigante en formatos muy pequeños… casi ninguna foto supera el 20×30.

Terraza

Creo que el post refleja bastante lo que siento por este museo. Pasé una mañana entera y no fue tiempo suficiente ni para ver solo lo que me interesaba. Volveré para ver a Dalí y continuaré la ruta, volveré a quedarme sin respiración frente al Guernica y a disfrutar «desvirtualizando» obras que tengo idealizadas.

Tomando algo

Además el Reina Sofía tiene un emplazamiento privilegiado en Madrid, en pleno centro, al lado de la estación de Atocha y muy cerca de casi todo lo que hay que ver en la ciudad. Es fácil encontrar alojamiento barato y cercano (desde hostales, albergues u hoteles a apartamentos como los de GowithOh) y el horario del museo es bastante amplio, de 10 am a 21h todos los días menos los Martes que cierra y los Domingos que está abierto solo hasta las 19h.
Personalmente recomiendo encarecidamente su visita y lo consideraría imprescindible en un viaje a Madrid junto con el Prado y el Thyssen. En cuanto a museos se refiere, claro, no olvidemos que este es un post cultural, de los bocadillos de calamares en el Brillante a la salida del museo ya os hablo otro día.

Formas

>> Todo el set de fotos del Museo Reina Sofia en Flickr <<

Un ruta en blanco y negro por Londres (Inglaterra)

Calles del Soho

Con Londres continuo en el blog con una serie de post de ciudades contadas en blanco y negro que comencé con París. Es mi visión de algunas de las urbes más “ellasmismas” en las que he tenido la suerte de estar, un punto de vista a base de recuerdos permitiendo a la memoria jugar con la realidad que cree que vivió.

***

De Londres guardo recuerdos de adolescencia. Con poco más de 19 años y sin practicamente nociones de la lengua de Shakespeare cogí una mochila y me fui a visitar a una amiga que estaba viviendo allí. No fueron más de 4 días pero ese pequeño viaje me proporcionó mi primera aventura en solitario fuera de España: el recorrido desde Gatwick hasta Victoria Station.
Tenía el bolsillo repleto de pounds, un mapa de la ciudad, otro del metro y las instrucciones escritas en inglés en un papel que decía: “To Victoria Station”. No podía fallar y por supuesto lo conseguí. Aquel logro acabó con mis miedos a la hora de viajar, me di cuenta que todo tiene una solución sencilla aunque esa solución sea un chaval de Albacete que me vio enseñar el papelito a la dependienta del Subway (lo de los bocadillos) en vez de a la taquillera del tren. Con mucha amabilidad me acompañó todo el trayecto hasta que encontramos a mi amiga Carmen en el punto estipulado.

Candem Town

Londrés me fascinó, tenía un aura mística, incluso mágica. Esos días brilló el sol y recorrimos los lugares de los que tanto había oído hablar en Hortaleza.
A finales de los 90 esta ciudad seguía siendo un hervidero de tendencias, continuaba resurgiendo sobre si misma una y otra vez. El brit pop no terminaba su declive y una nueva escena dance psicodélica con una cierta regresión al nihilismo punk se hacía fuerte en sus calles.
Jóvenes de todos los lugares del mundo seguían emigrando en busca de «el dorado« de la contracultura para empezar a especular con el valor del tesoro que había vuelto a ser encontrado. En aquellos días Berlín todavía no era más que otra capital oscura de la vieja Europa y si eras artista, artistucho, te sabías buscar la vida o simplemente te apetecía un poco de caña, en cualquier aspecto, entonces tu lugar era Londres.
Al igual que ahora, era el mejor lugar para aprender italiano o portugués y disfrutar de lugares atestados con suelos pegajosos abrazado a cualquier desconocido con el que fueses capaz de cruzar 2 frases seguidas, todo ello regado por cerveza mala de barril algo caliente y a precios nada asequibles. Era lo de menos, si había un pound era para una pinta (ya verías donde encontrabas el resto).
Para los jóvenes la gastronomía era mediterránea, en los pisos compartidos se cocinaba siempre, el take away para los pudientes, los restaurantes lugares de trabajo.

Greenwich Park

A Londrés he vuelto otras dos veces desde entonces. Todas iguales, todas diferentes. Mi imagen de la ciudad no ha cambiado mucho, he cambiado yo. Londres sigue con su complejo de Peter Pan pero llena de arrugas, creo que nos parecemos. Nunca perderá su encanto igual que nunca volverá a ser la misma.

Es gris como ella sola y lo peor es que ese gris se mete dentro. Hace falta tiempo pero todas las personas que conozco que han vivido en Londres llevan el gris en su interior. No es un gris malo que amohina, es melancólico y bohemio, un gris de acuarela muy aguada que se diluye pero mancha.

Vistas desde el Observatorio de Greenwich

Candem Town

Hay recuerdos que hacen de ella lo que es en mi interior, sin duda los mercadillos son algunos de esos recuerdos: Portobello, Covent Garden, Camden… Allí me di cuenta de lo normal que era y de las inmensas posibilidades que había a nuestro alrededor para hacer prendas de vestir y ornamentos. Que sosos éramos en Hortaleza.

Me recuerdo caminado boquiabierto por el Soho, Chinatown o King Kross alucinando con la diversidad y la mezcla, o divagando por los callejones de Whitechapel pensando que en aquellas calles nacieron las historias del mítico Jack el destripador

Callejón en Whitechapel

En Londres puedes pasar en un momento de su parte cultural y/o underground a su faceta monumental y de postal. En un momento y una pequeña fortuna si las zonas no están cerca en el plano de metro, todo sea dicho.

Es imprescindible pasear por La City, Whitehall, South Bank, cruzar el Támesis por el London Bridge y pedirle al señor del puente que te lo abra si puede y le va bien, esquivar cagadas de paloma en Piccadilly Circus mientras miras embobado unas pantallas luminosas que parecen sacadas de cualquier peli mala de los años 80, preguntar por el «origen del universo» esperando que te señalen el reloj del Palacio de Westminster y darte un buen paseo para disfrutar de unas de las mejores vistas de la ciudad desde el mirador del Observatorio de Greenwich. Además una vez allí puedes estar un buen rato pasando del este al oeste con un solo paso o tener medio cuerpo en un uso horario diferente del otro.

Piccadilly Circus

Londres son 8.174.100 días grises y 365 londinenses británicos, 366 si es bisiesto. He confundido las cifras y no dista mucho de la realidad, en cualquier otro lugar de Inglaterra podrías decir que lo peor de ese sitio es que esté lleno de ingleses, a Londres hay que buscarle otro defecto porque ese justo no lo tiene. Supongo que ha llegado el momento de sacar a relucir el Fish&Chips.

Cabinas

***

Llevo tiempo queriendo volver y no creo que tarde mucho, por trabajo o placer estoy seguro de que acabaré pasando por allí en breve, me planteo incluso buscar algún curso de inglés en Londres y centrarme en perfeccionarlo de una vez. Espero que sea entre la primavera y el veranito y así tengo más margen antes de que el gris se me meta dentro. De todas formas me voy a llevar un bote de aguarrás que he leído en Internet que quita las manchas de acuarela.
Lo compraría allí pero es que no se como se dice aguarrás en inglés y lo mismo no tienen, por eso está todo así tan lleno de gris, hasta cuando brilla el sol.

(*) Esta es una ciudad que más que en blanco y negro lo podía haber contado en escala de grises intentando que no se me aguase demasiado la mezcla y con el aguarrás en la mano para que no dejase marca. Pero he sido benevolente.

Love is in the air / Foto de la semana

Love is in the air

Un artículo con el mismo título, Love is in the air, que se publicó hace unos días en la sección Insider del Boston Globe es la razón y la inspiración de la foto de esta semana.
El artículo son una serie de fotos de parejas en la ciudad que han recopilado entre los archivos del periódico. Como ellos dicen es la habilidad de los fotógrafos a lo largo de los años de capturar esos momentos que ocurren cada día, un acercamiento a los sentimientos humanos.

Es el artículo más bonito que he visto sobre Boston en toda la semana y si me descuido sobre todo lo demás. El mundo se empeña en mostrarse horripilante y yo ya tengo ganas de ver algo que no sea feo, que no haga daño. Ya sea en Boston o en Siria, en China o en Irak.

Creo que solo depende de mi. Desenfundo mi sonrisa, la cámara de fotos y me voy a capturar esos momentos que ocurren cada día tarareando una canción.

Un paseo en barco por la Albufera de Valencia

Atardecer

Cienes y cienes de veces he escuchado la típica frase: «no se pa’que te vas tan lejos si aquí hay sitios que son la hostia«, y es una afirmación con parte de razón. Yo siempre respondo educadamente con el orgullo de pensar que seguramente de esos, también he visto más que él (o ella).

La Albufera de Valencia es uno de esos sitios de aquí que son la hostia, que diría aquel. Un impresionante humedal en el que se encuentra el lago más grande de España, innumerables especies de aves migratorias acuáticas, plantaciones de arroz y unos paisajes espectaculares.

Atardecer

Desde allí contemplé el atardecer más bonito que he visto en Valencia y queda en muy buena posición en el ranking general de atardeceres. El reflejo del sol en las aguas de la Albufera, la pureza del aire en este Parque Natural, los contraluces del resto de afortunados que disfrutaron del espectáculo y las siluetas de los barqueros regresando de otro día de pesca creaban un ambiente idílico que los rojos del crepúsculo no podían mas que engrandecer.

Atardecer

Atardecer

Atardecer

Atardecer

Una vez el sol termino de ocultarse buscamos algún barquero que nos dejase un buen precio para dar un paseo por la Albufera mientras cenábamos en su barco. No podía ser una barquita, mejor un velero pequeño de los que avanzan empujados por un palo, como una góndola, para surcar estas aguas tan poco profundas. Nosotros habíamos llevado comida y algo de beber pero si no te apetece preparar nada puedes encargar la comida y que te la preparen los del barco, no es mala opción para ir a comer o cenar, no es caro y los arroces de la zona son bastante reconocidos.
Creo recordar que no costó más de 10 euros por persona por el paseo en barca poniendo nosotros la cena y fueron cerca de 2 horas o algo más recorriendo el lago y contándonos alguna que otra historia de la zona mientras mirábamos ensimismados las postales que se formaban a lo lejos.

Atardecer

El barco avanza a oscuras, lento, dejando contemplar las luces de los pueblos, el resplandor de Valencia y como aparecen las primeras estrellas. Primeras que acaban siendo únicas ante la omnipresente luz de la luna. No cambiaría los paisajes iluminados por la luna que vi aquella noche por saber como son sus cielos, pero estoy dispuesto a repetir.

Vistas en la Albufera

Paseo en barco

En uno de los mástiles tiene unas luces fluorescentes que encienden cuando se detiene para la cena en un lugar tranquilo, durante el trayecto las dejan apagadas pero en un momento concreto las encienden para sorprender a los clientes con el espectáculo de las llisas saltando hacia la luz. Un par de ellas se colaron en el barco y produjeron un par de situaciones graciosas, la otra situación graciosa fue un ligero encallamiento que sufrimos contra unas plantitas, nada que no se pudiese superar con la máxima del gobierno en estos tiempos: «¡Todos a remar juntos!», nos dijo el barquero.

Llisa

La Albufera es la excusa perfecta para buscarse un alojamiento económico en Valencia e irse a pasar un fin de semana por allí. Además ahora que llega el buen tiempo se le puede sacar partido a la playa, a los chiringuitos, a su clima mediterráneo y a las palmeras. Si, palmeras, en Valencia hay palmeras y yo es algo que aprecio mucho cuando voy a un sitio. Será que mi sangre ya es casi tropical y se acelera con solo notar referencias a climas cálidos.
Vale, puede parecer raro pero sed sinceros ¿a vosotros no os dan buen rollo las palmeras?.

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